Bilbao - Dice que todo en su vida ha sido casualidad y alguna inconsciencia. Ambas circunstancias han permitido al público del teatro y a los espectadores del cine y televisión disfrutar de los trabajos que ha realizado Loli Astoreka a lo largo de más de cuarenta años. Su destino era ser maestra, pero a lo largo de su carrera ha conseguido hacer reír, llorar y provocar muchas emociones con los personajes a los que ha dado vida. A partir del día 22 será la dueña de un ultramarino, la madre del personaje de Bárbara Goenaga, Itxaso, y la mujer más enterada de todos los dimes y diretes de la vida de las escabecheras de la serie Eskamak kentzen.

Hablemos de su personaje en ‘Eskamak kentzen’.

-Soy la madre de Bárbara Goenaga, la protagonista, ella en la serie es Itxaso. Soy viuda y mandé a mi hija a Estados Unidos a estudiar y, después de siete años de haber hecho su carrera y de haber tenido allí un buen trabajo, me aparece por casa.

¿Una sorpresa?

-Sí, es de repente. Le intento sonsacar el por qué esa vuelta a casa. Le digo que si se tiene que quedar en casa que lo haga, pero debe encontrar trabajo. Hablo con el gerente de las escabecheras de la fábrica y la meto allí.

Un vida familiar complicada, ¿no?

-Claro, yo vivo con mi madre, llevo un ultramarino en el pueblo, tengo una hija que me aparece de repente desde Estados Unidos y que no me dice para qué y por qué ha venido. Y encima soy la que se entera de todo lo que pasa por el pueblo.

¿La chismosa?

-Para nada, la que se entera de todo; en una tienda entra todo el mundo a comprar, a hablar, a comentar? Pero de chismosa nada (risas).

¿Comedia o drama?

-Tiene las dos cosas, yo diría que es una tragicomedia. La fábrica de conservas va mal y el gerente intenta venderla, pero las mujeres, que son las que llevan la conservera adelante, se plantan; esa fábrica es su vida y es su trabajo. Entre todas, abanderadas por mi hija que coge la administración, intentan hacer una cooperativa. Ahí vienen todos los líos.

¿Qué tipo de líos, personales o profesionales?

-De todo. Montan la cooperativa y cuando llega la temporada de la anchoa, está cara y no tienen dinero para comprarlas, o les falta sal para la salazón. Tienen que ingeniárselas para conseguir todo lo que necesitan y dar solución a los problemas que se encuentran en cada jornada.

¿Cómo van a conseguir arrancar la sonrisa del espectador?

-A costa de todas las situaciones disparatadas se va a conseguir la sonrisa agridulce, o la risa, pero al final siempre habrá una solución.

Hacía tiempo que no la veíamos por Euskal Telebista.

-Cierto. Ya ni me acuerdo de los años exactos, pero hacía doce o quince años que no pisaba un plató de ETB. Estoy encantada de haber vuelto. Lo que quiero es que la serie guste y que siga adelante el trabajo, que volvamos a hacer otros tantos capítulos. Quiero que se vea y que se disfrute mucho. En principio, hemos grabado doce capítulos.

Da la sensación de que ETB está apostando por la ficción en euskera a pesar de los tiempos que corren.

-Por algo hay que apostar, estamos en un desierto y hay que empezar a producir. Espero que la apuesta sea seguir con esta serie. La esperanza es lo último que se pierde.

Lo cierto es que su trabajo está muy centrado en el mundo del teatro.

-Es muy importante en mi vida. He intentado compaginarlo con el cine y la televisión. He tenido la fortuna de que un trabajo me ha traído otro. De hecho, el jueves estreno en el Teatro Arriaga El florido pensil.

¿Es difícil vivir en Euskadi siendo una titiritera?

-No me voy a quejar, tengo medio siglo pasado de edad, y he vivido toda la vida de esta profesión, vivo bien. No corren buenos tiempos para nadie, pero yo no me quejo, sigo trabajando, espero seguir haciéndolo y tener la cabeza bien. Lo que más me importa es poder seguir trabajando.

¿Se plantea salir fuera de Euskadi?

-Mi apuesta es quedarme aquí. Mi residencia está aquí y quiero seguir igual. Hace mucho que no he salido de Euskadi, aunque sí que he trabajado en otras cadenas de televisión.

¿Se vive mejor en Euskadi?

-Quiero vivir aquí, no sé si se vive mejor o peor, pero es lo que he decidido hacer. Además, quiero vivir en Bilbao, donde tengo mi casa. Ya no hay distancias, desde aquí puedo moverme a cualquier lado.

Empezó con Cómicos de la Legua. ¿Qué le llevó al teatro?

-Todo en mi vida es por casualidad, una inconsciencia. Fui a ver a Cómicos de la Legua en Matiena, les ayudé a recoger su escenografía y me dijeron que iban a hacer un montaje en euskera para el verano.

Y usted se apuntó, ¿no?

-Me lo propusieron y yo dije que sí. Era un montaje de calle para un verano y hasta hoy,. Ya llevo como cuarenta y tantos años.

¿Tenía intención de haber sido otra cosa?

-Maestra. Mi madre tenía un gran disgusto porque yo tenía que haber hecho Magisterio.

Lo de Magisterio era el plan materno generalizado en una época.

-Es verdad. Luego se le quitó el disgusto y al final ella estaba contenta, nunca fue una fan mía, pero en el fondo estaba contenta. Me decía cuando empecé a ser actriz: “Mira, ahora estás en boca de todos”. Fíjese lo que pienso, mi madre fue longeva y creo que era porque me veía indefensa, no me quería dejar sola.

O porque quería seguir viéndola trabajar como actriz, ¿no le parece?

-También puede ser. Pero pienso que ella se agarraba a la tierra diciendo: “Yo tengo un compromiso con esta”. Quizá estos pensamientos míos sean ilusiones de hija porque ya no la tengo y la echo de menos.