Bilbao - Los mil y un viajes que le convirtieron en un Marco Polo de la ingeniería durante años provocaron en Agustín Mamolar un feo vicio: la lectura. De ahí nació su pasión por las letras y la vocación de escribir. “Los libros fueron mi mayor y mejor compañía durante muchos años”, recuerda Agustín, que ahora se afana en crear compañeros de viaje para otra mucha gente como él, gente entregada a sumergirse en historias que hacen propias. Tiene la última en la tahona: Blues en Cauterets.

¿Recuerda la primera vez?

-¿Cómo dice?

Sin segundas. La primera historia que escribió...

-¡Ah!, sí, sí. Cuando era muy joven escribí un cuento sobre por qué el hombre empezó a fumar.

¿Y qué conclusiones extrajo?

-Que no puedo entenderlo. Yo he sido fumador corto, de tres años. Y no veía qué placer sacabas de ello. Puedo entenderlo en el comer o el beber, pero... ¿en el tabaco? No.

Y aquella primera publicación...

-Fueron dos artículos para La Nación, un periódico argentino. Me animé a enviarlos y los publicaron así que me dije... ¿por qué no una novela?

Cuántas veces le habrán preguntado qué hace un hombre de ciencias en un campo de letras...

-Alguna que otra, sí. ¿Por qué no? Hay que recordar que ingeniero viene de ingenio y yo siempre he tenido esa inquietud. Pinto, esculpo... Siempre para mí. Al fin y al cabo, nadie somos una sola cosa en esta vida.

¿Viajar enseña?

-Creo que sí. El que viaja mucho y lee mucho, ve mucho y aprende mucho. Recuerdo que la primera vez que navegué por Grecia tenía un aliciente, El corazón de Ulises de Javier Reverte.

Para eso se escribe, no. Para que a uno le lean.

-Sí. Igual que no te vistes para tí. Es una forma de buscar cariño, de que te quieran. Yo no tengo ninguna visión económica con esta novela...

Sin embargo, ‘Blues en Cauterets’ tendrá un precio en el mercado...

-No renuncio a cobrar, si trae dineros, bienvenido sea. Pero le diré algo: los derechos de autor de esta novela están comprometidos para una ONG.

¡No diga eso! Va a tener cola...

-Lo pensé, sí. Pero me parecía que era renunciar a vender a alguien que se sintiese sensibilizado con una causa solidaria.

Y las primeras notas de este ‘Blues’ nacen...

-Con un amigo inglés que se apellida Chamberlain pero que podía tener por segundo apellido Etxebarria por el tiempo que pasa entre nosotros. Su amor por esta tierra es enorme...

¡Ejemplos!

-Me contó que su familia trajo del exilio varios documentos de la República y del Gobierno vasco. Tantos, que llenó... ¡un contenedor! Mientras me contaba su historia sonaba un blues repugnante y yo pensé qué pasaba si añadía un documento más a ese paquete, un documento comprometedor.En la novela aparecen algunos crímenes, un aire negro... ¿Cuántos muertos tiene a sus espaldas?

-Seis o siete. Escribir te da esa ventaja: si alguien te molesta... ¡Pum!, uno más. En ese sentido somos como pequeños diosecillos.

escritor e ingeniero (o viceversa)