Bilbao - Escuchándola, se diría casi que Itziar Andonegi siente lazos de sangre con el PNV, un cariño que trasciende al partido o a la patria: el desinteresado amor por la familia. Aún recuerda aquel día de San José de 1981, cuando se hizo cargo de la recepción del PNV en el Edificio Granada. Casi se diría que ha sido la Jacqueline Kennedy del partido, la primera dama que uno se encontraba al entrar en Sabin Etxea, el primer rostro amable. Y que ahora, al jubilarse con 84 años a cuestas, le cuesta decir adiós. Casi llora al recordar que son las últimas horas.
Ha dejado huella...
-Me he sentido muy querida desde el primer día, desde aquellos maravillosos días del batzoki de Abando en el que todos trabajábamos sin pensar en el puesto sino en el partido, en la patria. Era lo que había mamado en casa y...
¡Rescatemos un día de entre todos
- Hay tantos, tantos... ¡Sería injusto quedarse con uno! Pero si tengo que hacerlo, cuando decidieron que fuese la segunda mujer afiliada que izaba la ikurriña en el Alderdi Eguna. Sentí una emoción... ¡Venga, que no quiero llorar!
Pese a que compartió el momento con un 'enemigo' declarado, Beti Duñabeitia?
-¡Qué dice! ¿De dónde ha sacado eso...?
Habiendo sido él presidente del Athletic y usted...
-¡Ay, ama! De la Real Sociedad a muerte. Incluso pedí permiso para poner un banderín. Yo soy de Deba y no voy a renegar de eso, pero Beti era un caballero. Y yo le conocía de sus veranos en Deba, así que con él no discutía de fútbol, aunque las mías sí que he tenido. Pero después de la Real, que gane el Athletic.
¿Cómo accedió al puesto?
-Quedé viuda muy joven. Yo colaboraba en el batzoki de Abando y me dijeron que me presentase al puesto en el nuevo centro del Edificio Granada. Era perito mercantil y aquello me sonaba a chino. Ha habido de todo, pero siempre con ese respeto cariñoso de casa.¡Y tanto! Le llaman amama Itziar.
-¡Será por la edad, ja, ja, ja! No, créame si le digo que esto es como estar en casa. Y supongo que también por carácter afable. Aunque habrá que escuchar a otros eso del carácter afable, ja, ja, ja.
¿Qué recuerdos se le agolpan?
-Muchos y todos buenos. Las primeras elecciones, a las que íbamos muy preparados. Yo estuve en la Gran Vía. Y a tanta gente como he conocido, de la casa y de fuera.
Uno de esos nombres
-El Dalai Lama. Arzalluz nos lo presentó y el hombre logró que todos entrelazásemos las manos.
Habrá, supongo, una novela de los días tristes...
-Que no, que no. Yo he sido muy feliz. Algún impertinente sí ha venido y alguna que otra vez me he quedado con las ganas de decirle 'eso no me lo repites en la calle'. Pero yo era la imagen del partido, no podía...
Y aquel día en que lloró fue...
-Velamos a Uzturre de cuerpo presente en el vestíbulo de Sabin Etxea y aquello... ¡uf! Todas las muertes de amigos han sido duras, claro.
¡Venga los recuerdos entrañables!
- Un día Azkuna me oyó hablar en francés y me preguntó donde había aprendido. Le dije que de mi madre, en el exilio. Y desde entonces siempre me saludaba en francés.
¿Qué se lleva?
-Una familia, mi otra familia. Hace unos años perdí a una hija y no hay dolor más grande, pero aquí me arroparon tanto... ¡No quiero llorar!
¿Volverá ?
-Me está costando un eternidad marchar... ¡Cómo no voy a volver! A por lotería y a por mi gente. Pero si cojo el teléfono en casa y todavía digo "Sabin Etxea, egun on".
'Primera cara' de sabin etxea