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Series de culto para eludir la TV

El final de 'Mad Men' sirve de excusa para teorizar sobre otras ficciones estadounidenses coetáneas que han supuesto un cambio en las preferencias de consumo televisivo. Iñaki Martínez de Albeniz, profesor de Sociología de la UPV/EHU, reflexiona sobre esta metamorfosis.

Series de culto para eludir la TV

LOS seguidores más devotos de Mad Men saben que hoy es el principio del fin. La aplaudida serie de ficción estadounidense encarrila su recta final con el estreno de la séptima y última temporada que se prolongará hasta el 2015. La expectación a nivel mundial ante la revelación de los secretos mejor guardados del carismático Don Draper es tal, que el público estatal podrá ver el primer capítulo -en versión original subtitulada- en Canal+ Series mañana mismo. Ganadora de quince premios Emmy y cuatro Globos de Oro, la serie de la cadena norteamericana AMC constituye todo un referente paradigmático en lo que a las ficciones de culto se refiere. Con un trasfondo discursivo que rompe moldes, Mad Men responde a la descripción de ficciones estadounidenses de elevada calidad que han promovido nuevas formas de consumo televisivo. Hablar del fenómeno que suponen el conjunto de dichas series no es excesivo.

Sobre Mad Men y otros prodigios televisivos reflexiona Iñaki Martínez de Albeniz, doctor en Sociología de la UPV/EHU y coautor, junto a Carmelo Moreno, de la obra De Anatomía de Grey a The Wire: la realidad de la ficción televisiva (Editorial Catarata, 2013). Pero antes de eso, una pregunta de rigor: ¿Por qué la hegemonía de Estados Unidos como creador de éxitos de ficción a nivel mundial? "Porque es la única sociedad en la que la vida se desarrolla más en la pantalla que en la realidad. La sociedad norteamericana se ha pensado a sí misma a través del cine y más tarde de la televisión. Es una cuestión de pura alfabetización audiovisual. La vieja Europa sigue viéndose, pensándose e imaginándose a través de otros dispositivos más añejos como la literatura o la fotografía. Esta es la razón de que Europa siga construyéndose desde la ética o la moral, y Estados Unidos desde la acción".

El espectador, 'el elegido'

Mientras el desenlace de la particular batalla publicitaria de Draper está aún por ver, la transformación de los hábitos televisivos relacionados con series como Mad Men es tangible. Dicha metamorfosis corresponde a varios factores sometidos a análisis por Martínez de Albeniz. "Ahora mismo podemos hablar de televisión expandida", señala el profesor universitario sobre las nuevas formas de consumo, mientras alega que el formato tradicional "se ha expandido a otras pantallas (ordenadores, tablets, móviles...)", haciendo "de la televisión algo ubicuo". Además, la flexibilidad horaria reivindicada por los espectadores ha encontrado un aliado en internet, donde la "programación a la carta" ya es una realidad en las webs piratas (y polémicas) como Seriesyonkis, que ofrecen contenidos a cambio de un clic sin tener que agonizar en la espera hasta que los canales en abierto emitan los capítulos doblados.

"La accesibilidad y la autodosificación" son otras de las apetecibles ventajas que ofrecen las series de ficción frente a aquellos que hasta ahora han sido los soportes narrativos por excelencia: la literatura o el cine. "Las series nos ahorran el esfuerzo de leer en una sociedad en la que a duras penas podemos permitirnos la calma que exige la lectura", señala el doctor en Sociología y añade que "frente al cine nos ahorra el esfuerzo de tener que desplazarnos a un espacio público que nos hace visibles y que no cuenta con las comodidades y el anonimato del consumo doméstico". La complejidad de los personajes en las series interpretadas por actores habituales en la gran pantalla (Kevin Spacey o Robin Wright en House of Cards son ejemplo de ello) muestran el trabajo de la literatura y el cine en pro de la ficción serial.

A ese visible predominio se le añade un entramado audiovisual potente como el estadounidense, en el que existen "auténticos laboratorios de creación de series de éxito" capacitados para mantener en vilo a todo del planeta. La mayoría de las ficciones siguen un mismo algoritmo: "Un poco de suspense, algo de romance o mero sexo, mucho conflicto interpersonal, sobre todo familiar, y acontecimientos intrigantes", señala Martínez de Albeniz. Sin embargo, diferencia dos tipos de series: Por un lado están "las de interés humano, centradas en las relaciones de los personajes" como Anatomía de Grey y, por otro, "las que se desarrollan más allá de los avatares de los personajes y muestran escenarios socialmente complejos", como The Wire. Las series más interesantes suelen ser las que rompen la dicotomía genérica para conformar "un género de géneros". No obstante, el hecho de que las líneas entre géneros estén tan difuminadas ya ha empezado a crear algún que otro enredo, no en vano los canales estadounidenses HBO y FX se encuentran actualmente inmersos en una trifulca porque series como Orange Is The New Black han sido encasilladas como comedia en lugar de drama de cara a la próxima edición de los Emmy.

De momento, el espectador se mantiene al margen de estas vicisitudes y no esconde su atracción por este cúmulo de características que ahora son un motivo de orgullo, como si se hubiese interiorizado que las series de culto buscan un público culto. Si no hace mucho Obama se declaraba un seriéfilo empedernido (incondicional de títulos como Breaking Bad, Juego de tronos o Homeland), la princesa Letizia no ha querido ser menos y no ha dudado en mostrar su predilección por True Detective. "Muchas series tienen como premio de consolación la posibilidad de que el espectador se sienta elegido por una serie", señala Martínez de Albeniz. Sin embargo, esas series "están hechas para un público que tiene criterio, que las elige, y que hace de esa elección una posibilidad para compartir su afición", al margen de los dictámenes de la programación. De hecho, "las de mayor prestigio son las series de televisión para gente a la que no le gusta la televisión y encima se jacta de ello".

Personajes cautivadores

Calibrar si la participación de los actores consagrados funciona como señuelo para el espectador es difícil. Aun así, cada vez son más los intérpretes conocidos por sus trabajos cinematográficos que prueban suerte en la televisión. El recientemente oscarizado Matthew McConaughey ha conseguido elevar su actuación en la película Dallas Buyers Club con la emisión paralela de una de las series del año, True Detective, en la que comparte protagonismo con Woody Harrelson para interpretar a una pareja de investigadores poco ortodoxos. "Los actores consagrados intervienen en las series, muchas veces incluso como productores, para controlar el resultado y asegurarse una pátina de actores de culto. En el cine, actividad consagrada al mero espectáculo, obtener prestigio es más complicado", señala al respecto el profesor de la UPV.

Además, es probable que dichos actores se sientan tan atraídos como los espectadores por los personajes que les toca interpretar y que, en cierta forma, se han estandarizado en las series de culto. ¿Qué tienen en común Don Draper (Mad Men), Walter White (Breaking Bad), Frank Underwood (House of Cards) o Rust Cohle (True Detective)? Que son personajes "complejos, ambivalentes", sentencia Martínez de Albeniz. "Los personajes masculinos de la ficción clásica eran hombres de acción. Solo los personajes femeninos albergaban personalidades complejas", considera. En cambio, los personajes masculinos actuales "son vulnerables, contradictorios, etc... En cierto modo se han feminizado". En ese sentido, el doctor en Sociología considera que "las series cumplen para el género masculino el papel que cumplió la literatura psicológica para el femenino: son un instrumento de autoconocimiento. Don Draper podría ser la madame Bovary del siglo XXI".

La imagen que se proyecta de la mujer en las series en las que el protagonismo recae sobre los hombres sigue siendo testimonial; aunque a pesar de ser "personajes vicarios, complementos del hombre", también son considerados "personajes poderosos, seguros y muy perspicaces". Sin embargo, también hay series donde la mujer es la protagonista, como Scandal o The Good Wife: "Son series pensadas desde la idea de empoderamiento social". Según Martínez de Albeniz, en las ficciones visiblemente masculinas, "la mujer es la fuerza tractora del hombre y un enigma inescrutable para él. Los hombres se empeñan en estar a la altura de las mujeres. La imposibilidad de lograrlo los convierte en personajes interesantes para el espectador porque están errando permanentemente". ¡Cómo no recordar la imposibilidad de Walter para complacer a Skyler en Breaking Bad!

A propósito de esta serie, que encumbró su final con el Emmy al mejor drama en 2013, se debe mencionar la transformación de las ficciones estadounidenses desde un punto de vista ético: "Algunas, al menos, son en cierto modo posmorales", indica el sociólogo de la UPV. Si en Breaking Bad un profesor de química se convierte en el mayor fabricante de metanfetamina de Nuevo México, en House of Cards un despiadado congresista actúa sin escrúpulo alguno con tal de satisfacer sus aspiraciones políticas. "El que los personajes sean psicológica y moralmente más complejos, y el que tengan esa moral interiorizada, deja espacio para que lo que hacen no tenga que ser juzgado desde el punto de vista moral por el espectador. Esto incrementa exponencialmente el interés de los guiones", señala Martínez de Albeniz.

Siguiendo esa fórmula que mezcla factores dignos de éxito destaca este año True Detective, ficción con una sola temporada que parece haber reunido todos los requisitos para contar con una horda de adeptos sedientos de más entregas. El autor de De Anatomía de Grey a The Wire: la realidad de la ficción televisiva no duda en destacarla como la ficción del momento, "porque ha demostrado que el paisaje o la atmósfera de un lugar, en este caso los pantanos de Lousiana, tiene el mismo peso en la acción que los personajes. La serie es puro ambiente, pura sensorialidad. La humedad se toca. Sudamos con los personajes".

Partiendo de estos iconos televisivos, es impredecible saber qué camino seguirán las series de ficción en un futuro. "No me atrevería a decirlo", evidencia el profesor de la UPV; "quizás estemos viviendo una burbuja de burbujas". Lo que sí es cierto es que con los siguientes catorce capítulos de Mad Men el espectador resarcirá su curiosidad por saber quién es en realidad Don Draper, más allá de lo que parece ser.