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La génesis de una sólida amistad

La génesis de una sólida amistad

Dirección: Petter Naess. Guion: Ole Meldgaard, Petter Naess y Dave Mango. Reparto: Rupert Grint, David Kross, Florian Lukas, Lachlan Nieboer. Idiomas: Alemán, inglés y noruego. Duración: 101 minutos.

LA contundente orografía noruega sirve de escenario plástico para relatar una historia de amistad y supervivencia. Basada en hechos reales, salvaguardada durante años entre los lugareños como motivo de recuerdo y atisbo de esperanza, Perdidos en la nieve es un alegato antibelicista en plena operación de reconquista de un nuevo país: la recóndita Noruega. Los nazis y los flemáticos ingleses, representados a través de cinco elementos enemigos, intentan resguardarse en una cabaña amiga para poder ahuyentar el frío y la desolación.

El equipo de esta producción noruega decidió rodar en el mismo sitio donde se estrellaron los aviones de los supervivientes alemanes e ingleses. No les servía cualquier montaña indómita con perspectiva de nieve. Fueron al mismo lugar de peregrinaje. Como decíamos, los lugareños aún recuerdan, reviven y exaltan la amistad entre estos cinco supuestos enemigos que, a través de la convivencia y un humor entre irónico, redentor y lacónico, ahuyentan los fantasmas y hacen de la oposición y la desconfianza un frente común.

El director Petter Naess, nominado a los Oscar por su segunda película (Elling), construye un relato convincente y tramado de rencillas, prejuicios, y una actitud curiosa forjada en los lugares comunes de la disciplina. Habló con uno de los protagonistas del relato original, Horst Schopis, de 98 años, que jamás olvidará aquel 27 de abril de 1940, en el que un bombardero de la Luftware pilotado por él mismo fue derribado por una caza de la Real Fuerza Aérea en Grotli, una aldea montañosa donde los noruegos jugaban con ventaja para moverse e imponer su conocimiento del medio.

Muchos pondrán irremediablemente la mirada en el actor Rupert Grint, el pelirrojo de Harry Potter. Uno de los rostros que no ha despegado de Hogwarts. El director solo buscaba un joven pelirrojo, pero su representante quería asegurar, como fuera, la contratación de un actor madurado y crecido en las ocho películas de la saga. Un intérprete que piensa en el retorno frente al ascenso fulgurante de sus excompañeros de la escuela de magos. No está mal en su papel de guasón inmaduro.

La significación de un hecho universal, la amistad en el campo de batalla, tiene un valor simbólico en Perdidos en la nieve. En el fondo, es una representación de una amistad entre iguales: artilleros, tenientes, capitanes y suboficiales. Es decir, una jerarquía controlada, no una amistad entre víctimas y verdugos (como el prisionero y el funcionario).

Además, desde el punto de vista cinematográfico, el director sabe encauzar el material de complicidad, desconfianza y consigue hacer creíble el acercamiento entre los dos bandos. Crea un microcosmos propio donde acelera la creación de un ambiente hostil transformado en un sentimiento más amable y vulnerable. Es lo que trata la película: la relajación y vulneración de unos principios frente a hechos extremos.

Sin llegar a invocar otra serie de soluciones melodramáticas y ribetes de sensiblería, juega con solidez sus cartas (el director quería que los actores estuvieran presentes durante todo el rodaje aunque no aparecieran en escena) y fortalece su credibilidad temporal. En esos escasos días se fragua una chispa de simpatía. La amistad se traslada al mensaje final. Ahí nos hablan del futuro de los protagonistas, de su destino: la amistad que sobrevivió a la guerra y a esa cabaña. Un acontecimiento que anuncia Perdidos en la nieve. La génesis de un relato que resguardan las montañas.