Bilbao. Fue un buscavidas de las letras, un hombre que se ganó el pan sudando tinta, aquella que gastó para presentarse a un sinfín de concursos literarios que le dieron para comer. Cuando estaba un paso de que se le considerase de profesión: concursante, surgió la idea de homenajear a H.G. Wells, un escritor de literatura fantástica. "Me pregunté qué habrían sentido los lectores contemporáneos de Wells al leer su novela en una época en que la ciencia estaba sembrando el mundo de maravillas", al hilo de la lectura de La máquina del tiempo, la célebre novela. De ahí nació, El mapa del tiempo, primera obra de la trilogía que ahora presente su segundo fascículo, la novela titulada El mapa del cielo.
¿Tan dura es la realidad que hay que refugiarse en la fantasía?
Es un género que me ha gustado desde la infancia, aunque sí, es cierto, la realidad no pinta bien, no resulta atractiva.
Lo dicho: una escapadita al mundo de la imaginación...
Hay gente que escribe para hacer pensar y otros que escriben para hacer soñar: yo milito junto a los segundos.
¡Hacer soñar y quitar el sueño! Sus lectores se desvelan con las lecturas...
Me alegra que me diga eso, porque recoge el espíritu desde el que escribo: crear un mundo que cautive como otros crearon mundos que me atraparon a mí.
¿Sobre qué no se le pasa por la imaginación escribir?
Sobre algo realista. La batalla inmobiliaria, por ejemplo, me parece algo muy poco literario.
Está bien: concedido el deseo de montar en la máquina del tiempo. ¿Hacia dónde vamos?
Hacia el futuro, por supuesto. El pasado ya lo conocemos. Sueño muchas veces con hacer ese viaje y conocer que nos espera allí adelante.
Juguemos al tarot: ¿qué porvenir sale en las cartas?
Es muy difícil. Todo este mundo de internet y las redes sociales imagino que provocará una generación de solitarios acompañados.
¿Y eso le gusta?
No, claro que no. Me gustaría un futuro más humano y menos determinado, menos hecho por la máquina. Y eso que soy muy comodón.
¿También para la escritura?
No, ahí soy muy disciplinado. No me queda más remedio. Con las exigencias actuales del mercado editorial te tienes que marcar horarios de oficina para cumplir los plazos. Y ahí se presenta otro problema.
¿Cuál?
Al no ser un puesto de trabajo al uso, uno no tiene vacaciones de verano; no existen Semana Santa y Navidad.
En casa le dirán que...
Mucho no me dicen porque tuve la precaución de juntarme con otra persona escritora. Así compartimos musarañas e inspiración.
Que le tiene que pillar, ¿dónde?
Paseando. Soy incapaz de escribir mientras viajo o de sentarme sin tener la novela
Se ganó el pan con el sudor de sus cuentos...
No quería un trabajo de oficina con ojeras, un trabajo en el que le robase horas al sueño para escribir.
¿Y?
Afortunadamente, casi cada Ayuntamiento de España tiene un certamen literario, un concurso. Hay cientos. Y me dediqué un tiempo a vivir de ellos.
¿Medía los gustos de cada región?
Casi, casi. Pero en todos los cuentos intentaba dejar un poco de mi sello, de ese mundo fantástico.
¿Qué se siente a la espera de un veredicto?
Ja, ja, ja. Nunca lo he pasado tan mal como cuando dependes del fallo del jurado. Veías la llamada con un prefijo raro y pensabas: ya está.
Descolgabas y...
Es curioso. La primera palabra era ¡enhorabuena! Pero no sabías por qué ni de dónde. No sabías si era un primer premio o un accésit; si era de Calatayud o de Estepona... Era divertido.
¿Estuvo alguna vez al borde del plato vacío?
Afortunadamente, siempre tuve un remanente para vivir. A veces justo, pero para vivir.
¿Cuántas veces le han dicho: me ha pasado algo que es para escribirlo...?
¡Ufff! Y cuántas veces te lo han contado y tú piensas, esto no tiene medio pase.
¿No le inspira la calle?
Alguna vez sí. Por ejemplo una vez me contó un amigo que se había quedado encerrado en un desván y tenía que ir a buscar a su hija al colegio. De ahí nació un cuento en que al protagonista le pasaba lo mismo. Logró hablar con una vecina y resulta que ésta estaba medio loca por un hijo que había perdido y...