oTRA barrera más superada. Al menos, así será si se cumplen las expectativas. Son cuatro: Ania Miner, Ibon Casas, Ana Mujika y Juan José Guirado, todos ellos ciegos, lo que no será óbice para que realicen una travesía en velero por el Cantábrico. Ayer salieron de Zumaia para navegar hasta el puerto marítimo del Abra en Las Arenas, en la desembocadura de la ría del Nervión. El objetivo del proyecto es demostrar a la población que los invidentes pueden llevar a cabo tareas que casi nadie esperaría.

Todo comenzó por una idea de Floren Probanza, quien dirige la escuela náutica de su mismo nombre. Su intención era enseñar navegación a personas invidentes, cosa que hizo en junio a los cuatro protagonistas. Tan ilusionados acabaron los aprendices, que el siguiente paso solo podía consistir en aplicar sus nuevos conocimientos al mundo real. Y así es como finalmente zarparon a las 9.00 de la mañana de ayer, antes de la pleamar, los cuatro navegantes acompañados de su maestro Floren Probanza y un voluntario amigo suyo, rumbo al puerto del Abra, al que llegaron al atardecer. El velero en el que viajan es un Beneteau Oceanis de 44 pies (13,70 metros) de eslora, propiedad de la Escuela Náutica de Probanza. Tras pasar la noche en la nave, hoy visitarán la Escuela Superior de Náutica de Portugalete y el Museo Marítimo de Bilbao, y mañana zarparán de regreso al puerto deportivo de Zumaia.

De Ania Miner, donostiarra de 28 años, se podría decir que su minusvalía nunca le ha impedido seguir su rumbo. Esta estudiante de derecho ha viajado como voluntaria a Nepal o la India, entre otros lugares en los que ha estado. "Merecemos las mismas oportunidades que los demás", manifiesta la joven, que recuerda que la sociedad actual no es del todo justa con los invidentes. En su página web (soundofdreams.com), esta donostiarra plasma sus pensamientos, ideas y sueños, entre los que aún no se ha cumplido trabajar en su profesión, pues por su minusvalía le deniegan la posibilidad de hacer prácticas.

No obstante, esta vez ha sido distinto. Gracias a la dedicación de Probanza y a la ilusión y las ganas de aprender de los cuatro compañeros, su sueño de navegar se ha hecho realidad. Ania, como buena hija de Donostia, siempre ha sentido un apego especial por el mar.

Con este viaje, la joven intentará revelar dos cosas. Por un lado, quiere demostrarse a sí misma que, a pesar de su ceguera, es capaz de ayudar en la navegación de un barco, con la responsabilidad que ello conlleva. Por otro lado, sabe que su arrojo y el de sus compañeros puede ser un ejemplo para aquellos invidentes que no confían en sus posibilidades. "Creo que este es un proyecto muy necesario", opina.

cuestión de voluntad Además, Ania expone que la navegación se rige mucho por otros sentidos además del de la vista, como el oído o el tacto. "Para mí este proyecto es un reto para salvar una nueva barrera que, como siempre, superarla es cuestión de voluntad", señala. Esta donostiarra desea poder "ver", como ella misma precisa, cetáceos, sus animales preferidos, durante la travesía, y escuchar como saltan sobre las olas. Aunque es algo inusual, no es la primera vez en la historia que invidentes se encargan de llevar el timón en un barco. Ania conoce algunos casos en Inglaterra, Alemania o en San Francisco (Estados Unidos), donde es famoso un patrón de barco ciego.

Ibon Casas, donostiarra de 41 años, se considera un "vividor" porque le encanta vivir. Esta experiencia le aportará, según cree, "una gota más de vida". El más veterano del grupo es Juan José Guirado, de 52 años y nacido en Donostia. De navegar destaca la "interesante y placentera" sensación de libertad. Finalmente, Ana Mujika, de Idiazabal y 46 años, comenta que "en el mar se viven sensaciones que no puedes vivir de ninguna otra manera; es una aventura".