Bilbao. "Mi primer amor son los viajes", afirma solemnemente Jorge Sánchez. No hace falta que lo jure. Lleva 39 años danzando por el mundo. Actualmente peregrina a Santiago por la ruta norte. Esta semana hizo un alto en el camino en Bilbao.

¿Cuándo comenzó a viajar?

A los 13 años.

Con su familia, supongo.

No. Yo solo. Me escapé de casa. Quería atravesar África. Llegué hasta el Sahara pero, cuando iba a pasar a Mauritania, las autoridades me devolvieron a España.

¿Por qué se fue?

Porque quería descubrir todo lo que había leído en las enciclopedias. Tenía ansia por conocer el mundo.

¿Cuál fue su siguiente salida?

A los 18 años. Una vez que tuve el pasaporte, me fui a Europa. Estuve dos años viajando en autostop, trabajando en cualquier cosa y durmiendo en los parques.

¿Cuándo decidió dar la primera vuelta al mundo?

Con 28 años. Hasta entonces ya había viajado por muchos países, pero pensé que era el momento de dar la vuelta al mundo. Volví con 31 años. Tardé 1.001 días. En la segunda vuelta invertí un año; en la tercera, ocho meses, y en la última, 80 días, como Phileas Fogg.

¿De dónde saca el dinero?

De la venta de mis libros, que ya llevo 20 publicados, y de trabajos esporádicos en la Costa Brava como guía turístico, ya que domino varios idiomas. O fregando platos o haciendo lo que se tercie. Antes trabajaba en los países por donde iba viajando, pero eso ahora está más difícil. Te exigen muchos permisos.

¿Cuántos idiomas domina?

Ocho. No de forma perfecta, pero sí para desenvolverme. Habló bien inglés, francés, alemán, italiano, español y ruso. Luego, me defiendo en chino mandarín y japonés.

¿Cómo los ha aprendido?

Viviendo en los lugares donde se hablan. La necesidad te obliga a tener que comunicarte y, por tanto, a aprender idiomas.

¿Qué medios de transporte utiliza?

Si puedo, voy a pie, que es la forma más antigua y natural de viajar. Si no, en autostop o en tren. El avión lo evito al máximo porque es más caro y te pierdes lo que hay entre el origen y el destino.

¿Qué lleva de equipaje?

Un saco de dormir, una muda, útiles de aseo y una liberta y un bolígrafo para plasmar mis impresiones y poder escribir los libros.

¿Con qué país se queda de los 194 en los que ha estado?

Si es por paisaje, con Nepal y las montañas del Himalaya; luego, con Filipinas e Indonesia.

¿Y por la gente?

Tal vez, con la India. Me siento muy a gusto con los indios.

¿A qué país no volvería?

A Afganistán. No por lo bonito o feo que sea, sino porque me trataron muy mal. Estuve encarcelado. Solo pensar en volver, me entran escalofríos.

Dígame su comida preferida de algún país.

No tengo preferencias. Yo me adapto a todo. He comido desde hormigas culonas en Colombia hasta sesos de mono en Taiwán y osos hormigueros en Perú. Tengo el estómago a prueba de bomba.

Cuando llega a un país, ¿qué es lo primero que hace?

Tomarme una cerveza local y coger un tren.

¿Qué busca en los viajes?

Conocer a otras gentes, otras culturas, y el planeta.

¿Recomienda viajar?

Sí, claro. Viajar abre la mente. Es bueno para no creerte que lo tuyo es lo mejor.

¿Cuál será su próximo viaje?

Cuando acabe el Camino de Santiago, me iré a Sudán del Sur, el nuevo país, y a finales de año emprenderé una nueva vuelta al mundo.

¿Le queda algún lugar del mundo por conocer?

Sí, muchos. Y espero ir a esos lugares. Por ejemplo, unas islas de Oceanía, poblaciones de la Antártida, pequeñas repúblicas de Asia…

¿Ha pensado alguna vez en quedarse a vivir en alguno de esos países exóticos que ha conocido ?

No. Nunca he pensado en quedarme en la Polinesia, por ejemplo, que tiene un paisaje maravilloso. Yo siempre quiero volver a casa.