EL cubo de Rubik encerraba un enigma casi impenetrable. ¿Cuál es el menor número de movimientos necesario para resolverlo? Hasta ahora dos investigadores estadounidenses habían conseguido probar que con 26 movimientos se podía descifrar cualquier desorden de este rompecabezas. Pero es mentira. El llamado número de Dios, el término con el que los expertos denominan al número máximo de movimientos necesario para resolver de forma óptima el cubo, es el veinte.
Despejada la incógnita, volvamos a intentarlo. Porque ¿quién no tiene guardado algún juego de estos en algún lugar de la casa? ¿Quién no lo ha abandonado en un cajón por impotencia? ¿Cómo es posible que un sencillo cachivache de seis caras y nueve cuadraditos por cara pueda con la paciencia del más pintado? Muy fácil. A pesar de que el cubo sólo cuenta con 27 piezas, de las cuales seis están fijas, el artilugio tiene 43 trillones de posiciones posibles. Por eso, páginas en internet, vídeos en YouTube y millones de fotocopias y aplicaciones explican paso a paso cómo no tirar nuestra paciencia a la basura. Eso, sin contar la picaresca de las pegatinas de colores.
Gracias al empleo de algoritmos y técnicas informáticas, el número de movimientos necesarios para resolver el juego se ha ido reduciendo en las últimas décadas, hasta llegar al auténtico Santo Grial del cubismo; el 20. Esto quiere decir que todos los cubos, por muy revueltos que estén, pueden ventilarse con sólo dos decenas de movimientos, y que ninguno requiere más que eso (aunque muchos precisen menos, naturalmente). Para llegar al número de Dios (sólo el Todopoderoso podría resolver el cubo con tan pocas vueltas), se ha empleado una supercomputadora donada por Google, que ha realizado un trabajo equivalente a 35 años en un ordenador convencional.
El profesor Davidson, responsable de la investigación en la Universidad de Kent (Gran Bretaña), explicó que, a día de hoy, la cifra mínima de movimientos era una "creencia religiosa", puesto que nadie había podido demostrar ese tope. Por ello, decidió iniciar este proyecto con las sospechas de que cualquier jugador necesitaría al menos 21 giros de cubos interiores. Para facilitar el trabajo, Davidson y compañía decidieron dividir todas las posibilidades en 2.200 millones de grupos, cada uno con 20.000 millones de posiciones distintas. Al principio, descartaron todas aquellas opciones que podrían duplicarse y usaron también simetría para reducir combinaciones similares.
Así, el equipo británico consiguió reducir las opciones iniciales hasta 56 millones de posibles combinaciones, si bien necesitaban reducir aún más esta cifra. Debido a la cantidad de tiempo que requerirían los ordenadores habituales, decidieron pedir ayuda a Google y a una supercomputadora. "Pero finalmente he conseguido cerrar un círculo que comenzó con uno de los iconos de los años 80, el cubo de Rubik", reconoció Davidson.
Años de misterio Desentrañar el misterio ha costado décadas. En 1981, Morwen Thistlethwaite, profesor de Matemáticas de la Universidad de Tennessee, concluyó que el juego podía resolverse en 52 movimientos. Investigaciones posteriores fueron reduciendo el número hasta que en 1995 Michael Reid bajó drásticamente la cifra y la situó en 29.
Una década después, Silviu Radu, del Instituto Tecnológico Lund (Suecia), redujo en dos el número de movimientos. El reto de resolver el cubo en, como máximo, 26 movimientos lo asumieron Dan Kunkle y Gene Cooperman, que en mayo de 2007 parecían dar por terminado el algoritmo de Dios. Sin embargo, un matemático de la Universidad de Stanford, llamado Tomas Rokicki, redujo hasta 22 el número de movimientos necesarios para resolver el cubo. Todos buscando soluciones al endemoniado juego que nos ha tenido treinta años rompiéndonos la cabeza.