L jueves termina un año negro, otro más, para el sector del automóvil. A los problemas estructurales que lo acucian se han sumado los efectos de la pandemia que aún azota. La combinación ha desatado una tormenta perfecta que amenaza la subsistencia de muchas empresas del ramo. Fabricantes, proveedores y distribuidores viven en una montaña rusa que no termina de remontar. Las esperanzas de recuperación en 2021, alentadas por la llegada de las vacunas, tropiezan en los rebrotes de la enfermedad y en trabas como el aumento de impuestos asociados a las emisiones contaminantes. Así que los más pragmáticos se conforman con pasar del negro al gris.

Aplicada a una gráfica de ventas, esa evolución cromática supondrá alcanzar el año que viene un volumen de matriculaciones ligeramente por encima de las novecientas mil unidades. Los más soñadores, entre los que se cuentan los autores de un reciente informe del BBVA, se desmarcan del consenso y apuntan incluso al millón, cifra redonda que los propios directivos del mundo del automóvil consideran casi utópica. Todo crecimiento será celebrado como un paso adelante respecto a un 2020 que, salvo sorpresas de última hora en forma de automatriculaciones o esprines puntuales de determinadas marcas, va a concluir con no más de 850.000 ejemplares facturados.

El ejercicio a punto de concluir comenzó razonablemente bien, con registros prometedores que sugerían un posible progreso respecto a 2019. Pero en marzo todo se fue al garete por culpa de este virus viajero y letal, que paralizó medio planeta y ha cambiado la escala de valores de la sociedad. El confinamiento de la población debido a la emergencia sanitaria, y el consiguiente cese de actividades en factorías y concesionarios, dejó el marcador a cero durante semanas.

La reapertura de puertas en mayo se produjo de manera paulatina. El ritmo se fue animando poco a poco, hasta alcanzar su cota máxima en julio; Bizkaia marcó entonces el mayor crecimiento en el Estado, con una subida del 41,22% respecto al año precedente y 2.460 unidades entregadas. La propiciaron la demanda acumulada, además de los incentivos económicos articulados por la administración y las empresas. Desde ese momento, el mercado ha ido perdiendo fuelle mes tras mes, probablemente debido a un cúmulo de factores entre los que destaca la incertidumbre ante el futuro.

A diferencia de otras, esta crisis no obedece a causas financieras sino a motivos de salud. Esa es la razón que induce a algunos expertos a vaticinar una cierta recuperación en 2021, especialmente si la carrera de la vacunación llega a meta. Sin embargo, el escenario se vuelve a complicar por culpa de un nuevo contratiempo que empaña los visos de optimismo.

El 1 de enero entra en vigor en toda la Unión Europea el nuevo protocolo WLPT (Worldwide Harmonized Light-Duty Vehicles Test Procedure, o Procedimiento Mundial Armonizado para Ensayos de Vehículos Ligeros). Este método es capaz de registrar con mayor precisión el consumo y las emisiones contaminantes de los coches. Como consecuencia, dichos valores van a aumentar de forma generalizada, entre un 20 y un 30%, respecto a los obtenidos con el sistema precedente (NEDC). No es que los coches consuman y contaminen más de repente, sino que el WLTP supera en realismo y fiabilidad al sistema oficial vigente hasta ahora.

El problema es que una parte de las cargas que gravan al automóvil en algunos estados de la UE, como el español con el Impuesto de Matriculación, van vinculadas a las emisiones. De modo que cualquier incremento en el dato de dióxido de carbono homologado puede redundar en una subida del precio final a pagar por la clientela.

Los fabricantes estiman que el cambio perjudica a un 70% de los modelos en activo. Prácticamente todos los provistos de motor de explosión que hasta ahora quedaban exentos de la tasa de matriculación al no alcanzar el promedio de 120 gramos de CO2 por kilómetro, pasarán a cotizar el tramo básico del 4,75%. También se verán afectados algunos vehículos híbridos, incapaces de permanecer por debajo de ese límite de 120 g/km. Por el mismo motivo, otros automóviles pasarán a cotizar en un tramo impositivo superior, saltando del 4,57% al 9,75% por expeler 160 o más gramos, y al 14,75% si superan los 200 g/km.

Concesionarios y constructores cifran en unos mil euros el incremento medio en el precio de los coches por esta razón a partir de enero. Temen, como es lógico, que la medida constituya un obstáculo adicional en el camino del sector hacia la recuperación. Por ello, reclaman sin éxito medidas de equiparación semejantes a las adoptadas por los gobiernos francés y portugués, que han elevado el nivel de tolerancia en las emisiones de los coches. Si el ejecutivo español no da marcha atrás, dicen, se podrían dejar de vender entre 1.000.000 y 1.100.000 automóviles en 2021. En consecuencia, las expectativas de crecimiento se verían frustradas y, paradójicamente, las arcas públicas dejarían de ingresar entre 400 y 500 millones de euros en impuestos. Algunas voces alertan incluso del riesgo que la medida comporta para el empleo en factorías y redes de distribución.