Cuando una marca Premium hace distinciones para encomiar una parte de su catálogo sobran las palabras. En el caso de BMW, esa élite se denomina GKL, siglas que provienen de la expresión alemana Gro?e Klass (gran clase). Aglutina la flor y nata del repertorio, una selección de sus más sofisticados, refinados y costosos productos. De ese club de la excelencia, que orbita fuera del alcance económico de la gran mayoría, forman parte creaciones como el Serie 7, el X7, el i8 y el propio Serie 8, completado con la incorporación de la variante Gran Coupé. El exquisito deportivo, hasta ahora disponible en formatos cupé y convertible, obtiene una convincente coartada familiar por medio del logrado envase largo de cuatro puertas, respetuoso con la figura y el temperamento originales. El Serie 8 Gran Coupé, que asume definiciones y motorizaciones conocidas (diésel de 320 CV y gasolina con 340 y 530), exige desembolsos ligeramente menos elevados que el Coupé y el Cabrio: entre 101.900 y 137.100 euros.

La tercera declinación del Serie 8 también es una derivada de la primera, la Coupé, cuya silueta evoluciona. La operación depara un envase más largo, provisto de cuatro puertas, que confiere un plus de versatilidad sin traicionar el espíritu deportivo inicial. La prolongación de la eslora 23 centímetros (alcanza 5,08 metros) permite añadir 20 entre ejes (presenta 3 m. de batalla); la anchura aumenta 30 milímetros y la altura gana otros 61.

El estirón, que no altera las facciones del vehículo, sí permite expandir un poco la cabina. La dosis extra de habitabilidad y la accesibilidad que brindan las puertas posteriores hacen insospechadamente práctica esta interpretación, dispuesta a asumir ciertos cometidos propios de las berlinas. Sus plazas traseras, por ejemplo, se ganan el derecho a ser consideradas como tales; son dos reales, más una central nada recomendable porque el túnel de transmisión resta sitio para las piernas. Acomodan correctamente adultos de corpulencia media, si bien su nivel de confort y accesibilidad no es comparable al brindado por las excelentes butacas delanteras. El Serie 8 Gran Coupé ofrece, asimismo, un portaequipaje de capacidad interesante (440 litros).

Como cabe deducir por el talante y por la tarifa, esta creación sale a la calle de punta en blanco, adornada con unos materiales y una puesta en escena suntuosos. Además, va pertrechada con todos los avíos tecnológicos imaginables, encaminados a garantizar una precisión de movimientos y un grado de bienestar máximos. Su manejo resulta, por tanto, sumamente confortable y gratificante. En especial para quienes aprecian y disfrutan de la conducción deportiva.

Cualquiera de los tres propulsores que BMW propone para animarlo genera elevadas dosis de satisfacción a quien pilota (a veces no tantas a los acompañantes). Alguno de esos motores en particular incita a constantes derroches de adrenalina. Se trata, como es obvio, de la mecánica gasolina V8 de 4,4 litros y 530 caballos que mueve a la versión M850i. Esta ejecución del Serie 8 Gran Coupé es capaz de hacer perder la cabeza (en el pleno sentido de la expresión) con su vertiginoso poder de aceleración: brinca de 0 a 100 km/h en 3,9 segundos. Quien considere que estas reacciones no son lo bastante fulgurantes habrá de esperar al año que viene, cuando se sumarán al catálogo dos variantes del modelo aún más impetuosas: la M8 de 600 CV y la M8 Competition con 620, que reclamarán 172.400 y 194.120 euros respectivamente.

El reparto motriz del modelo incluye, no obstante, variantes menores, si es que se puede calificar de tal modo a las impulsadas por los bloques V6 3.0 diésel y gasolina. El primero anima al 840d y rinde 320 CV; el segundo impulsa al 840i y entrega 340 CV. Salvo este último, que permite optar también a propulsión trasera, el resto de la gama remite siempre su energía a las cuatro ruedas por medio del sistema de tracción integral xDrive. La transmisión es, en todos los casos, la automática Steptronic Sport de ocho relaciones.