BAIKONUR es el primer cosmódromo del mundo, eso lo dice todo”, comentó el cosmonauta Fiódor Yurchijin. Desde hace 65 años el complejo de lanzamientos en la estepa kazaja es la piedra angular del programa espacial ruso, y desde él han despegado más de 300 astronautas y miles de cohetes con naves y satélites.

“Ningún otro puerto espacial ha efectuado tantos lanzamientos. Ni siquiera de cerca. Se han lanzado las más diversas modificaciones de cohetes”, afirmó Yurchijin tras inaugurar una muestra dedicada al 65 aniversario del principal cosmopuerto ruso en el pabellón “Espacio y Aeronáutica” de VDNJ, el mayor recinto de exposición de Moscú.

El cosmonauta, de 61 años y que voló en cinco ocasiones al espacio, recordó que “desde la rampa Gagarin.

Esta mítica rampa, desde la que despegó en 1961 Yuri Gagarin, primer hombre en volar al espacio, ha superado el paso del tiempo y actualmente está en proceso de reconstrucción para asumir nuevos retos, “porque la vida no se detiene”, agregó Yurchijin.

“Por eso tenemos la esperanza de que Baikonur no se convierta en un museo y siga siendo el cosmódromo del planeta Tierra”, sonrió.

“El 12 de enero de 1955 llegaron los primeros constructores. Alrededor solo había una estepa salina. Y ya el 15 de mayo de 1957 se lanzó el primer cohete portador. Las obras se hicieron con mucha rapidez y calidad, porque los primeros lanzamientos transcurrieron con normalidad”, señaló el cosmonauta.

El 28 de julio de 1955 llegó el primer grupo de ingenieros especializados en cohetes al complejo espacial, desde el cual se lanzó en 1957 en tiempo récord el primer satélite artificial de la Tierra y en 1961 el primer vuelo tripulado con Gagarin a bordo. El cosmopuerto fue ampliado desde entonces paulatinamente y hoy duplica el territorio de la capital rusa, Moscú, y alcanza una superficie de 6.717 kilómetros cuadrados.

Los orígenes de Baikonur se remontan a la época de la guerra fría y tienen mucho de leyenda: se cuenta que a mediados de la década de 1950 la Unión Soviética creó un cosmódromo falso en las cercanías del poblado homónimo, con lo que logró ocultar la verdadera ubicación de las instalaciones hasta 1957.

Por otro lado, tras el vuelo de Yuri Gagarin, este afirmó que la rampa de lanzamiento de su nave, la Vostok, se encontraba en Baikonur, momento desde el que se comenzó a utilizar este nombre. Desde este cosmódromo se han efectuado más de 5.000 lanzamientos. De sus rampas partieron la estación orbital rusa Mir y los módulos de la Estación Espacial Internacional (EEI), cerca de 120 cosmonautas y dos centenares de astronautas de otros países. “Todos los demás (cosmódromos) se construyeron en base a la experiencia del Baikonur, y no solo por sus logros, sino también por los errores”, comentó Yurchijin.

La base espacial pertenecía inicialmente a la Unión Soviética, pero tras la desintegración de la URSS en 1991 quedó en territorio de Kazajistán, por lo que Rusia firmó en 1994 un contrato de arrendamiento con la nación centroasiática hasta 2004, acuerdo que fue extendido hasta 2050.

Rusia paga a Kazajistán 115 millones de dólares al año por utilizar el complejo de lanzamientos espaciales.

Mirando al futuro, surge la pregunta de qué pasará con este cosmódromo, en el que trabajan 10.000 personas, cuando venza el contrato entre Rusia y Kazajistán dentro de treinta años. “Yo espero estar vivo en 2050 y entonces te diré”, se ríe Yurchijin.

exposición

La importancia de Baikonur queda recogida en una exposición preparada específicamente para su 65 aniversario. En un espacio propio dentro del pabellón de VDNJ dedicado a las hazañas espaciales de la Unión Soviética y Rusia.

Varias maquetas de sus instalaciones, fotografías históricas, vídeos, notas e informes de los primeros jefes del polígono -el teniente general Alexéi Nesterenko y el teniente general Alexandr Kurushin-, así como documentos en los que se pide condecorar a los principales constructores, ilustran sus más de seis décadas de vida.

Mesas de luz recogen información sobre quienes construyeron y explotaron esta gigantesca instalación espacial, en la que el próximo 4 de octubre se festejarán oficialmente los 65 años de Baikonur, celebración que tuvo que ser aplazada en junio debido a la pandemia del coronavirus.

Para Andréi Yurásov, subdirector de la Agencia Federal de Archivos, entidad responsable de la parte documental de la exposición, Baikonur es “una página luminosa de la historia rusa”.

“Se convirtió en un claro ejemplo de cómo un Estado que diez años antes había salido de una guerra, logró movilizarse y alcanzar un desarrollo tal de la Ciencia, la técnica, la industria de la defensa que acabó creando una instalación tan grande e importante”, resumió.