"Es importante escuchar mucho y hacer poco caso. Y menos al gordo, porque yo tengo una visión muy concreta y muy parcial del cine y no tiene que coincidir en absoluto con la vuestra", dice el director. Los alumnos, numerosos por eso de que el orador tiene gancho popular, quedan taciturnos ante esta forma tan poco usual de comenzar una masterclass. Ignoro si el autor de Acción mutante ha preparado su disertación, que será lo más probable, pero hay pasajes en la misma que me son desconocidos, y eso que conozco a Álex desde que enredaba con los decorados en el centro Territorial de TVE en el País Vasco, mientras otro inolvidable, Álex Angulo, debutaba ante las cámaras haciendo el papel de camarero en el programa Café Panamá. Y poco a poco los dos fueron abriéndose camino, a veces conjuntamente.

Los inicios

Defiende a ultranza su pasión por el cine, y me consta que cuando se estrenó La guerra de las galaxias la vio una treintena de veces seguidas. No había magnetoscopios y era la única forma de estudiar cómo estaba hecha. Otro tanto ocurrió con Alien. "Hubo un momento en que alquilamos una copia resumida en super 8 que duraba diez minutos. ¡Una proyección en tu casa! La vimos infinidad de veces. Creo que nadie ama el cine más que yo en el mundo. El momento en que vi mi primera película proyectada fue un momento de explosión onanista, digamos", asegura.

Pocas veces a un realizador de cine le ha marcado tanto su primer trabajo, un cortometraje, como a Álex de la Iglesia su Mirindas asesinas. Se lo hacen notar sus alumnos, que muestran con sus abiertas miradas que aquella pequeña obra sigue teniendo un atractivo muy singular. "No teníamos dinero y aprovechamos que estaba haciendo el decorado de un bar para un cortometraje de Iñaki Arteta rodando el mío por la noche. No me siento nada orgulloso", asegura, y entre dato y dato Álex da consejos: "Para mí era fundamental tener dinero para pagar la comida a los actores. Eso es básico, también para los que queréis hacer cine: pagad la comida y todo va a ir bien. Así la gente no se os escapará a medio rodaje, como me ocurrió en Mirindas asesinas. Se me fue uno y tuve que sustituirle poniéndome de espaldas a la cámara con su chaqueta".

El humor de lo absurdo

Álex siempre ha sido partidario del humor de lo absurdo. Hay algunos críticos que le echan en cara que su cine no tiene mensaje, pero él se cisca en esas opiniones: "Odio eso. La risa tiene sentido en sí misma. Es el ácido corrosivo que disuelve todo lo que nos hace sufrir en la vida, todo lo negativo, hasta la propia angustia. ¿Por qué debe tener un sentido? ¿Por qué además mi cine tiene que hablar de la codicia en el mundo, la ambición, la bondad, la justicia€? El hecho mismo de reírse justifica una existencia".

Pone como ejemplo las películas de Preston Sturges, en una de las cuales, Los viajes de Sullivan, se habla precisamente de esto. Es un título que le gusta citar a pesar de que Sturges no es su favorito: "Vittorio de Sica probablemente sea el mejor director de la historia, y El ladrón de bicicletas posiblemente la mejor película que he visto, aunque me gusta más Milagro en Milán, precisamente porque no tiene esa carga de importancia", remacha.

Sobre todo, entretenimiento

De la Iglesia lanza una llamada en pro de la felicidad: "Por el amor de Dios, ¡no escuchemos a la gente que opina que el cine de entretenimiento es cine frívolo! ¿Cómo que el entretenimiento es frívolo? El trabajo es importante, ¿y el entretenimiento no? Entonces, ¿para qué estamos en la vida? ¿Cuál es el objetivo de la vida? ¿Trabajar? ¿Trabajar, para qué? Para ser felices, ¿no? En definitiva, estamos hablando de la felicidad. ¿No es importante algo que consigue hacerte feliz? Si en realidad la felicidad es el objetivo de una vida, ¿de qué estamos hablando? La experiencia de humor automático, sin ningún tipo de compensación moral o ética posterior, funciona y me interesaba mucho contarlo".

Las dos primeras películas

Esta filosofía le ha costado más de un disgusto, sobre todo cuando en 1973 decidió hacer su primer largometraje, Acción mutante: "No querían que yo hiciera la película. Había gente que decía No hagas esto porque es una mierda. No vas a poder pagar las deudas que vas a generar y además no va a tener una repercusión en tu carrera, sino que va a ser tu único momento de gloria para volver al cortometraje. Quizá tengas suerte y hagas otro más, pero no mucho más y no vas a poder vivir de esto. Cuando has conseguido hacerla te martirizan asegurando que es una película irregular, porque eres una persona que no tiene suficientes conocimientos como para liderar una producción como ésta. Y luego el trabajo se convierte en un clásico".

El segundo largometraje de Álex, El día de la bestia, fue otro boom de taquilla. ¡A quién se le ocurre mezclar la placidez de los villancicos y los Reyes Magos con la llegada del anticristo! Y el actor Álex Angulo se afianza a nivel estatal incorporando a un jesuita que investiga el significado del 666 infernal. "A los jesuitas les tengo respeto y admiración, porque esa especie de carácter beligerante con respecto a ideas estúpidas que tengo me proviene de un espíritu profundamente jesuítico. Lo poco que sé lo he aprendido de ellos. Angulo, en El día de la bestia, es un jesuita claramente de la Universidad de Deusto", dice.

Cuando el cine es la vida

Álex de la Iglesia ha entrado ya en una etapa en la que a modo de calendarios utiliza su filmografía. Este es un privilegio que únicamente poseen los que no se arrepienten de ella: "Con la edad el cine se empieza a convertir en una experiencia vital y empiezas ya a no distinguir bien entre las películas y la vida. Tú ya no cuentas los años, sino las películas, y te dices: Esto pasó cuando estábamos rodando 800 balas. Esto otro es antes de Perfectos desconocidos, y así".

Es un efecto curioso que solo afecta a quienes no solo gozan del cine, sino haciéndolo. ¡Quién no recuerda los momentos inolvidables pasados viendo una determinada película que le ha marcado para siempre! "De pronto descubres que tu vida son las películas. Estructuras tu existencia no con el aburrido calendario oficial de números, sino con películas, con experiencias que te han cambiado y te han convertido posiblemente en mejor persona. Recientemente, viendo El día de la bestia en una retrospectiva, apareció un plano en el que salían cinco personas ya fallecidas, cinco personas que ya no están aquí, cinco amigos del alma€ Y entonces me dije: Esta película es mi vida, pero no solamente mi vida, sino el refugio de mi vida pasada".

Ese grande llamado Álex Angulo

Una de esas personas era Álex Angulo, protagonista de algunos de sus títulos, pero sobre todo amigo del alma. Traga saliva para hablar de él. "Angulo, ¿qué voy a contar de él? Que me ha hecho mejor persona. Me ha enseñado sobre todo honestidad. Era un tío increíble. Hubo un momento, recuerdo, en Acción mutante, en que Angulo estaba colgado en un mecano tubo, un árbol que construimos en mitad del desierto. Descolgarle nos llevaba hora y media. No podíamos perder un segundo por nada. Entonces le dije: Álex, ¿te importa no cenar hoy? Mira, las cien personas que estamos aquí contemplándote y rodándote nos vamos a ir a cenar a un restaurante estupendo y nos vamos a tomar un café, una copa, etc. y luego vamos a volver, ¿vale? Entonces seguiremos rodando lo tuyo, ¿vale? ¿Qué te parece? Me contestó: Perfecto. Nos fuimos todos y se quedó solo en el desierto. No me quedé ni yo, que al menos lo tenía que haber hecho por honestidad. Hoy es el día en que no me lo perdono. Y como ese detalle, mil. Angulo murió en un accidente de tráfico provocado por su bondad. Le tenía que haber llevado un chófer y dijo: Ya voy yo y os lo ahorro, porque Bendita calamidad era una producción pequeña".

Un mundo en constante cambio

La risa es un elemento imprescindible en el cine de Álex, porque entiende que es la conexión más humana. "Lo maravilloso que tenían aquellas grandes salas cinematográficas, que incluso tenían la teatralidad de los acomodadores, era sentarte al lado de una persona que no conocías de nada y de pronto se convertía en tu amigo porque nos estábamos riendo de lo mismo". Sin embargo, en poco tiempo todo ha cambiado en la industria cinematográfica. Aquellas grandes salas han desaparecido, e incluso la figura del acomodador. En el prólogo de mi libro Los cines de Bilbao, publicado el año 2000, Álex ya aventuró el ocaso de estos grandes espacios. En los últimos años se ha experimentado la mayor evolución del audiovisual en toda su existencia, al marcarse nuevas pautas para la visión de películas en formatos distintos a lo que ha funcionado hasta ahora. La irrupción de plataformas alternativas ha acabado con la piratería y con la apatía de algunos realizadores quejosos de crisis permanente. Jamás se ha rodado tanto como ahora, y además con un resultado tan globalizador.

"El eterno problema de las películas es la forma de financiarlas. El margen de beneficio de un film está en la exhibición. Sin tomarlo como una base fiel, pero sí orientativa: el distribuidor, el que lleva la película a tu cine, se lleva el 20 o el 30% de la taquilla; que el exhibidor lo coja y lo ponga en la pantalla supone el 50%, y el resto, que viene a ser un 20 o 25%, es para el productor. De los 10 euros que cuesta una entrada, dos o tres se lleva el productor, que es el que la ha financiado".

Las nuevas plataformas utilizan un sistema diferente: "Tú llegas a un acuerdo con cualquiera de ellas para hacer una película, te la financian, pero el producto resultante pasa a ser propiedad de esa empresa. No es tuya, como lo era antes. En realidad, trabajando para estas plataformas estamos haciendo cine norteamericano. No es cine español, porque pertenece a una compañía que se llama Netflix o Sony", asegura.

Los nuevos formatos

Por cambiar, también lo han hecho los formatos. A las duraciones estándar de 90 minutos en las películas se suman ahora series que nos recuerdan aquellos antiguos títulos por jornadas y de los que Los tambores de Fu Manchu es un claro ejemplo. Las plataformas han impuesto un prototipo aseriado con distinto número de episodios y de una duración aproximada de 50 minutos cada uno de ellos.

"En el confinamiento todos nos hemos dado cuenta de la necesidad de los audiovisuales, ya sean en formato largometraje o serie. En el cine hay unas condiciones concretas físicas. No puedes estar entrando y saliendo, pero en tu casa sí. Esto abre infinidad de formatos y de pronto nos encontramos, por hacer un símil, con que no solo existe la novela estandarizada, la que todos conocemos, sino también la novela-río y la novela por entregas. Descubrimos que las películas pueden ser como Salgari, pero también como Dickens, Tolstoi o Joyce. La duración de una historia depende del espectador, de su repercusión o del filtro dentro del mercado".

El cine ya se puede ver en cualquier sitio. Es el público el que elige dónde quiere ver las películas: "En este momento una serie española puede llegar a todo el mundo. No es que la vean como antes uno o tres millones de personas. ¡Es que ahora lo hacen ciento diez o ciento once millones! La casa de papel es un ejemplo. Hay muchos productos españoles que están revolucionando el audiovisual en todo el mundo. En este momento, probablemente hagamos el audiovisual de más éxito de Europa. Es alucinante, pero es así".

De la Iglesia es tremendamente optimista ante estos profundos cambios que se están experimentando en la industria cinematográfica. En la actualidad dirige y produce películas que realizan otros directores, y esta conjunción le sitúa en una posición de privilegio para analizar la situación.

"Lo que me importa es la gente que hace lo que sea. Cualquier acción es igual de legítima. Hay cosas pequeñas increíblemente importantes en la elaboración de una película. Soy tremendamente positivo a ese nivel y no puedo tener una visión digamos nostálgica. La nostalgia me parece uno de los grandes errores en la vida. Podemos tener una visión del pasado exclusivamente a un nivel de acopio de base de datos; interesante para no repetir los errores, aprender de ellos y construir una base sobre la que fundamentar un comportamiento o unas reglas. Estamos viviendo uno de los momentos más apasionantes, ambiciosos e importantes a la hora de convertir el audiovisual español en uno de los más potentes del mundo".

Álex de la Iglesia, tras la 'masterclass' que dio en la Seminci de Valladolid.

Una hija en el mundillo

La hija mayor de Álex está estudiando cine. Quiere seguir los pasos de su padre. Cualquiera puede pensar que no le van a faltar consejos a esta muchacha de 18 años. Craso error.

¿Cuánto ha influido en esto su padre?

La pasión que siente por el cine ha salido de ella, simplemente porque le mola. Jamás le he dicho: ¡Mira, cine! De hecho, no creo que haya visto todas mis películas. Nunca hemos hablado de ello. A mí me da vergüenza. Tampoco he querido intervenir en sus gustos cinematográficos. Un día cometí la torpeza de ponerle una película de Buster Keaton y me dijo ¡Qué es esta mierda! Y todo porque era en blanco y negro. ¡Joder, es que antes eran así! Y de pronto, con aquel detalle estúpido, me cargué el cine mudo.

¿Qué gustos tiene?

A ella le va el cine de Eric Rohmer, François Truffaut€ Su película preferida es Submarine (Richard Ayoade, 2010). Tiene unos gustos irracionalmente distintos a los míos. Y eso me encanta. Nos lo pasamos bomba viendo pelis juntos. Por ejemplo, disfrutamos mucho con Mandy (Panos Cosmatos, 2018). Es una de mis favoritas de los últimos tiempos y flipamos. ¡Nos reímos tanto viéndola€!

PERSONAL

Nacimiento: Bilbao, 4 de diciembre de 1965 (55 años).

Familia: Está casado con Carolina Bang desde 2014. Anteriormente había contraído matrimonio con Amaia Díez. Tiene cuatro hijas Rebeca, Claudia, Julia y Daniela.

Formación: Licenciado en Filosofía por la Universidad de Deusto, empezó en el mundo del cómic dibujando para diferentes publicaciones. En sus inicios fue fundador, en su ciudad natal, de uno de los primeros clubes de rol del Estado español.

Cine: Tiene una larguísima carrera que se inició con uno de los cortos icónicos del cine español, Mirindas asesinas, que le puso en contacto con Pedro Almodóvar. Debutó en el mundo del largometraje con Acción mutante y El día de la bestia, que entre otros premios le valió el Goya a mejor director. Películas muy conocidas suyas son La comunidad, Perdita Durango, 800 balas o Balada triste de trompeta.

Otras actividades: Ha dirigido diferentes sketches para programas de humor televisivos, mundo para el que ya ha firmado series, y ha sido presidente de la Academia de Cine, además de autor de las novelas Payasos en la lavadora y Recuérdame que te odie.