Un fresco lunes 22 de octubre del año 2001 nacía Operación Triunfo a la sombra de Periodistas (la entonces serie del momento), una apuesta musical que combinaba el ingrediente tradicional de concurso de canto y talento con el formato reality que Zeppelin (Endemol) había implantado solo un año antes (abril de 2000) en Telecinco. Y con incontestable éxito. La fórmula se llamaba, como imaginan, Gran Hermano, y el resto de cadenas, también el ente público, buscaban como locos su propio programa de telerrealidad. Antena 3 Televisión falló en su primer intento con el triste laboratorio que supuso Estudio de actores. Pero acertó, y totalmente, con El bus, formato en el cual (recuerden) hasta una docena de concursantes convivían en un autobús durante cien días sin contacto con el exterior, pero viajando por todo el Estado.

Solo faltaba un reality para TVE. Y lo buscaron con paciencia, sosiego y cariño. ¡Sin prisas! Porque antes de aterrizar en el primer canal de la televisión pública, el dossier de Operación Triunfo se paseó (sin éxito) por varios despachos de la actual cadena de Vasile y también por San Sebastián de los Reyes (que aún no se denominaba Atresmedia). Nadie le hizo mucho caso. Y de hecho, el programa arrancó con un formato revolucionario muy bien definido, pero tímido, sin destacadas audiencias, ni tampoco grandes pretensiones.

Pero a partir de la segunda gala todo cambió. ¡Absolutamente! El share se disparó de forma imprevista, la academia diseñada por Gestmusic se transformó en el salón de estar de un país entero, La 2 alcanzó cuotas nunca vistas con los resúmenes diarios, y los 16 concursantes se convirtieron en indiscutibles ídolos de masas. También los profesores, Carlos Lozano y una Nina de la que poco sabíamos desde Nacida para amar. Allí donde los bautizados triunfitos acudían reventaban las audiencias (y también la venta de discos). De hecho Vale Music, la humilde discográfica del programa, acumuló en solo tres meses ventas que superaron los tres millones de álbumes y unas ganancias de otros tres millones de euros.

Porque mirándolas con la perspectiva que dan veinte años, las cifras de aquel primer Operación Triunfo siguen siendo de vértigo: el concurso se alzó como fenómeno indiscutible de la televisión, siendo el más rentable de la historia, con una recaudación de 24 millones y una inversión de 7,21 millones de euros. Un éxito que se vendió a más de 30 países y que recibió los premios TP de Oro y el Ondas al mejor programa. Todo ello sin hablar del revulsivo que, por ejemplo, supuso para el Festival de Eurovisión del año 2002 la participación de Rosa (acompañada por Bisbal, Bustamante, Chenoa, Gisela y Geno). Aquella noche, el festival de festivales (que se celebraba en Tallin, Estonia) congregó frente al televisor a 12,7 millones de personas, copando un 80,4 % de cuota de pantalla, cifra que de momento solo ha sido superada por la final del Mundial en la que Iniesta dio la victoria a la Selección Española (con un minuto de oro del 90,3 % del share).

Hay quienes dicen que, debido a la actual fragmentación de las audiencias, resultará prácticamente imposible revivir en televisión un fenómeno como el que fue Operación Triunfo 1, con sus galas, sus emociones, ventas de discos, conciertos, giras... Sin duda, mucho más que un concurso musical que, a pesar de los años, ha mantenido intacta su filosofía y atractivo. De hecho, cuando en el verano de 2016 TVE planteó el famoso Reencuentro, todos los concursantes (sin excepción) acudieron al llamado ese mes de octubre. Los tres programas especiales volvieron a alzarse como líderes de audiencia y el concierto remember, celebrado en el Palau Sant Jordi de Barcelona durante la noche de Halloween, fue trending topic mundial, en parte por el momentazo (supuesta cobra incluida) del Escondidos de Bisbal y Chenoa.

David Bustamante y Àlex Casademunt.

Esa fue, precisamente, la última gala en la que toda la familia volvió a reunirse. El pasado 2 de marzo, Àlex Casademunt se salía de la carretera y chocaba contra un autobús proveniente del carril contrario. El terrible accidente de tráfico segó su vida, pero todavía con el impacto y el dolor de su muerte, sus seres queridos y el resto de los quince triunfitos anunciaron antes del verano un concierto homenaje que ha terminado por suspenderse. Las malas lenguas reparten culpas entre la falta de promoción, el elevado precio de las entradas y el mal ambiente existente entre varios de los cantantes.

Al coste de organizar el show en el Wizink Center de Madrid, unos 150.000 euros, al parecer algunos artistas habrían querido cobrar beneficios, omitiendo ese importante concepto de evento benéfico. "Una de las grandes decepciones ha sido David Bustamante", ha detallado María Patiño, quien además ha explicado en Sálvame que su mánager habría exigido 4.000 euros por adelantado, "solo por aparecer en el cartel". Un gesto de lo más feo que Busta afirma en rotundo desconocer, pero que sin duda ha ensuciado la buena armonía siempre existente entre los concursantes del formato más famoso de la historia reciente de nuestra televisión. La misma que ahora, veinte años después, ya no entona con tanta fuerza aquello del Mi música es tu voz.