Bilbao- Tenía el mundo con el que muchas jóvenes sueñan en sus manos. Ropa, complementos, perfumes, cosmética, viajes, fiestas, acceso a famosos y dinero, pero un día abrió esa jaula de oro y puso punto y final a su vida como influencer e instagramer.Su reflexión se ha convertido en una novela: Mi nombre es Greta Godoy. Es el alter ego de Berta Bernard, una mujer que a los 30 ha decidido que hay vida más allá de las redes sociales.

¿Qué espera de este libro?

-No lo sé, que se lea.

‘Mi nombre es Greta Godoy’, y Greta es su alter ego, ¿por qué?

-Precisamente, para poder contar toda la parte emocional que se encuentra detrás de la vida de una influencer.

¿Una vida que nada tiene que ver con el postureo feliz que destilan las redes?

-Primero escribí un ensayo, no me lancé a la ficción. Quería dejar plasmada la revolución que están provocando las redes sociales. Luego creé el personaje de Greta porque creí que me iba a ser más fácil contarlo a través de ficción. Es una chica con dos millones de seguidores en Instagram que le cambiaba la vida.

Usted cierra su cuenta de Instagram con miles y miles de seguidores y una gran popularidad. ¿No tuvo miedo de que ese suicidio virtual se convirtiera en su suicidio profesional?

-Sí. Cuando cerré Instagram lo que me dio más quebraderos de cabeza fue ver de qué manera podía mantenerme esa red social pero sin que estuviera mi imagen.

Dicen que es la herramienta más efectiva, pero usted lo deja.

-Lo es. Nada más cerrar mi cuenta pensé en crear algo que no lleve mi nombre y donde yo pueda ir volcando todo este tipo de contenidos que generamos desde el estudio.

¿No le creó un vacío?

-Claro. Piensa que cada día vives rodeada de mucho ruido que llegan a través de los likes, comentarios, invitaciones a eventos, viajes, envíos de ropa?

Vamos, una vida amor, lujo y glamour a la que da carpetazo.

-Puede verse así. Recibes muchas cosas para que luego las publicites en Instagram. Es evidente, la vida te cambia. También es cierto que yo hubiera sido incapaz de escribir una novela estando en las redes sociales.

¿Quiere decir que hay vida fuera de las redes sociales y que nos estamos dejando seducir por lo virtual?

-Siempre ha habido vida fuera de las redes. Con esta novela no pretendo que la gente cierre sus cuentas de Instagram.

¿Entonces?

-Mi intención es hacer reflexionar a la gente sobre este fenómeno y del cambio que ha supuesto en nuestras vidas esta aplicación donde vamos colgando todo lo que vemos.

¿Podemos decir que ‘Instagram’ perjudica seriamente a la salud?

-No he dicho tal cosa, no es mi intención. Cada uno puede estar en las redes que quiera, pero hay que reflexionar sobre cómo nos afectan.

¿Usted lo hizo?

-Sí, y cerré la cuenta.

¿Qué le pesaba más, la fama o el tener que estar pendiente de las pantallas de sus dispositivos?

-Lo que más me cuestioné en su momento, cuando tomé la decisión de cerrar, fue cómo iba a mantener a mis clientes. En el fondo, sabía que esa decisión iba a condicionar mi trayectoria profesional. Nunca iba a ser un buen momento para cerrar. Siempre surgía una colaboración nueva que te ataba. Una decisión como la que yo tomé tiene que tener un punto en el que digas: Ahora.

¿Osadía?

-Hay que atreverse. A veces en la vida nos quedamos con un rol: Soy influencer y continuaré siéndolo. Mi idea fue pararme a pensar.

¿Sensación de amor-odio?

-Cuando cerré Instagram, mi reacción inmediata fue odiarlo, algo así como cuando dejas a un novio que te ha hecho daño, le quieres odiar y quieres que todo el mundo hable mal de él para reafirmarte y no volver con él. Eso hice yo.

¿Vio las luces de haber sido una instagramer con mucha fama?

-Sí. Tuve que reconocer con el tiempo que Instagram me había dado mucho y que mi carrera como influencer me llevó a los mundos que ahora están en la novela?

Mundos con los que sueñan muchas chicas jóvenes.

-Y chicos también. Son mundos apetecibles, mundos de difícil acceso y que se convierten en metas. Supongo que es el sueño de muchas jóvenes, y lo supongo porque en la sociedad actual se valora mucho el ser famoso. Se une mucho el ser conocido con el tener éxito.

¿Y es así?

-A veces.

¿Cómo acaba una fotógrafa ejerciendo de ‘influencer’?

-Es un tema muy orgánico. Instagram consiste en subir y ver fotos. Para una profesional de la imagen como es Greta Godoy en el libro, tiene mucho sentido tratar de tener una presencia muy amplia en el canal. Es el punto para conseguir clientes. La fotografía e Instagram van de la mano.

En las redes sociales todos aparecemos felices, contentos y mostramos el lado guapo de nuestra existencia. ¿Solo postureo o hay algo más profundo?

-Las redes sociales solo representan un porcentaje de la vida de la gente. Al final, es lo que cada uno quiere contar y, en ese sentido, puede llevar a engaño.

¿Llega a causar frustración?

-Sí, a mí me creaba bastante frustración, yo contaba la parte bonita de mi vida y todo el mundo cada vez que me veía me decía: Cómo vives, de verdad, ya me gustaría.

Qué más quería, le admiraban.

-Ya, también tenía mis días malos y todo se convirtía en frustración, no es verdad que toda mi vida fuera de ensueño como la gente la veía.

¿Cuánto hay de Berta en Greta?

-Hay mucha ficción. Esta es una de las partes que más me ha costado, separarme del personaje y darle a Greta su propio mundo interior, sus propias dudas, sus propias emociones? A partir del capítulo 11 es cuando de verdad he disfrutado y me he podido liberar de mi historial real.

¿Cómo afectó su vida de ‘influencer’ a su vida personal? ¿Afectó a su vida sentimental?

-Muchísimo. Al final, lo tenía todo mezclado. No hay un filtro entre lo personal y profesional. Me he dado cuenta de lo difícil que fue a nivel personal. Estuve en Instagram con y sin novio. Salpica a la persona con la que compartes tu vida.

¿Y ahora?

-Mi vida está estabilizada en todos los sentidos. Estoy en un esplendor creativo y personal extraordinario. Está siendo un periodo muy bonito, pero siempre después de haber tomado unas decisiones muy importantes que me ha traído a un viaje que hace dos años era imposible.

¿Y va a seguir por el camino de la escritura?

-Creo que sí. Mi sueño es llevar a Greta a la gran pantalla. Ojalá consiga dedicarme al cine?

¿Cómo actriz?

-Ja, ja, ja? Como directora.

Le gusta más mandar, ¿no?

-Me gusta mucho el audiovisual. Ese será mi siguiente sueño, dirigir.

¿Por qué fotógrafa?

-Estudié Periodismo. Era la fotógrafa oficial de mi grupo de amigas cuando no existía Instagram, éramos mi cámara y yo. El fenómeno de esta red, me atrapó estando acostumbrada a ser yo la que contaba las historias a través de las fotos. Para mí, hacer fotografías era como un diario visual y luego se convirtió en mi negocio.

¿Se gana tanto dinero, al menos tanto como se comenta, siendo ‘instagramer’ e ‘influencer’?

-Sí. Hay niveles, como en todas las profesiones, pero se puede llegar a ganar muchísimo dinero.

¿No echa de menos recibir esos perfumes carísimos, esos bolsos de amor y lujo, todos esos regalos que antes recibía?

-No. En el libro queda también reflejado a través de Greta, como ella dice: Me apetece viajar más ligero.

Eliminar lastres está muy bien, pero supongo que ser una ‘influencer’ muy conocida tiene sus partes buenas, ¿o no?

-No quiero dar el mensaje de que todo es negativo y de que no sirve de nada hacer lo que yo he hecho. Comprendo la importancia que tiene todo este universo. Sé que esta novela tiene más éxito por ser yo quien la firma. En ese sentido, estoy agradecida al fenómeno Instagram.

Comenzó con 23 años, una edad en la que la madurez suele brillar por su ausencia.

-Ja, ja, ja? Totalmente de acuerdo. Seguramente, me faltaba madurez, igual que le falta a Greta. Una niña de 23 años está más abierta?

Y deslumbrada, supongo.

También de acuerdo. Ahora tengo 30 años y por lo fugaces y efervescentes que han sido estos siete años, quizá he madurado más rápido que otras chicas de mi edad.