“Pues mira chico, intenta parquear tú en un cráter de Marte, pendejo”. La ingeniera aeroespacial Diana Trujillo, tras colgar la llamada, suelta varios improperios en un inglés que no entendemos muy bien. La verdad es que no entendemos muy bien ningún inglés que pase del Jelou y el Zenkiu.

“No aguanto a estos machirulos, vejestorios y del Partido Republicano. Era Buzz Aldrin diciéndome que no tengo ni idea; que él estacionó mucho mejor la cápsula del Apolo XI en la Luna; y que la NASA ha cometido una temeridad dejándome conducir a mi porque las mujeres jamás sabremos aparcar. Bah, no es más que envidia”, explica Trujillo desde su apartamento en Cabo Kennedy. “Perdona, que acabo de oír un pitido y no sé si ha terminado el programa de la lavadora o es que se ha atascado la Perseverance. Ahora vuelvo”.

Un verdadero honor poder charlar con usted, ingeniera Trujillo. Gracias por su atención.

—Era la lavadora. Nada, nada, para eso estamos. ¿Te apetecen unos manís con plátano macho frito? Bien madurito.

Se lo agradezco, pero estoy a dieta. Me mareo solo de calcularle las calorías a eso tan rico. ¿A qué vamos a Marte, ingeniera?

—A ver si hay bares abiertos a partir de las diez de la noche para que podamos aliviar el toque de queda.

¿En serio?

—Nooooo, es broma. Así comprueban ustedes que la gente de ciencias puras también tenemos sentido del humor. Cuento con un amigo islandés, doctor en matemáticas aplicadas, que es un crack de los monólogos. Maneja el famoso humor islandés, son unos cachondos en ese país. Nos mondamos de risa con él en Cabo Cañaveral. Tiene uno que cuenta la Teoría de la Relatividad todo con chistes. Y hace siempre la broma de que lo más gracioso de las matemáticas son las fracciones ¿sabes por qué? ¡¡Porque los números se parten!! ¿Lo pillas? Se parten. Oye, ¿qué me habías preguntado?

Que a qué vamos a Marte.

—La Perseverance va dotada con una serie de instrumentos para tomar imágenes, muestras, mediciones y todo tipo de inputs. De este modo, a su regreso, podremos cotejar si hay, o hubo, vida en Marte. De vida inteligente ni hablamos; esa es muy difícil de encontrar hasta en la Tierra. Si hubiera aterrizado una sonda marciana en El Capitolio el día del asalto del Hombre Búfalo y el resto de aquellos campeones, por ejemplo, hubieran regresado a su planeta sin detectar rastros de vida inteligente. Con eso lo digo todo.

Imagine que la ‘Perseverance’ se da de bruces con un marciano y usted puede preguntarle algo a través del intercomunicador. ¿Qué le preguntaría?

—Está claro, la pregunta sería ¿plata o plomo?

¿Otra broma?

—Claro. Es por reírme de los tópicos que nos achacan a la gente de Colombia. Que los tipos como Trump, que en gloria esté, creen que nos dedicamos, sin excepciones, al narcotráfico y la extorsión. Ya en serio te diré que existe un protocolo para todos estos casos, un protocolo de verdad, no como los que dicen que se aplican con el covid.

Acaba de cumplir usted 40 años. ¿Cómo ha llegado tan joven a encabezar un proyecto tan trascendental como este?

—A puro huevo. Aterricé en Estados Unidos con 17 años y 300 dólares en el bolsillo. Me gané la vida pasando el mocho y el plumero a la vez que estudiaba. Vaya que si estudié. Mucho sacrificio y afán de superación. Alguien podría pensar que ya estoy en lo más alto. Pero se equivocan. Me quedan muchos retos aún en la vida: por ejemplo, mi marido también es ingeniero aeroespacial, coeficiente intelectual 140, y no he conseguido aún que comprenda cómo se programa la lavadora ni para qué sirve la opción de doble centrifugado. Pero no le va a servir de nada hacerse el tonto conmigo, he diseñado un proceso pedagógico con simuladores para que lo pille. Os aviso, amigas, voy subir la aplicación para que esté disponible gratis para todos los móviles: se van a enterar estos hombrecitos que ponen carita de buenos cuando se les habla de conciliación.

Le pita algo. No sé si será la ‘Perseverance’, el microondas…

—Es el teléfono. Buzz Aldrin otra vez. Me tienes frita, Buzz… Escúchame, tú. No te pongas bravo porque aterrizaras una jodida lata de sardinas en la Luna. no, no, no. Lo mío es un chisme con tres pares de ruedas, en un boquete, mucho más lejos, y con once minutos de retardo en el manejo del instrumental. Capullo. Por cierto, ¿pones la lavadora en casa? Me lo temía. Hazme un favor: pásame con tu mujer.