EMPRENDA el caminante una trepidante travesía que va desde las tierras sagradas hasta los dominios del diablo. El rock tiene a sus Satánicas Majestades, por supuesto, pero Belcebú ya estuvo en la música antes que Mick Jagger, Alice Cooper o Marilyn Manson. En la Edad Media ya llamaban exactamente así, diábolus in música, al tritono. Sin embargo, las leyendas acerca de que la Iglesia e incluso la terrible Inquisición excomulgaban o castigaban de alguna manera a los músicos por cantar este intervalo es, probablemente, una fantasía. Il Castrato Farinelli que llevaba al desmayo a los espíritus más sensibles o las lujuriosas caderas de Elvis Presley; el bolero de Ravel, en cuyo estreno una mujer gritó "¡Este hombre está poseído!" o aquel 29 de mayo de 1913 día del estreno de La consagración de la primavera en el Teatro de los Campos Elíseos. Está considerado como uno de los escándalos más formidables de la historia de la música hasta degenerar en violencia física. Stravinski, descompuesto, abandonó el teatro llorando, mientras que a Nijinski tuvieron que sujetarlo, pues estaba dispuesto a pegarse con el público. La representación no llegó a su fin. "Está endemoniada", se dijo.

En la litografía de J. Brandard, relativa al dibujo de Le Hardy para la obra de John Francis Bacon: Six years in Biscay...(1838, colección de Javier Viar), aparece una imagen del recodo de la Ría al que se asomaba el Convento de la Merced. Aparecen, en la citada obra, el puente colgante de cadenas de Antonio Goycoechea y, junto a algunos edificios más a la derecha, la iglesia del convento de La Merced a la que se accedía, tras unas breves escalinatas, por un pequeño antuzano que antecedía al espacio religioso.

Se sabe que en aquel cruce estratégico de caminos de los primeros pobladores de la Villa, el inmueble que hoy alberga Bilborock fue levantado en sus orígenes como templo religioso. El Convento e Iglesia de las Religiosas Calzadas de Nuestra Señora de la Merced, bajo la advocación de San José. Se atribuye la autoría a Antonio Ortiz de Colina y a Juan Francisco Elorriaga y se cifra su construcción a caballo de los siglos XVII y XVIII. En ese mismo siglo XVIII, intervienen, en una importante actuación, el cantero Joseph de Mecolalde y el carpintero Pedro de Larrina. Finalmente, también en el siglo XVIII, se completó la fachada de la iglesia con la correspondiente espadaña.

A finales de los años setenta del pasado siglo XX, se procedió a la desafección de la Iglesia de la Merced, la cual, junto a dominios del antiguo convento de este nombre, pasó a formar parte de una importante operación inmobiliaria. De esta operación especulativa surgió el conjunto de viviendas que rodea a la Iglesia, mientras que ésta, que se debía conservar por su carácter monumental, empezó a ser objeto de infructuosas propuestas para nuevos usos. Al final la Administración Municipal acabó instalando en ella un espacio polivalente de difusión y creación musical y cultural denominado Bilborock.

El escudo de la Merced, incluido en el portal o éste mismo, enmarcado en una decoración barroca que recurre a un escueto orden clásico y la posterior espadaña es lo que, de forma relevante, se presenta como todo el ornamento externo del templo. Internamente la actuación llevada a cabo para la conversión del templo en Bilborock ha enmascarado el sentido ascético y espacial original.

Por aquellos tiempos pasaron por la consulta de la Comisión de Patrimonio Histórico de Bizkaia diversas propuestas de usos que fueron, sucesivamente, desestimadas siendo la más singular de todas ellas la de instalar un bingo en el recinto. Una idea que cayó en saco roto.

Fue necesaria una enorme transformación. La sala Bilborock-La Merced está ubicada, como les dije, en lo que fuera la antigua iglesia de La Merced, ubicada en el muelle del mismo nombre, junto a la ría y frente al Casco Viejo. Con una superficie de 1.330 metros cuadrados, tres plantas diferenciadas y un equipamiento tecnológico de última generación, esta sala de conciertos está siempre en el punto de mira de los más inquietos urbanitas. El reconvertido templo cuenta con una capacidad para 300 espectadores sentados o 500 de pie. Su carácter multifuncional le permite acoger todo tipo de actividades escénicas y musicales, como conciertos, teatro, títeres, cine, seminarios, presentaciones literarias o discográficas, etc. Sin duda se trata de uno de los referentes más nítidos de la escena cultural de la capital vizcaina.

En los años 90 del siglo XX, el edificio fue adquirido por el Ayuntamiento de Bilbao para poner en marcha el citado proyecto Bilborock. Entre los objetivos de esta iniciativa figuraba el de dotar a la ciudad de un espacio para la música en vivo en el que tuvieran cabida los grupos emergentes, así se creó el Concurso Pop-Rock Villa de Bilbao. Desde sus inicios, Bilborock es un espacio de referencia para las personas y colectivos jóvenes y las empresas y entidades promotoras culturales donde impulsar, crear, exhibir, experimentar, producir y compartir iniciativas de interés para las personas jóvenes y la ciudad.

Llega así el paseo hasta los días de la inauguración de Bilborock, en mayo de 1997. Era un domingo a mediodía y en aquella primera escena estuvieron nada menos que Robbie Williams, The Corrs y N'Sync. Todo un alarde, como ven. Platero y Tú, Sidonie, WAS, Zea Mays, Australian Blonde, Delorean, La Buena Vida, Su ta Gar, El Inquilino Comunista? Son solo algunos de los muchísimos nombres que, cuando arrancaban, antes de hacerse un hueco en el panorama musical, pasaron por el Concurso Pop Rock Villa de Bilbao (cuyo nacimiento se remonta a finales de los años 80). Un plantel que da la medida del nivel de la selección que cada año presenta este certamen, organizado por el Ayuntamiento de Bilbao y convertido ya en referente (estatal e, incluso, europeo) por su capacidad como lanzadera de artistas emergentes. El célebre concurso, que superó en 2019 las tres décadas de historia (en 2018 celebró por todo lo alto sus 30 años e historia...), tiene como objetivo "apoyar y difundir el trabajo de bandas integradas por jóvenes de entre 18 y 35 años", en palabras de sus organizadores. Y así, poco a poco, la música ha ido levantando allí sus altares.