UNO se la imagina en su juventud, enfrascada en los tejemanejes de Verdes, la librería-imprenta familiar de la calle Correo en Bilbao que tanto buen nombre gastó. Tanto que convocados por los responsables del festival Loraldia, en la primavera de este mismo año acudieron al Arriaga escritores, músicos y representantes del mundo cultural, además de numerosos clientes a los que este referente espacio dejó huella de alguna manera en sus vidas. Un espacio que desde su inauguración en 1906 en la calle Correo, hasta que cerró en 2005, trabajó sin descansar por la difusión de la cultura vasca y el euskera. Contra viento y marea.

La hija de Emeterio Verdes Atxirica y Manuela Elorriaga Mendieta, nació en Bilbao el 29 de abril de 1907, un año después que la legendaria librería. Tere Verdes perteneció al PNV y pronto fue miembro de Emakume Abertzale Batza, organización desarticulada y prohibida en 1936. La represión, las detenciones o los encarcelamientos dieron paso a redes de solidaridad hacia las personas presas. Se llamaba la Red Álava y prestó ayuda a presos y presas nacionalistas, que mantuvo abiertas las líneas de comunicación entre las cárceles y el exterior y que facilitó información tanto al exiliado Gobierno vasco como a diversas embajadas sobre la situación y las condenas a las que se enfrentaban las personas encarceladas. En ese tiempo entre tinieblas se movía.

Cuatro mujeres destacan como protagonistas dentro de esta red en la que ocuparon un papel clave: Bitxori Etxeberria, que dio los primeros pasos en la creación de la organización, desde Elizondo; Delia Lauroba e Itziar Mujica, desde Donostia, y Teresa Verdes, desde Bilbao. Tere fue una pieza fundamental para trasladar información sobre la situación procesal de los y las detenidas. Consiguieron revocar numerosas penas de muerte. Pero en 1940 la Gestapo alemana ocupó la sede del Gobierno vasco en París, en la calle Marceau, y allí incautó numerosa documentación. En las navidades de 1940 se produjeron las primeras detenciones. Fue condenada a muerte y la intervención del Vaticano propició que sus penas se conmutaran y María Teresa Verdes se enfrentase a 25 años de cárcel. Tras numerosas reducciones de pena obtuvo la libertad en 1945. A sus 38 años, siguió en la lucha hasta que un cáncer se la llevó. Las inmediaciones de la bilbaina iglesia de San Antón aparecen abarrotadas en las viejas fotografías de su funeral en marzo de 1959, una multitudinaria despedida celebrada casi en la clandestinidad.