LA mayoría de las veces que los socios fundadores abandonan las riendas de su compañía suele ser por una crisis en los resultados económicos, por algún problema fiscal o algo que hace que se llenen los titulares de todos los periódicos mundiales. Pero en el caso de Larry Page y Sergey Brin, su salida no ha generado ninguna especulación, ni nadie se ha puesto a mirar debajo de las alfombras para saber la razón por la que abandonan la dirección general de Alphabet, Inc., el nombre que recibe el holding de empresas en el que una de ellas es Google. Simplemente, se van porque, pudiendo, han decidido adelantar un poco su edad de jubilación. Al fin y al cabo son dos multimillonarios que en la última década se estaban dedicando a hacer lo que, según ellos, menos les gustaba, dirigir su compañía.

A partir de ahora, Sundar Pichai, actual CEO de Google, pasará a ocupar la vacante de Page y Bring en Alphabet. La diferencia en la gestión del nuevo CEO radica, sobre todo, en la búsqueda de la rentabilidad económica, lo que choca con la filosofía inicial de Google, en la que primaban las libertades individuales de los empleados, embarcarse en proyectos experimentales sin conocer el modelo de negocio o la llamada cultura Google y el eslogan Don’t be evil (no seas malo). Sundar tiene las manos libres y la responsabilidad de los posibles despidos o cierres de unidades de negocio no rentables, ya no caerán sobre sus fundadores. Nadie puede decir que el actual modelo haya fracasado sin que todavía podamos exprimirlo más y los accionistas van a ver que sus cuentas corrientes crecerán más todavía.

tRES FRENTES ABIERTOS Las primeras tres decisiones que veremos que tendrá que tomar en breve Sundar Pichai tiene que ver con tres frentes que hay abiertos pero que hasta ahora nadie se ha atrevido a poner en la senda de lo rentable. El vehículo autónomo, las conexiones a Internet alternativas mediante satélites, globos o drones y los avances en la salud gracias a los dispositivos conectados a nuestro cuerpo. Son ideas que están pensadas para ser rentables pero que van a romper muchos esquemas que conocemos en la actualidad. Quizás el más conflictivo sea la disrupción que va a suponer el llamado coche de Google. Hay proyectos de otras compañías o start ups que se han lanzado al mercado con un rotundo éxito, con desarrollos que se encontraban a la mitad de lo que está en este momento ese proyecto de Google.

Por un lado le estamos pidiendo al planeta que reduzca las emisiones de CO2, que se preocupen por el cambio climático y que las compañías se comporten de una forma sostenible. La irrupción de los vehículos autónomos en el formato share car (coche compartido) va a suponer que no sea necesario disponer de un vehículo en propiedad y que la idea del estatus que da disponer de determinada marca o modelo de alta gama ya no existe en las nuevas generaciones. Por tanto, se irán dejando de comprar coches, se tendrán que cerrar fabricas y concesionarios y la industria auxiliar que existe alrededor de la automoción tendrá que reconvertirse. Una dura decisión para los fundadores de una marca como Google que prefieren dejar que sea su nuevo CEO el que cargue con este tipo de responsabilidades. Ahora mismo, Google se encuentra como en 2015, una compañía monolítica con una sola marca y CEO, que parece que va en contra de lo que proponen los gobiernos, trocear las empresas en otras más pequeñas para evitar caer en juicios antimonopolio.

@juandelaherran