FUE una ganancia del nuevo Bilbao de los paseos al viejo Bilbao industrial de las fábricas, los pabellones y el hollín que todo lo cubría. Fue la conquista de los hombres y mujeres que hacen del deporte urbano un estilo de vida; de los bancos de cara a la ría como plataforma de contemplación para ver pasar la vida con aire zen. Fue el ayer que se retira con la marea para dejarle espacio al futuro que traen las olas de la modernidad. Les hablo de Botica Vieja, una tierra cuya nomenclatura sí que ha envejecido.

En uno de los enclaves renovados de Bilbao, en el barrio de Deusto, se encuentra este mágico lugar: la Ribera de Botica Vieja. Surge antes del enorme puente levadizo, donde hoy se halla el Instituto de Enseñanza Secundaria de su mismo nombre, original edificio con forma de barco que albergara la antigua Escuela Náutica de Bilbao y, posteriormente, el Instituto Experimental Piloto. Además, Botica Vieja está comunicada con el centro de Bilbao a través del nuevo Puente Euskaduna (bajo las escaleras hay una pista de patinaje, con apenas un centenar de metros de distancia de una pista de skate que ejerce de guardiana de la clínica IMQ...) por el que se accede hasta la Plaza del Sagrado Corazón. Hasta ahí descrita la ubicación.

Lo que a priori llama la atención a propios y extraños es su nombre. Según cuenta Manuel Basas, “se debe a lo que fue una de las barriadas de la extinguida anteiglesia de San Pedro de Deusto, que recibió el nombre de Botica Vieja, lógicamente porque allí debió de haber una primera farmacia”. En la década de los 20, “el barrio de la Botica Vieja era una zona residencial en la que vivía gente como los Cortadi, Izaola, Aróstegui, Mendizábal, Zárraga, Maruri, etc.”, tal y como apunta Txema Luzuriaga en su libro Deusto en imágenes. Existió también, y durante años, la fábrica de cueros y ciatidos Marca El Tigre, cuyo edificio, obra de Pedro Ispizua que aún permanece, está coronado por un gigantesco e impactante tigre realizado en piedra (hay quien dice que es una leona o un puma en una confusa zoología de piedra...) por Lucarini otra de cuyas obras puede contemplarse, ubicada en los jardines a mano izquierda, titulada Verano. El bronce patinado es de 1936 y representa a un niño desnudo con mucha fruta entre sus brazos. Junto a ella, una placa en la que el Ayuntamiento de Bilbao recuerda el centenario del nacimiento del artista; La Hojalata, de estampaciones metálicas, el astillero Alejandro Bengoechea y un largo etcétera,así como una floreciente factoría metalúrgica, Talleres de Deusto. “Aquí se fundó a principios del siglo XX esta empresa, en la que se fabricaba todo tipo de piezas de acero moldeado”, recuerda Eugenio Zabala, uno de sus antiguos empleados. Claudio Jáuregui, natural de Botica Vieja recuerda que en los años 30 había una banda de música, Los calderones, que tocaban con instrumentos creados con hojalata que provenía de la fábrica del mismo nombre, propiedad del empresario Ricardo S. Röchelt, que se hallaba en esta calle.

Con el devenir de los nuevos tiempos, las fábricas fueron desapareciendo (Talleres de Deusto lo hizo en 1965), así como la célebre cervecería (estaba enclavada frente a los antiguos astilleros Euskalduna, perduró hasta los años 90 y comercializaba la cerveza “La Cruz Blanca” de Santander...) y se construyeron altos edificios de viviendas... Hoy conviven varios concesionarios de automóviles, un conocido restaurante, una sidrería, un taller mecánico... y continúa ubicada, bajo el puente, la cochera municipal. Gracias al interés del Consistorio por regenerar esta zona, quienes allí habitan y todos aquellos que se acercan, pueden disfrutar desde hace pocos meses de un amplio parque (otrora campa de tilos y plátanos) con fuente, árboles de diversos tipos, bancos, juegos para los más pequeños, varias pistas de skate, un bidegorri, etc. Y de una estupenda vista al otro lado de la Ría; el muelle Evaristo Churruca, el Palacio de Congresos y de la Música Euskalduna y ese nuevo Bilbao que floreció en Abandoibarra, con sus áreas verdes de esparcimiento

Próximo a donde estaba la Escuela de Náutica y el puente de Deusto se encuentra el Palacio Goossens. La familia Goossens, originaria de Flandes, se había establecido en Bilbao a finales del siglo XVII, momento en el que los holandeses habían reforzado su posición en el comercio de España y de Latinoamérica, y de ella surgirían algunos de los principales comerciantes de la Villa en el siglo XVIII. Pedro Francisco (o Pierre François), comerciante cosmopolita, banquero y financiero internacional cuyas empresas se extendían por Europa, América y Rusia, había nacido en Bilbao en 1702. En 1734 pasó a París donde entabló relaciones comerciales con el norte de Europa y Rusia. En 1743 se naturalizó francés si bien mantuvo relaciones de negocio con su hermano Juan Enrique quien permanecería en Bilbao hasta su muerte en 1777.

Volvamos al corazón de Botica Vieja. Ahí, en sus jardines, el paseante (o el ejercitante, en su versión más movida...) se ubica una escultura homenaje a Jean Cassou. La escultura es obra de Bernat Vidal y se trata de una escultura abstracta en piedra y mármol. La obra es un paralelepípedo que emerge de un bloque de mármol sin desbastar.

Veamos de quién se habla. El 11 de julio de 1997, el Ayuntamiento de Bilbao homenajeaba en el centenario de su nacimiento al hispanista Jean Cassou. Escritor y crítico de arte nacido en Deusto en 1897 y fallecido en París en 1986, Cassou fue una descollante figura de las letras, contando con el Gran Premio de las Letras Francesas y habiendo sido el primer director del Museo de Arte Moderno George Pompidou. Además de su trayectoria profesional, también se rememora su trayectoria política como dirigente de la Resistencia francesa a los nazis, su denuncia al encarcelamiento del escritor Luciano Rincón (1931-1993) en 1971 y, en general, su constante defensa de la libertad. Jean Cassou fue amigo de otros escritores de su época como Miguel de Unamuno o Ramón Gómez de la Serna.

No puede concluirse este paseo de buena prestancia sin recordar que pisaron estos suelos Cirque du Soleil, las carpas de la Oktober Fest, conciertos de época -Barón Rojo, sin ir más lejos...- o que allí gobierna la instalación de La Fundición, un auténtico templo de la modernidad en llamas.