BILBAO- “Soy una treintona con cuarenta años de experiencia”, asegura Bárbara. Y su figura da fe de sus palabras. “Muchos se acuerdan de mí cuando truena. Y, cuando no truena, también”, afirma la sexsimbol castiza de los 70 y 80. Participante en el certamen Miss Mundo, vedette, reina de las películas del destape y estrella del cuché y la tele, la murciana confiesa que “en mis buenos tiempos no podía usar pantis: no los había de mi talla; tengo más patas que un saco de cangrejos. Me las arreglaba cortándoles la parte de los pies y así me subían hasta arriba; de otro modo no me pasaban mucho más arriba de las rodillas y resulta incómodo. Con los leotardos me sucedía tres cuartos de lo mismo”.

La altura media de las mujeres de la época en la península era de poco más de 160 centímetros y ella mide 180. “En aquella época los jugadores de baloncesto comparaban las zapatillas en Estados Unidos porque aquí no las encontraban del número 48 ó 50; a mí me pasaba lo mismo con los pantis y los leotardos”, evoca. “A todas les parece fenomenal nacer con unas piernas largas como las mías, pero no se dan cuenta que es una faena: en un bidet normal, al sentarme, me quedan las rodillas más altas que la cabeza y luego ¡levántate tú!”,

Dicen que sus largas y bien formadas piernas impulsaron su carrera ¿Está de acuerdo?

-No lo puedo negar. He ganado más dinero gracias a mis piernas que la mayoría de los futbolistas. Piernas las de Cruyff y las de Bárbara Rey, se decía entonces. Fíjate, no me comparaban con Pirri sino con un crack mundial como Cruyff. Conocí a Johan, yo lo llamaba Johan, cuando jugó en el Levante. Nos unían las piernas y el gusto por los cigarrillos. Que en gloria esté.

Bárbara Rey no es su verdadero nombre.

-¡Menos mal! ¿Te imaginas? Si me apellidara así mis hijos podrían ser ahora portavoces de un partido ultra de esos que están de moda ahora: se apellidarían Cristo Rey. Iba a haber tortas para que encabezaran alguna lista con el eslogan “Vota Cristo Rey”. Por suerte, me apellido García.

Su apelativo artístico, ¿resultó premonitorio?

-La verdad es que lo he pesado muchas veces. A menudo le he dado vueltas a la idea del destino, las casualidades, la circularidad del tiempo y algunas de las propuestas filosóficas de Schopenhauer por una lado y Antonio Ozores por otro. Me obsesiona. Date cuenta que la gente me conoce como Rey y trabajé durante años con elefantes en el circo de mi difunto. Rey, elefantes, incluso circo? ¿Es una revelación? Tras cavilar largo creo no. Cuando me pusieron lo de Bárbara Rey, Juancar, yo le llamo Juancar, o cari, era príncipe y no rey. Además, entre Schopenhauer y Ozores, me quedo con Ozores y su conocida máxima: no hija, no.

Tras pasar por el cuché ¿le costó adaptarse al circo?

-Nada. Ni un tanto así. En el circo hay clowns, malabaristas, forzudos, ilusionistas y mujeres equilibristas. Y en el mundo del cuché, lo mismo. Lo único es que en el circo van vestidos como lo que son y en el cuché es preciso reconocerlos. Pero, con un poco de práctica, se ve enseguida.

¿Tiene algún recuerdo especial de su salto a la televisión?

-Huuuuy, muchísimos. Ya sabes que yo presentaba programas musicales y de variedades. Era cuando Valerio Lazarov, que se hizo famoso por emplear el zoom de las cámaras para todo; ya sabes, ese sistema óptico que acerca y aleja la imagen y que te vuelve loco. Lazarov estaba acostumbrado a usarlo en otros países en los que había trabajado, pero resulta que aquí no existían esas ópticas. A Lazarov se le ocurrió ponernos unos patines a quienes trabajábamos en sus programas y un operario, que se ponía a gatas para no salir en el plano, nos alejaba y acercaba de la cámara siguiendo las instrucciones de Valerio. El operario se llamaba Paco, pero todo el mundo le conocía como el Zoom. Y qué nos puede contar de su trayectoria en el cine.

-Que nací cuarenta años antes de lo debido. Fíjate en mis partenaires: Landa, López Vázquez, Esteso, Pajares?. Grandes actores, pero las pasábamos canutas para rodar. Les sacaba a todos la cabeza y un poco más. En todas mis pelis contrataban un peón albañil para que cavara las zanjas en las que me tenían que meter. Mira con atención los créditos de los filmes y verás que pone: Operario de Zanja srta Rey: Fulano. Era un problema y subía el presupuesto porque luego había que volver a igualar el suelo, enchapar el firme y todo eso.