Antonio de la Torre se encuentra en uno de sus mejores momentos profesionales. El día 8 estrenó en Movistar+ La línea invisible, serie dirigida por Mariano Barroso, y en las salas de cine ha triunfado con La trinchera infinita, papel por el que estuvo nominado en los últimos Goya, aunque finalmente no se llevó el premio. Vive el confinamiento provocado por el coronavirus con incredulidad y echa de menos esos besos y abrazos que le gustaría dar a la gente que quiere.

Una promoción muy extraña la que han tenido que hacer con La línea invisible

Totalmente. Entrevistas por teléfono desde casa mientras me tomo un café en una habitación... Es todo tan increíble que parece una película. Sí que es extraña, pero es lo que nos toca. Todo el mundo lo dice, es repetitivo, pero va a ser verdad: al final, vamos a salir de esta situación.

¿Se imagina cómo?

Ya digo que lo que está pasando es como una película y es difícil imaginar qué va a pasar después, así que de momento, alegrémonos de estar bien y de poder hablar de La línea invisible.

Vaya papelón el suyo: hacer de Melitón Manzanas, un torturador, en la serie.

Es un personaje muy complicado. Tiene una gran simbología en la historia de ETA y en la historia de mucha gente. Melitón Manzanas era muy emblemático y estuvo muy polarizado. Para un actor, y a pesar de la perspectiva que da el tiempo, resulta un papel muy complejo.

Además, en determinados ambientes no despertaba precisamente simpatía.

Era muy odiado por la izquierda abertzale y muy simbólico para las víctimas del terrorismo. Además, su hija está viva. Esta circunstancia hacía más comprometido el personaje, porque hay un montón de familiares que le querían y representa a la primera víctima oficial de ETA.

"Me gustan los contrastes y en Euskadi los encuentro"

¿Cómo ha resultado su estancia en Euskadi durante el tiempo que duró el rodaje?

Muy bien. Por suerte, estoy muy familiarizado con Donostia porque conozco el Festival de Cine de San Sebastián. Estuve por trabajo también hace un año con La trinchera infinita. Disfruto mucho cuando subo a vuestra tierra, porque a nivel humano y profesional el ambiente es genial. Me gusta todo: su paisaje, su comida€ Me gustan los contrastes y en Euskadi los encuentro.

Los encuentra si los referencia con el sur, con su tierra.

Efectivamente, soy un enamorado del mar y es cierto que también hay mar en el sur, pero es diferente al del norte. Además, ha cambiado mucho el ambiente desde que ETA dejó las armas y se disolvió. Se respira paz y tranquilidad, aunque supongo que las percepciones son diferentes de alguien que las siente llegando desde fuera a los que estáis allá, a los que habéis estado siempre dentro de Euskadi.

¿Tuvo alguna duda a la hora de aceptar convertirse en la primera víctima oficial de ETA?

Cuando Mariano (Barroso) me lo ofreció me pareció muy interesante, y me pareció interesante todo: el tema, el personaje y el director, porque grabar con Mariano es impresionante. Todo me pareció genial. Pero después empecé a tener dudas, porque me pillaba el toro con la preparación del personaje. Melitón Manzanas era un personaje que requería una preparación muy compleja y tenía miedo de no estar a la altura.

Usted es un actor muy experimentado...

Sí, puede ser, pero no todos los personajes son iguales. No sé qué decir ahora, pero ya nada puede cambiarse. Le expliqué mis dudas a Mariano y él me dijo que me olvidara de eso, que confiaba en mí. Así que si él lo tenía claro, yo poco podía decir, y tiramos adelante.

Por licenciatura universitaria usted es periodista y ha ejercido como tal. ¿Por qué dejó esa profesión?

Es una buena pregunta, porque nunca me la he respondido a mí mismo. Supongo que, de alguna manera, lo de ser actor era un sueño que anidaba en mí desde la niñez. Es más, estuve apuntado a una compañía infantil de teatro, pero lo dejé. 35 años después, en un rodaje, Caníbal, me encontré a un compañero de aquellos años jóvenes y me comentó que el director de aquella compañía de teatro le había dicho que yo no debería haberlo dejado, porque tenía madera de actor.

¿Le pareció más seguro el mundo del periodismo que el de la interpretación?

A los 18 años no piensas en la seguridad, eso lo ves después. Hice Periodismo y lo hice porque me gusta la profesión, pero hay hechos y relaciones que te desvían de un camino concreto. En la facultad conocí a Alberto San Juan y fue clave después a la hora de decidir qué es lo que quería ser realmente. Mientras estuve en la facultad sí que hablaba con él de la posibilidad de ser actor. Ya digo que era una pulsión que llevaba dentro.

El periodismo es una carrera que me sigue pareciendo impresionante

¿Cuándo vio claro que ser actor era algo más que una ilusión?

Cuando a los 25 años empecé a dar clases con Cristina Rota y pensé: Lo tengo claro, esto es lo que quiero hacer durante el resto de mi vida. También es cierto que cuando no tienes las cosas muy claras te vas contando una película para no deprimirte. Yo me conté la película de que quería ser actor, pero que también me gustaba ser periodista.

¿Y qué es lo que queda de aquel periodista que un día fue usted?

Espero que queden muchas cosas. El periodismo es una carrera que me sigue pareciendo impresionante. Quiero creer que cuando abordo un personaje, lo hago con la mirada de un periodista. He tenido la suerte de hacer personajes reales, algunos vivos aún, como es el caso de José Mujica (expresidente de Uruguay) en La noche de 12 años.

¿Y cómo es su mirada de periodista hacia los personajes?

Siempre digo que los periodistas cuentan las historias en tercera persona, mientras que el actor lo hace en primera persona.

Es usted un actor con suerte: cualquiera no tiene catorce nominaciones a los premios Goya.

Eso sí que es cierto. Me acuerdo de cuando me nominaron la primera vez. Te dan un diploma cuando te nominan, un recuerdo, porque llevarte el Goya es difícil ya que la competencia siempre es buena y dura. Me llevé el diploma y pensé: Ostia, voy a hacerme una foto con esto para cuando les cuente a mis nietos que yo también estuve en una gala de los Goya, para que se lo crean. Me parecía guay.

Y más guay le habría parecido ganar ese Goya en la categoría en la que estaba nominado por AzulOscuroCasiNegro

Eso ya no era guay, era increíble, algo que me parecía imposible. Yo pensaba que iba de palmero y gané. Después, me siguieron nominando y no volví a ganar hasta el año pasado con El reino. Sí, tengo que decir que me ha ido alucinantemente bien.

Que conste que en periodismo no dan esos premios.

Pero la labor que hace el periodista es muy importante. A mí me sigue pareciendo una profesión estupenda.

En la última gala no tuvo tanta suerte, aunque también estaba nominado por La trinchera infinita.

Bueno, los Goya se merecían un descanso. El premio fue hacer esa película, que me ha parecido impresionante. Si repaso todo lo que me ha dado la carrera de actor, aún no me lo creo.

Sobre todo porque ha conseguido vivir de una profesión calificada de insegura, aunque tampoco es que el periodismo le hubiera garantizado la seguridad.

Quizá no siempre se busque la seguridad y hacer lo que te gusta sea lo que quieres encontrar. Hay que tener en cuenta que hay mucho trabajo precario en la profesión de actor, y ahora en casi todas. Pero como dijo Mujica, que se ha convertido en mi filósofo de cabecera: Lo único permanente en la vida es que nada es permanente. Todo cambia y es mejor aceptar la vida como un viaje y no como una sentada en un puesto o una situación de comodidad.

Su currículo es muy amplio, ¿tiene especial cariño por algún personaje?

Le tengo mucho al Antonio de AzulOscuroCasiNegro por lo que significó para mí. Fue la película que cambió mi carrera y siempre le guardaré un cariño infinito a mi personaje en esa historia. Me encantó el personaje de Carlos en Caníbal, el de Balada triste de trompeta€ Hay muchos personajes de los que me acuerdo constantemente. Otro que siempre estará dentro de mí es el de José Mujica, un trabajo que me permitió ir a Uruguay varias veces. Los personajes que permanecen dentro de mí están ahí por lo que me enseñan.

"Es muy buen momento para valorar los servicios públicos en general"

¿Cree que la televisión se ha convertido en el cine del siglo XXI?

El cine siempre será lo que hemos soñado y hemos visto en las salas, pero hay que ser realistas y pensar que las cosas han cambiado. Tuve la sensación de que la televisión es cine cuando hice La línea invisible. Me pareció que era una peli larga en cuestión de tiempo, pero el rodaje, los ritmos, los tiempos, la calidad€ todo te llevaba a una película por capítulos. Tengo que decir que ha sido una gran experiencia.

Antes de que le ofreciera Barroso el personaje, ¿tenía idea de quién era Melitón Manzanas?

Sí, claro. Mucho. Luego, cuando te metes a estudiarlo, te das cuenta de que solo hay dos fotos de él y que no hay muchos datos, pero es un personaje que está muy metido en el imaginario por lo que supuso en la historia de ETA, aunque de él se sabe poco. Intenté contactar con la hija, pero a ella le resultaba doloroso revivir un pasado tan trágico. Ha pasado tanto tiempo que tienes que reinventarlo porque no tienes demasiadas referencias, pero para eso está la creatividad artística.

¿Cómo lleva como actor lo de volver a tiempos pasados? Aunque en este caso no sean tan lejanos.

Eso de volver al pasado puede ser una quimera, y por mucho que lo intentes siempre queda la mirada del presente. Aunque haya saltos temporales a la hora de contar una historia, los conflictos y los sentimientos son muy parecidos: el amor, la venganza, la redención€ Miras a Shakespeare o a una tragedia griega y te encuentras con temas que están pasando ahora mismo.

¿Qué está haciendo ahora mismo?

Estar en casa con mi familia.

Ya, más o menos como todos. Me refería a cuando pase esta situación de confinamiento.

Cuando esto empezó estaba en conversaciones para una película, pero todo lo que te adelante ahora de los proyectos que había en marzo es hablar por hablar. Nadie sabemos qué es lo que va a pasar cuando todo esto termine. Además, ni sabemos cómo va a terminar. Tenemos que ver lo que está por venir.

Es que vivimos una situación que casi es un guion apocalíptico.

Yo la estoy viviendo con incredulidad. Creo que van a cambiar muchas de nuestras ideas de un mundo hiperconectado. Es muy buen momento para valorar los servicios públicos en general y un buen momento para dar valor a lo que en realidad importa, la vida.

Sabe de lo que habla, porque su personaje de La trinchera infinita

Cierto. Además, durante el franquismo mucha gente se aisló en sus casas para esconderse de una dictadura que le amenazaba, y en ocasiones duró durante años. Imagínate lo que tuvo que ser aquello.

¿Ha encontrado en esta reclusión algo prescindible y que hace unos meses le pareciera imposible vivir sin ello?

No me considero un gran consumista. Llevo tiempo alejado del consumismo y del despilfarro. No necesitamos tantas cosas para vivir, pero esto no me lo esperaba, como casi nadie en el planeta. Entre mis preocupaciones siempre ha habido otras antes que consumir por consumir.

¿Por ejemplo?

El cambio climático siempre me ha preocupado mucho, y me sigue preocupando. Y lo que he echado de menos es abrazar a la gente que quiero. Por suerte, estoy en mi casa con mi mujer y mis hijos, pero hay otra gente a la que quiero y a la que no puedo ni besar ni abrazar.

PERSONAL

Edad: 52 años (18 de enero de 1968).

Lugar de nacimiento: Málaga.

Familia: Está casado con Rosario Charneco y tienen dos hijos, Martina y Daniel.

Formación: Es licenciado en Periodismo y estudió teatro en la escuela de Cristina Rota

Trayectoria: Ha trabajado como periodista en la radio y también en Canal Sur. A los 25 años se apuntó a los cursos de Cristina Rota y decidió que lo suyo era la interpretación. Su primera película la rodó en 1994, Los peores años de nuestra vida. Con AzulOscuroCasiNegro ganó su primer Goya, y el último fue por El reino hace un año. Es uno de los protagonistas de La línea invisible, donde da vida a Melitón Manzanas, la primera víctima oficial de ETA en 1968.