La victoria del bloque conservador en las elecciones legislativas alemanas de ayer, anticipada por las encuestas a pie de urna difundidas al cierre de los colegios electorales, fue acogida con entusiasmo contenido en la sede de la Unión Democristiana (CDU) en Berlín, abarrotada de afilados y de prensa. “Nos hubiera gustado superar el 30%”, dijo a Efe Georg, un militante de la CDU. “Pero según los resultados de las encuestas a pie de urna sería posible hacer una coalición con el Partido Socialdemócrata (SPD) para gobernar. Y eso es lo que me gustaría.”, afirmó.
Unos minutos antes, los resultados de las encuestas a pie de urna publicados por las televisiones públicas fueron acogidos con vítores y aplausos en la Casa Konrad Adenauer, la sede de la CDU.
Pero el entusiasmo era contenido en vista de que estos porcentajes se corresponden con el extremo inferior del rango pronosticado por las encuestas de intención de voto y de que el líder y candidato, Friedrich Merz, había remachado con anterioridad repetidamente que aspiraba a más.
“Nosotros, la CDU y la Unión Socialcristiana (CSU) hemos ganado estas elecciones al Bundestag (...). El mundo no espera y tampoco nos espera a nosotros, ni a largas y difíciles negociaciones de coalición. Tenemos que sentar pronto las bases para que Alemania vuelva a ser bien gobernada”, dijo Merz al comparecer después en la sede.
El líder de la CSU, Markus Söder, admitió que le hubiera gustado obtener un par de puntos porcentuales más para poder formar un Gobierno estable, porque a raíz de las proyecciones ven “lo difícil que puede ser formar un Ejecutivo que garantice un cambio de política”.
“Si no se logra ese cambio de política, eso puede dar todavía más fuerza a los radicales” de la ultraderecha, sostuvo.
El tono por tanto no fue de euforia. No en vano el resultado anticipado en los sondeos a pie de urna sería el segundo peor de la historia de los conservadores, solo por detrás del de 2021, cuando el bloque formado por la CDU y su partido hermano bávaro CSU solo obtuvo el 24,2% de las papeletas.
Sin embargo, la expectación que atrajo la anticipada victoria de los democristianos en unos comicios vividos como los más existenciales de la historia reciente de Alemania, llevó a que la sede de la CDU estuviera llena hasta los topes y que prácticamente hubiera que abrirse paso a codazos. Tras horas de controles, los guardas de seguridad estaban nerviosos al revisar las mochilas y cachear a la prensa, con miles de representantes de medios de todo el mundo. Toda la calle había sido cortada y el tráfico redirigido, por seguridad.
Algunos diputados, como el mediático Philip Amthor, llegaron a pie acompañados de sus familias y fueron fotografiados por otros asistentes, mientras que los altos cargos del partido entraron directamente al garaje en coches BMW con cristales tintados.
En el interior, un bullicioso hormiguero de camareros con bandejas de canapés y guardias de seguridad se mezclaban con elegantes militantes sorbiendo vasos de champán y haciéndose autoretratos y miembros de las juventudes democristianas con camisetas con el lema Merz 2025 escrito en grandes letras.
Protestas contra la AfD
En el exterior, cientos de espontáneos se reunieron para protestar contra la victoria de los conservadores. “CDU, Shame on you” (CDU, debería darte vergüenza), coreaba un grupo de jóvenes, que también gritaron lemas como “Refugees Welcome” (Refugiados bienvenidos), afeando a los conservadores su apertura a tolerar los votos de la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD), segunda en los sondeos, en sendas votaciones parlamentarias en enero para endurecer la política migratoria.
Merz ha negado tajantemente que vaya a cooperar con AfD de ningún modo, pero desde la izquierda se teme que pueda desdecirse de su palabra si se encuentra con dificultades para formar Gobierno con los socialdemócratas.