- Mientras que Polonia lidera la respuesta europea contra la invasión rusa de Ucrania, Hungría hace lo posible para no incordiar al presidente ruso, Vladímir Putin, situando el eje Varsovia-Budapest, que comparte valores conservadores, en lados opuestos durante la peor crisis geopolítica continental en décadas.

La guerra en Ucrania está cambiando la dinámica política del Grupo de Visegrádo V4 (Hungría, Polonia, Eslovaquia y República Checa), con una Hungría cada vez más aislada ante los firmes pasos de sus socios en su apoyo a Ucrania y sus críticas a Putin.

Tal es la división debido a la posición tibia del primer ministro húngaro, Viktor Orbán, respecto a la guerra de agresión lanzada por Putin el pasado 24 de febrero, que ya hay quien habla del fin, al menos temporal, del grupo. “El V4 tuvo un verdadero contenido y sentido hasta 2004: la integración de estos países en la Unión Europea (UE). La tarea conjunta de apoyar la integración era muy fuerte”, explica en declaraciones a Efe András Radnóti, experto de política exterior y socio gerente de la empresa Millennium Emerging Europe.

Pero, como explica el analista, desde esa fecha los cuatro países se coordinan sobre cuestiones concretas, “pero no hay grandes visiones estratégicas” compartidas.

Desde la llegada al poder del partido conservador Ley y Justicia en Polonia en 2015, el primer ministro húngaro, Viktor Orbán, ha hecho causa común con Varsovia. Con ambas capitales criticadas por la Unión Europea por sus controvertidas políticas sobre medios de comunicación y el poder judicial, formaron un bloque en el que se apoyaron mutuamente cuando Bruselas les acusaba de retroceso democrático.

Junto con la República Checa y Eslovaquia, Polonia y Hungría formaron un grupo que en algunas ocasiones ha sido utilizado como un ariete contra decisiones comunes, como el reparto de refugiados decidido tras la crisis de 2015.

Pese a que estos países compartían una historia común de represión por parte de Moscú, Orbán no dudó en acercarse a Rusia y a mostrar una gran sintonía personal con Putin. Esa cercanía económica y política de Orbán con Putin incomodó a Polonia, aunque nunca llegó a causar mayores fisuras.

Sin embargo, la guerra de Ucrania ha llevado a la mayor ruptura entre los países miembros del grupo, principalmente por la postura del Gobierno de Orbán, que fue el último en condenar la invasión rusa.

Orbán ha puesto a Rusia en numerosas ocasiones como uno de sus ejemplos en la construcción de lo que llamó democracia “iliberal”. Polonia, por razones históricas, lleva una decidida política antirusa y ha tenido múltiples encontronazos con Moscú. Jaroslaw Kaczynski, el líder del partido gubernamental Ley y Justicia (PiS) ha asegurado que “no está satisfecho” con la postura de Orbán sobre Rusia.

Incluso, cuando Orbán en una primera reacción se mostró poco convencido sobre lo ocurrido en la localidad de Bucha -próxima a Kiev- , una masacre de civiles ucranianos atribuida a soldados rusos, Kaczynski le recomendó ir al oftalmólogo, en una dura crítica extraña entre estrechos aliados.

A finales de marzo, Polonia y la República Checa se negaron a asistir a una reunión de ministros de defensa en Hungría debido a la postura de Budapest sobre la invasión rusa de Ucrania. “Lo más importante es que la amistad con Polonia sufrió un quiebre”, afirma Radnóti.

“Hasta ahora había solidaridad con Polonia. Se sabía que vetarían mutuamente la aplicación del artículo 7. Esto ha terminado ahora”, enfatizó el analista sobre el procedimiento de infracción que la Comisión Europea abrió contra ambas capitales.

El grupo ya ha sufrido tensiones antes con, entre otros asuntos, un conflicto sobre una mina de lignito entre polacos y checos, que ha enfriado las relaciones entre Praga y Varsovia.

Por otra parte, tanto el Gobierno de Eslovaquia como el de República Checa han decidido acercarse más a Occidente y alejarse algo del V4. Radnóti, experto en política exterior, asegura que “Orbán, desde 2010, usó como una hoja de parra el V4 para ocultar su aislamiento” en el escenario internacional.

Algunos señalan que con el fin de la guerra las relaciones entre los cuatro países se normalizarán de nuevo, pero eso todavía queda lejos. Lo que sí parece claro es que cambiará la posición de Polonia dentro de la UE. “Da la impresión de que Bruselas tratará con guantes de seda a los polacos”, afirma convencido

András Radnóti.