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Un futuro por el que pelear

Robert Guédiguian presenta un filme que reflexiona “sobre el paso del tiempo”

Un futuro por el que pelear

EL director francés Robert Guédiguian arranca su último proyecto, La casa junto al mar, de forma directa y con una escena en la que un anciano -Jacques Boudet- sufre un infarto y sus tres hijos -Ariane Ascaride, Jean-Pierre Darroussin y Gérard Meylan- deben viajar de forma inmediata a la casa de su progenitor, situada en un pequeño pueblo de la costa francesa. Él, que se había negado a mudarse y dejar atrás sus raíces, motiva que sus tres hijos se enfrenten a los recuerdos de su pasado, esos que les harán plantearse no solo su presente, sino también su futuro.

Porque mientras su padre se repone del infarto, los tres hermanos irán recuperando sus relaciones entre ambos, enfrentándose y exponiendo también sus propios conflictos personales, en un pueblo ahora vacío, “aunque el espectador imagina cómo era años atrás y, de hecho, los personajes cuentan constantemente cómo era ese lugar en su infancia, lleno de vida”, concreta Guédiguian.

En palabras del director, la película habla esencialmente del “paso del tiempo”. Para abordar esta reflexión temporal, el cineasta se sirve de flashbacks para que los espectadores imaginen el lugar en el pasado. Además, para los más cinéfilos, Guédiguian ha contado con el mismo reparto de Ki lo sa?, filme que rodó en esa misma localización en 1985.

El acercamiento a las mencionadas reflexiones es través de los personajes, del paisaje y del lugar, plantea, “con la estrategia de contar el mundo entero desde ese pequeño lugar”. De hecho, la llegada de unos niños refugiados a esa remota costa francesa hará estallar los planes e ideas de los protagonistas.

Lejos de abordar la temática de la crisis de los refugiados desde un lado compasivo o solidario -“la solidaridad no es más que un deseo abstracto”-, Guédiguian elige la acción de compartir como vía de reacción: “Es incomprensible que Europa no acoja más refugiados”, plantea el francés, para reivindicar que “el filme interpela a todos los espectadores a tener la misma actitud que los hermanos: a acoger a los refugiados”.

Alejado de toda nostalgia Sobre esta mirada hacia atrás, Guédiguian es directo y elimina cualquier atisbo de nostalgia, e incluso expone una revisión crítica: “La única manera global de criticar el presente es reflexionando acerca del pasado”. El presente, con la dolencia de su padre, hará que se reúnan en pantalla “tres personajes que no se habían visto ni hablado desde hacía muchos años y que al volver al paisaje de su infancia, se reencuentran y se aceptan”.

Y en este reencuentro casi de fantasmas perdidos, la llegada de esos jóvenes refugiados y el hecho de ayudarles “les pone de nuevo en el buen camino y por fin vuelven a tener algo por lo que luchar”. Porque a ojos del cineasta, “en el mundo, sea como sea, hace falta luchar para que sea mejor. ¿Más justicia? ¿Más igualdad? ¿Más verdad? Siempre queda algo que mejorar”. E insiste: “Una crítica del presente implica echar una mirada hacia el pasado”. Y es ahí cuando La casa junto al mar se convierte, por casualidad, en un escenario para planteárselo. Y abordarlo.