CUANDO estalló la Primavera Árabe muchos creyeron que era el inicio de otro Túnez, una puerta abierta a la modernidad y avances para los tunecinos, y en especial para toda la juventud. Sin embargo, cinco años después, el país árabe está muy lejos de esa utopía.

Hedi: un viento de libertad retrata todo esto y va más allá. Supone un acercamiento a la juventud tunecina, unos jóvenes que están divididos entre el respeto a la tradición y el deseo de apartarse de las costumbres.

El tunecino Mohamed Ben Attia muestra todo esto en su ópera prima, que viendo la temática y tratamiento de personajes no deja de ser un debut diferente y en cierta manera arriesgado. Ben Attia se sirve de una trama que gira entorno a Hedi, nombre que significa calma, serenidad, algo que define no solo al personaje principal sino también representa esa hipotética calma antes de la tormenta. Una tormenta que puede desatarse por tomar decisiones en contra de lo que esperan el resto.

LA LIBERTAD DE DIRIGIR La historia nos lleva a Túnez, tras la primavera árabe. Hedi es un chico de 25 años que trabaja en un concesionario de coches y está a punto de contraer matrimonio con una chica elegida por su familia. Pero se enamora de Rym, una animadora de hotel y se planteará rebelarse contra los que han diseñado su vida.

Ben Attia retrata un país que, lejos de modernizarse, está aún anclado en su pasado, cada vez con menos turistas y con mayor tristeza en la atmósfera envolvente. Un Túnez postrevolución.

Los protagonistas vivirán también sus propias revoluciones internas. Por un lado Hedi tendrá que plantearse qué quiere y elegir su futuro, sus sueños. Pero si Hedi ha tenido la oportunidad de experimentar esa otra vida con Rym, su prometida Khedija no. Ella ha sido educada para aceptar su destino, que no es otro que casarse y tener hijos. No se plantea otra cosa. Es el retrato simbólico del polo opuesto a esa vida que está experimentando y descubriendo Hedi.

Ambos simbolizan dos realidades existentes en Túnez, y tal vez en más lugares. Por un lado está Hedi, que representa a una juventud llena de dudas y que intenta salir hacia delante pero en la dirección que le gustaría, y no la que le imponen. Y enfrente está Khedija, como la parte pasiva de esa juventud, que no se enfrenta sino simplemente acepta.

La película también hará inciso en el papel que juegan las familias en la vida de un joven árabe tradicional, con la madre de Hedi controlando la vida de su hijo con autoridad y firmeza, y a su hermano mayor Ahmed ordenándole cómo debe comportarse.

De esta manera, Hedi queda atrapado entre dos caminos: la del matrimonio organizado por su familia y el del amor que siente por Rym, quien representa lo que de verdad quiere, un futuro con libertad. Encarnado por Majd Mastoura -Oso de Plata a mejor actor en la Berlinale de 2016-, el director del largometraje desveló que Mastoura les sorprendió en un primer momento y pensaron que no encajaba en el papel. Mastoura tuvo que trabajar mucho para representar a este joven tunecino ya que el actor era una persona muy abierta e incluso llegaba a ser exuberante. Por ello se vio obligado a canalizar su energía e incluso cambió la forma de andar y su postura para que encajase interpretando a Hedi.

Todo ello forma parte de este drama que es Hedi: un viento de libertad, una historia basada en personajes, en sus sentimientos, acciones y sobre todo, aquellas no-acciones que no hacen por respeto a su tradición, familia y cultura.