Bilbao - Es portugalujo y hace dieciocho años se fue a Madrid a probar suerte en lo que era su vocación: ser artista. Aún recuerda que su primer sueldo fue de mago y ganó 7.000 pesetas. Ha pasado el tiempo y su sueño se ha hecho realidad. Ha trabajado en televisión en programas como Un, dos, tres..., El club de la comedia, Desesperado club social, Caiga quien caiga o Tienes talento. No descarta volver al medio, pero reconoce que está a gusto haciendo teatro o escribiendo un libro que lleva el título de su espectáculo, Espinete no existe; el humor a través de los recuerdos y añoranzas.

Que Espinete no existe... ¡Vaya osadía!

-Llevo años proclamando esto, casi diez en mi espectáculo. Plasmarlo en un libro era una necesidad mía.

¿Es una provocación?

-Exactamente, es una forma de hacer que la gente reivindique los recuerdos de su infancia. Es un símbolo de una infancia.

¿De su infancia?

-También. Me he dado cuenta que al hablar de lo particular, he llegado a lo universal, todos hemos tenido infancias muy similares, da igual de qué generación seas; el espectáculo se llena de gente de todas las edades.

¿Ha dejado de lado la televisión?

-Qué va, he dejado de consumir televisión; cuando era pequeño era un devorador de la televisión. Luego me dediqué a trabajar dentro, me gustaban las tripas de esa caja tonta, me encantaba.

Pero ahora prefiere el teatro.

-Porque me ha dado la vida, el contacto con la gente. Si lo que haces gusta y funciona, lo ves al instante; en televisión no, es otro rollo. Pero es un escaparate maravilloso y si tendría un programa adecuado volvería sin pensármelo. Tengo proyectos, pero ahora mismo lo más personal que tengo es el espectáculo.

¿Le gustan más los trabajos personales que los televisivos?

-Es cien por cien mío, nadie me puede decir: Di esto o aquello, no digas esto otro. Es libertad absoluta, mi atrio es el escenario.

‘Caiga quien caiga’. ¿Qué me dice de él?

-Fue mi programa más popular, fue la vuelta a Telecinco de un programa mítico. Pero he hecho otros que me han dejado muy satisfecho.

¿Cómo entra en el mundo del espectáculo?

-Fue desde pequeño, nunca he tenido otra vocación que la de dedicarme a esto.

-Creía que su vocación era ser mago y no monologuista o presentador.

-El teatro es magia, todo está encadenado. Todas las tramas del mundo del espectáculo me han llamado la atención y procuraré tocar todas a lo largo de mi vida con mayor o menor fortuna o mayor o menor talento; siempre me ha gustado hacer todo. Era algo que me gustaba de pequeño y que quería hacer de mayor, lo sigo queriendo.

‘Un, dos, tres...’ le tuvo que pillar de recién nacido.

-Sí, pero como duró tantas temporadas... Hasta el punto de llegar yo a trabajar en ese programa y ser uno de los cómicos en la última temporada que presentó Luis Larrodera. Imagínate, trabajar con Chicho.

Sigamos pasando hojas a su nostalgia. En su libro aparecen los payasos de la tele.

-Han marcado a muchas generaciones y tenían algo que hoy en día es irrepetible: era un humor tan básico que se convirtió en universal, no era un humor basado en modas temporales.

Llegamos a ‘Heidi’.

-Figúrate, si era un niña bipolar, lo que pasa es que la gente no lo sabe. Hay que revisar de nuevo todas las cosas para darte cuenta de lo que tenían oculto.

¿Cree que la tele de su infancia tenía mensajes ocultos?

-Todo tenía mensajes ocultos: las series, las canciones de la infancia; estoy seguro de ello.

¿Y qué me dice de ‘Barrio Sésamo?

-Epi y Blas, pareja de hecho. Creo que si revivimos todo lo que vimos cuando éramos niños con ojos de adulto nos resultaría muy divertido.

¿Conoció a la familia Telerín?

-No, luego vino la familia Televicente y después Casimiro.