Las Campos fueron mujeres de carácter, matriarcas y adelantadas a su tiempo. Con las dificultades de una época dura, comenzaron su andadura a principio de siglo en una lonja del mismo puerto de Bermeo, aunque no sería hasta 1921 cuando construyeron su fábrica y la marca adquirió una dimensión mucho más comercial.

En 1991 unieron su historia a otra saga, la de los Astorquiza, tras una época económica complicada y en la que se recuperaban de las pérdidas sufridas en el pueblo de Bermeo en las inundaciones de 1983, creando una empresa fuerte, moderna y competitiva, la Sociedad Alimentaria Campos y Astorquiza, hoy conocida con el acrónimo SALICA.

Muchos cosas han cambiado en el mercado de los atunes en estos 100 años, pero Campos mantiene fiel sus compromisos hacia la mujer en el mercado laboral, los discapacitados y los más desfavorecidos. Lo lleva en su ADN. No en vano, las fundadoras hermanas Campos, Salome, Felicia y Julia, fueron mujeres emprendedoras y trabajadoras que pusieron los cimientos de lo que hoy es la compañía, en el que a día de hoy, siguiendo la tradición de Campos, el 70% de la plantilla y el 65% de los puestos de responsabilidad están ocupados por mujeres.

En su ADN lleva también la inclusión de personas con diversas discapacidades. El fundador de la otra saga bermeana, Miguel Arto Astorquiza, además de ser pionero en el desarrollo de máquinas de cierre de latas, era sordo, pero se desenvolvía con naturalidad en las subastas de pescado, gracias a la ayuda de su hijo que le acompañaba desde los 11 años a la lonja. Hoy en día, el 3% de la plantilla de Campos tiene alguna discapacidad y pueden desarrollar su trabajo de forma plena.

Campos es también parte del entorno social de Bermeo y colabora con entidades sin ánimo de lucro como el Banco de Alimentos o entidades deportivas locales como la trainera de Urdaibai o con el deporte base local.

Destaca la Travesía Salome Campos, una prueba de natación en aguas abiertas que se organiza anualmente en honor a la hazaña de la fundadora Salome, una mujer adelantada a sus tiempos, que trabajaba en el puerto en un mundo ciertamente masculino, pero en el que no quería ser tratada diferente. Gran nadadora, un día apostó que llegaría nadando a la isla de Izaro, y así lo hizo, dando paso a la leyenda.