Caminar descalzo por casa no es una tendencia pasajera ni una práctica “zen” para redes sociales. Según la dermatóloga @dr.anamolina, se trata de un gesto con beneficios físicos reales. En uno de sus últimos vídeos, la especialista explica que al andar sin calzado “activamos más de 100 músculos, tendones y ligamentos que forman el pie”, lo que contribuye a mejorar la postura, el equilibrio y la propiocepción, es decir, la capacidad del cuerpo para percibir su posición en el espacio.

Cuando los pies se liberan del calzado, envían al cerebro información directa sobre el apoyo y el movimiento, ayudando a mejorar la coordinación y a fortalecer la base del cuerpo. Es, en palabras de la dermatóloga, “un auténtico reset para el cuerpo”.

El problema, recuerda Molina, es que vivimos con los pies encerrados la mayor parte del tiempo, y muchos de los zapatos que usamos no respetan su forma natural. Los modelos de punta estrecha comprimen los dedos y pueden provocar deformidades como juanetes o uñas encarnadas. Los tacones alteran la alineación corporal, generando sobrecarga en rodillas y espalda, mientras que las chanclas obligan a los dedos a tensarse para sujetarlas, provocando rigidez y desequilibrio.

Cuanto más tiempo pasamos con este tipo de calzado, menos trabajan nuestros pies y más se resiente nuestra postura”, advierte la especialista. A largo plazo, esto puede traducirse en dolores lumbares, problemas de estabilidad o incluso lesiones musculares.

Una trabajadora con dolor lumbar en la oficina. Freepik

Beneficios de andar descalzo

Caminar descalzo, aunque sea solo unos minutos al día, fortalece la musculatura intrínseca del pie, mejora la circulación y aumenta la estabilidad. Además, permite que los dedos se abran y se muevan libremente, favoreciendo la alineación natural del cuerpo.

Según la doctora Molina, el contacto directo con el suelo también estimula terminaciones nerviosas y mejora la percepción corporal. Este efecto puede sentirse especialmente en personas que trabajan muchas horas de pie o que sufren cansancio en las piernas.

La dermatóloga recomienda andar descalzo siempre que sea posible, al menos por casa. Si hace frío, se pueden usar calcetines antideslizantes de cinco dedos o calzado minimalista flexible, que permiten mantener el movimiento natural del pie sin perder abrigo ni seguridad.

Otra sugerencia curiosa que aporta la doctora es el “reto del equilibrio”: ponerse los calcetines o los zapatos de pie, sin apoyarse, para entrenar la estabilidad y la coordinación a diario. Este pequeño ejercicio fortalece los músculos estabilizadores y ayuda a mejorar la postura sin necesidad de rutinas complejas.

Cuándo no conviene ir descalzo

Aunque caminar descalzo en casa tiene múltiples ventajas, la dermatóloga recuerda que en vestuarios, duchas o piscinas públicas es mejor usar protección. En estos entornos húmedos y compartidos, los pies pueden entrar en contacto con hongos, bacterias o virus, responsables de infecciones como verrugas plantares o pie de atleta.

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La recomendación es clara: en casa, descalzo; en lugares públicos, protegido. Caminar descalzo unos minutos cada día es una forma sencilla de mejorar la salud de los pies y la postura general. Fortalece los músculos, estimula la circulación y devuelve a los pies su función natural, que es, nada más y nada menos que sostener, equilibrar y conectar al cuerpo con el suelo. Como concluye la doctora Molina: “Cuanto más contacto directo tengas con el suelo, más fuerte y estable se vuelve tu cuerpo”.