Las sábanas y los pijamas forman parte de nuestra vida diaria y, sin embargo, muchas veces olvidamos lo importante que es mantenerlos limpios. Mientras dormimos, el cuerpo suda, la piel elimina células muertas y el polvo del ambiente se acumula en la tela. Todo eso convierte la cama en un lugar perfecto para los ácaros y las bacterias, aunque no podamos verlos a simple vista. Por eso, los especialistas insisten en que lo ideal es lavar las sábanas una vez a la semana.
Si eres de los que sudan mucho en verano, duermes acompañado de tu mascota o tienes alergias, la recomendación es hacerlo incluso cada tres o cuatro días. No es solo una cuestión de higiene: dormir entre sábanas frescas también favorece un sueño más reparador y ayuda a que la piel respire mejor, reduciendo la posibilidad de irritaciones.
¿Qué pasa con los pijamas?
El caso de los pijamas es muy similar, aunque muchas veces se les presta menos atención. Lo habitual es usarlos varias noches seguidas, pero los expertos recomiendan lavarlos cada tres o cuatro usos. En los meses de más calor, la frecuencia debería aumentar a cada dos noches, porque el sudor se acumula con rapidez. Al final, un pijama pasa muchas horas en contacto directo con la piel y, aunque pueda parecer limpio, guarda restos de sudor, aceites corporales e incluso bacterias.
Si tienes la costumbre de ducharte justo antes de dormir, puedes estirar un poco más su uso, pero aun así conviene no alargarlo demasiado. Lo más higiénico es cambiarlo con regularidad para evitar malos olores, picores o incluso pequeños brotes de acné.
Factores que influyen
No existe una regla universal, porque la frecuencia depende de varios factores. El primero es el clima. En verano, con más sudoración, conviene acortar los intervalos de lavado tanto en sábanas como en pijamas. En invierno, con menos calor y humedad, se puede esperar un poco más. Otro factor es el estilo de vida. Quienes hacen deporte intenso por la noche, usan cremas o aceites antes de acostarse, o conviven con animales en casa, deberían lavar la ropa de cama con mayor frecuencia, porque todos esos elementos se acumulan en los tejidos.
También influyen las condiciones de salud: las personas con alergias, eccemas o piel sensible tienen que mantener las telas siempre limpias, ya que el contacto con el polvo o los restos corporales puede agravar sus síntomas.
Dormir limpio es dormir mejor
Más allá de la sensación agradable de meterse en la cama y notar las sábanas recién lavadas, la limpieza tiene beneficios concretos. Una cama limpia reduce la presencia de alérgenos como el polvo o los ácaros, lo que significa menos estornudos, menos congestión nasal y menos riesgo de empeorar alergias o asma. También ayuda a evitar problemas de piel, como irritaciones o granitos, que pueden empeorar si los tejidos acumulan suciedad. Y no hay que olvidar el efecto sobre el descanso: dormir en un entorno limpio y fresco facilita conciliar el sueño y mantenerlo durante más horas, lo que se traduce en una mejor recuperación.
Incluso a nivel psicológico, estrenar sábanas o pijama recién lavado genera una sensación de orden y bienestar que influye en cómo nos sentimos al final del día.