A sentir la naturaleza salvaje de la Selva de Irati en pleno otoño
Este espacio natural salvaje, ubicado en el pirineo navarro, ofrece más de 17.000 hectáreas de bosques que resplandecen de color durante la estación otoñal
Desde Turismo de Navarra ironizan sobre el éxito de la Selva de Irati al equipararla en fama y conocimiento con las internacionales fiestas de San Fermín. Exageren o no, desde aquí volvemos a invitar a disfrutar de sus más de 17.000 hectáreas de naturaleza salvaje y de sus ríos, senderos y bosques, cuyas hojas resplandecen especialmente en la estación otoñal.
No puede haber mejor lema para disfrutar de este enclave único en Euskadi y el Estado como el elegido: siente la naturaleza y vive el esplendor del bosque en sus más de 17.000 hectáreas. El visitante de Irati se dará un baño de naturaleza salvaje al adentrarse en una experiencia única en uno de los hayedos-abetales más grandes y mejor conservados del continente europeo.
Irati, ubicada en el Pirineo, mayoritariamente en los valles navarros de Aezkoa y Salazar y con cierta extensión en los franceses de Cize y Soule, es un extenso bosque que, aunque se haya explotado forestalmente desde el siglo XV, se conserva en plena forma gracias al respeto que le ha mostrado la ciudadanía de estos valles. Hayas, robles, abetos, abedules, sauces, helechos y musgos, entre otros, sirven de morada para ciervos, corzos, jabalíes y multitud de especies que aportan una gran riqueza medioambiental.
Zona de Especial Protección de Avifauna, en la selva destacan tres zonas especialmente protegidas: las reservas naturales de Mendilatz y de Tristuibartea, y la reserva integral de Lizardoia, que contribuyen a la buena salud del bosque.
Zona especial para senderistas, desde Aezkoa se pueden coger los de Anbulolatz, Azalegi, pasar por el embalse de Irabia y la Fábrica de Armas de Orbaizeta, el de camino de Plaza… Y desde el valle de Salazar, cerca de Otsagabia, los del bosque de Zabaleta, la cascada del Tubo y senda del río Urbeltza, Errekaidorra...
Son más de 16 los senderos balizados y ninguno de ellos supera los 10 kilómetros, siempre entre miradores de vértigo, cuevas, cascadas, puentes colgantes, estaciones megalíticas o la ruta de los hórreos. Además, en el caso del valle de Salazar, se ofertan rutas en BTT y paseos a caballo entre gargantas horadadas. Y para rematar, a disfrutar de la comida pirenaica: migas, hongos, ternero lechal...
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