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Tozeur

Tozeur es la vieja tusuros, nombre que las legiones romanas dieron a su asentamiento en la zona oeste de la hoy túnez. El último enclave con aeropuerto e infraestructuras modernas antes de que el extranero opte por perderse en las arenas del desierto sahariano.

La ciudad tiene cerca de30.000 habitantes y haymás de 100.000 en la región,pero apenas senota en la calle. El domingoes día de mercado,situado en el antiguocampo de fútbol. Esde los pocos lugares donde se ven mujeres,hombres y niños mezclados, todos con curiosidady ganas de encontrarse con conocidosy de paso comprando jabón, trastospara la cocina, ropa, fruta... Vamos, comoen uno de nuestros mercados ambulantes.

La medina de Tozeur,con sus minúsculascalles, es un ejemplo de una arquitecturapropia, recia y práctica que se ha mantenidoen pie por la fortaleza de su construcción.Está toda ella levantada en ladrillo debarro, de color muy claro. Sus muros sonimpenetrables al calor y están espolvoreadosde pequeños huecos, a modo de ventanas,quepermitenla entrada de la poca luzque necesitan sus moradores y de pequeñascorrientes de airequerenuevanel oxígenodel interior.

Yanya Gharbi, oriundo de esta tierra, lecontó al viajero que la habitación para dormir ha sido siempre la más alejada de la superficie,la más oscura y por supuesto la más fresca en verano y la más caliente eninvierno. Hoy esta arquitectura, esta manerade construir, recibe el nombre de arquitecturabioclimática, arquitectura sostenible,pensó el viajero.

Las calles y pasadizos de la medina le llevanauno,lodirigenmásbien,ysóloquedamirar de vez en cuando al azul cielo paraver algún minarete. Pocas personas transitanpor la medina. Cuando se escuchanlos pasos de alguien una emoción extrañainvade el corazón del viajero; laimagendeunamujerconsutradicionalvestidonegrocon franjas azules o blancas, propio de Tozeur,dan al encuentro furtivo un aura especial.

Sin darse cuenta, el viajero se hatrasladado a un tiempo que ya no existe.Desde la medina el viajero fue caminandoal oasis de Tozeur, el segundo más grandede Túnez. El lugar que le dio y le da razónde ser a Tozeur.

ENTRE DÁTILES

El oasis es un vergel en el que se cultivandesde tomates y naranjas a dátiles. Es cultivoen tres niveles, cuentan. En el primernivel,arasdesuelo,verdurasylegumbres,en el segundo frutales y en el tercero el dátil.Todo ello gestionado por un sistema decanales y cuotas de aguadefinidas hace yaunos cientos de años. El dátil deTozeur, dela variedad Deglet Nour, es el mejor delmundo, suave, dulce, nada empalagoso yextraordinario para el experimento culinario-cultural que ha puesto en marcha lafamilia Chokmani en un lugar llamadoEden Palm. Aquí se puede ver a la vez en sumuseo la historia del dátil y cómo ser ecogeel fruto de la palmera.

Al viajero le explica ronque de la palmeradatilera se aprovecha todo; además delfruto, que por cierto es exquisito, el troncose utiliza como madera en construcción oartesanía, las palmas como barreras protectorasante el avance del desierto o paraconstruir tejados, y así hasta el infinito.

Pero lo más impresionante es el proyectodel joven Nabil Chokmani. Profesor en Canadá,trajo desde aquel las tierras unas máquinas con las que ha creado de la nada unosproductos gastronómicos únicos en elmundo, hechos a base del dátil. El viajerodisfrutó con ladegustaciónquele prepararon:sirope, mermeladas o mantequilla dedátil. Una experiencia que sí podemos afirmarque es única, y sólo en Eden Palm sepuede disfrutar de este nuevo manjar originario del desierto y de su paraíso,el oasis.

La tentación era irresistible y la mochilaquedó repleta con un cargamento desiropede dátil realmente exquisito y, por qué no,sensual. Detrás estaba la idea de poder traersea casa, guardados en unos bonitos tarrosde cristal, unos retazos del espíritu delos oasis, del dátil, del Sahara, de Tozeur.

EXCURSIONES

Esto da una sensación ver la lluvia en el desierto,la lluvia fresca sobre el lago salado deChott el Jeritt al amanecer, un primer y fugazencuentro a la espera del atardecer. Elviento inclemente dio paso al sol ya la calma.Los dromedarios pastaban hierba verde. Enfin,se dijo el viajero, llegar al desierto y traerla lluvia. Una bendición para esta tierra yuna suerte ver el paisaje mutar.

La carretera llevó al viajero hasta el oasisde montaña en Tamerza y Mides. Algunosde sus paisaje recordaban a la película Elpaciente inglés, pero lo mejor era abstraersey disfrutar del lugar: pequeños hilos y cascadas de agua abriéndose camino en las rocas hechas arena.

Y siempre, junto al agua,la palmera, la vida.

Tocaba regresar. En el pueblo de Tamerza,junto a la carretera y en un local público,los jóvenes estaban tocando música.Nos invitarona entrar pero teníamos que continuarel camino. Nos esperaba Chott El Jeritty no defraudó; nos ofrecióunregalo enforma de un atardecer infinito, lunar, estratosférico.

Palabras huecas para lo vividoallí.Quizás una fotografías ir vapara al menos mostrar un retazo de lo experimentado.La noche se precipitó en la llanura salada,regresara Tozeur fue transitar en la nochepor espacio de una hora, tiempo de reflexiónsobre lo experimentado en el día. Mañanatocaba dirigirse a Douz.

Al viajero le hubiera gustado quedarsepor allí, pero los hoteles están en Tozeur ysiempre se regresa a la ciudad a dormir.Y otro día, temprano otra vez, en la carretera.Subidos al 4X4 nos dirigíamos alsur, a Douz, al desierto de dunas que todostenemos en la cabeza, el mar de arena quese pierde en el infinito. Llegamos y el viajero entabló conversación con Luigi,un italiano afincado en Douz desde hace ya muchotiempo y que tiene preparado unaespecie de parque de atracciones alrededorde las dunas y los dromedarios. Luigi fueaviador y se nota: suele pilotar un pequeñoultraligero que hace las delicias de los viajerosque llegan a Douz. Y su amigo Jaquipilota un ultraligero más ligero aún.Cuentan que las sensaciones desde el aire viendoel mar de dunas son impresionantes.El viajero no montó en ninguno de esos artefactos,prefirió dar una vuelta en dromedario.

A ritmo lento, silencioso, el dromedariofue alejándose del campamento yadentrándose entre las dunas. En un momento,de golpe, no se veía ya nada civilizado,estábamos a poco más de un kilómetro de la base y parecía que estábamos en unremoto rincón del Sahara. Sólo silencio yde vez encuando el viento que convierte laarena en un finísimo polvillo que se incrustaen los ojos, la nariz, la ropa...

Bye Luigi. Había ganas de comer y el refrigerioa base de tajines, un pastel elaboradocon verduras, cordero, huevos y patatas,nos esperaba en un lugar muy especial,en un hotel llamado Mehari Zaafrane.El viajero ha tenido la suerte de conocerlugares especiales, con una aura peculiar,yeste hoteles uno de ellos.Esa ccesiblesóloen 4X4, atravesando blancas arenas y caminos sóloexistentes en la memoria de los conductores, locales como Agab o Fawzir.Merece la pena visitar y dormir al menosuna noche en Mehari Zaafrane.

Al fondo del campamento, sobre un promontorioque hace de barrera a las arenasdel desierto, se encuentra una atalaya queofrece al alma del viajero todo lo que es el Sahara:el infinito, la arena, el cielo y los milcolores del astro rey. Como dice un amigo,“mítico”.Chapeau Mehari Zaafrane.