Triple salto mortal con tirabuzón de Pedro Sánchez para medalla en la pileta política. Denuncia, en compañía de su mujer, al juez que lo acecha; hace una concesión entreguista ilimitada a ERC que salva con un suficiente 53,5%, pero que sumerge en un cisma territorial progresivo al PSOE; y, en consecuencia, desafía sin arrugarse a Puigdemont, sacudiéndose, de momento, las amenazas del prófugo que sigue sin volver a casa. Todo un reto hercúleo para convertir en president a Salvador Illa y así dinamitar el control del independentismo en la Generalitat. El inicio de un nuevo ciclo político inimaginable en aquellos arrebatos rupturistas del procés.
Otra vez el líder socialista en estado puro. El método del abismo. Ya lo encaró sin recato para asegurarse su presidencia mediante la ley de amnistía. Y ha repetido el truco para garantizarse un hito político de secular trascendencia, no solo en Catalunya. Esta vez, eso sí, se ve compelido a un embarullado acuerdo al que jamás imaginó verse sometido, aunque siempre tiene una justificación a mano en medio del carajal. Se trata de una obligada sumisión que su mano derecha, la locuaz pizpireta Montero siempre negó hasta doblar la rodilla y que, desde luego, flagela la ortodoxia del ideario socialista en cuestión de igualdad entre ciudadanos.
Quizá Sánchez ha ido esta vez demasiado lejos. Se dice feliz por haber abierto la puerta a una incipiente federalización del país. Tal vez, simplemente, sea una confesión impostada. Por despojar del poder al soberanismo catalán ha destapado la caja de los truenos de su partido. Ya no son solo ñoñerías felipistas o retahílas de Page. Afloran gota a gota los barones insurrectos pidiendo explicaciones porque les atemoriza la airada reacción de sus votantes ante semejante claudicación. Sin la necesidad de aupar a Illa, jamás se habría concedido un concierto económico singular a ERC. Por eso, la súbita felicidad del presidente suena falaz.
Resuello en ERC. El agónico respaldo final de su asamblea de afiliados, avalado por una elevada participación, no garantiza, sin embargo, el apoyo en bloque de sus 20 parlamentarios cuando llegue la hora de la verdad. La firme advertencia de una diputada díscola con la disciplina de voto obliga a contener la respiración de la dirección republicana porque simplemente su rechazo podría provocar una repetición electoral –el candidato socialista no llegaría a los 68 votos afirmativos e la mayoría– después de haberse quedado Sánchez desnudo ante el espejo. El fiasco provocaría un pavoroso incendio político. De momento se ha salvado la bola de partido.
Pendiente de tantos trueques, Puigdemont sigue agazapado ideando ese certero zarpazo que convulsione el atrezzo de la investidura. Sin la presidencia que tanto anhela, convertirá en un tortuoso camino de espinas el devenir de la legislatura en el Congreso. Tampoco le temblarán las piernas a Sánchez en exceso. Acostumbrado a la lidia del torbellino diario, no le asustará otro ejercicio sin Presupuestos. Se refugiará en agitar la polarización, en airear el elixir social de su acción de gobierno y en pasear los excelentes datos macroeconómicos que, sobre todo, le proporciona el turismo saturado de divisas y empleos.
Siempre quedará un hueco para escuchar el ruido en torno a Begoña Gómez y sus escenas de sofá tan reñidas con la ética. Sobre todo, porque nadie en La Moncloa se atreve a desmontar mediante una explicación tan contundente como creíble esa insufrible campaña ultraderechista intoxicando la acción judicial. La sospecha sigue avanzando con estrépito entre toneladas de incredulidad, mientras la acumulación de demandas echa innecesariamente más gasolina al fuego de una polémica que debió abortarse hace ya mucho tiempo.
Mientras se recupera de su lesión ocular, Feijóo trata de ver cocerse a los socialistas en sus disputas tributarias. Sabe el líder del PP por experiencia que esas desavenencias internas siempre provocan desgastes, alentados por su prolongada exposición mediática. Por eso desde Génova avivarán las tensiones hasta que se reanude el período parlamentario de sesiones. Allí aguardará la convalidación de esa hoja de ruta trazada para posibilitar la desconexión catalana del régimen común. La pirueta de voltaje electrizante. l