La apacible vida en el pequeño pueblo checo de Kurdejov, de poco más de 400 habitantes, se ha visto alterada por un enfrentamiento que ha surgido entre el sacerdote y gran parte de los vecinos, principalmente niños. Y todo debido a una ingenua actividad que organizó el Ayuntamiento para los más pequeños.

Con la celebración de Halloween a la vuelta de la esquina, al Consistorio se le ocurrió decorar el parque municipal con unas calabazas de pequeño tamaño que tallarían los propios niños. Así lo hicieron, y tiñeron de naranja el parque, situado muy cerca de la iglesia del pueblo.

La sorpresa para todos llegó la mañana siguiente, cuando todas esas calabazas aparecieron totalmente destrozadas. La corporación municipal publicó un mensaje en la cuenta de Facebook del pueblo condenando el suceso y decidió realizar otra vez la misma actividad y volver a llenar el parque de calabazas talladas por los niños.

La historia se repitió y el trabajo de los más pequeños acabó convertido en pequeños trozos de calabaza. Pronto se supo quién era el responsable de los dos ataques: Jaromir Smejkal, el sacerdote del pueblo, quien ante la convicción de que eran elementos satánicos optó por destruirlos.

Esto llevó a que muchos vecinos le recriminaran su actuación y a que se generara tal clima de crispación en la tranquila localidad que el cura tuvo que emitir un comunicado en el que lamentaba los insultos recibidos y argumentaba el porqué de sus destrozos, sin acabar de pedir perdón totalmente.

Smejkal afirmaba estar convencido de que “nadie de quienes colocaron esos símbolos de espíritus malignos junto a nuestro santuario quería mostrar su desprecio a algo que es sagrado para nosotros los católicos, sino que actuaron por ignorancia y por eso no culpo a nadie". Además, aseguraba que de haber sabido que era una actividad realizada por niños quizá habría actuado de otra manera, aunque su intención siempre fue “proteger a los niños del mal” y cree que fue “una acción correcta”: “Obré conforme a mi fe y deber y retiré los símbolos”.