ESTAMOS en plenos carnavales, esa época en la que uno se puede disfrazar de lo que se le ocurra o encarnar sin vergüenza alguna a ese personaje que seguimos en el cine o en la televisión. Es la época donde podemos perdernos entre viejos baúles repletos de ropa antigua, pelucas de colores y antifaces con plumas. Detrás de una máscara se esconde esa mirada cautivadora, ese rostro con historia que intuimos y que anhelamos conocer, pero que sin embargo se asoma tímidamente.
La bilbaina Jasone Lavín ha dado un paso más y desde hace unos meses crea máscaras en 3D. La creadora de la firma bilbaina Masquegorros da rienda suelta a la imaginación y aprovechando una cena de máscaras decidió dar un giro a su habilidad creadora para formar auténticas obras de arte carnavalescas. “El Carnaval siempre me ha gustado y por supuesto las máscaras me fascinan”, asegura la artista.
Todo surgió por causalidad. Un día empezó a darle vueltas de cómo crear una máscara y con la ayuda de su hermano que le enseñó a utilizar la impresora 3D comenzó a dar forma a las máscaras que tenía en su imaginación. “Nunca había hecho una. Primero elaboré la mía, después una para mi marido y cuando mi amiga Miren las vio, le encantaron y me encargó otra”. Y así poco a poco la lista de máscaras fue creciendo con un poco de ilusión, ganas e imaginación Lavín ha conseguido dar forma a infinidad de antifaces que han llamado la atención por su originalidad. “Son ligeras, no pesan nada y son fáciles de poner”, destaca Lavín. Pero eso sí, Jasone es muy exigente antes de dar forma a sus creaciones carnavalescas: “No a todo el mundo le sienta bien el mismo antifaz”, apunta. Ella necesita ver antes a la persona que lo lucirá, conocer su estilo, sus gustos para montar el antifaz tras el que esconderá el rostro. “Es muy importante conocer cómo va a ir vestida y qué le gusta”.
No hace una igual. Todas son diferentes y exclusivas. De lo que se trata es de que quien los luzca disfrute haciéndolo. “Ocurre lo mismo con los sombreros o tocados. Primero tienen que sentar bien y, después, la gente tiene que sentirse a gusto”, explica. Ella no se considera artista, disfruta con lo que hace, le ayuda a sentirse mejor, a ser feliz. De hecho Jasone desempeña una labor que nada tiene que ver con la creación de complementos. Este periplo artístico comenzó hace tres años cuando la vida puso a Jasone a prueba. Lo pasó mal y sacar eso que ella tenía dentro de sus entrañas le ayudó a superar el bache. Esa facilidad para la creación estaba en su interior y no lo sabía. “Mi madre siempre ha hecho flores y mi padre ha sido muy creativo”, comenta. Sus creaciones van dirigidas a mujeres atrevidas, “como yo”. “Me gusta que se dejen asesorar”, añade. En la fiesta de máscaras de Venecia a favor de los enfermos de fibrosis quística los antifaces de Jasone llamaron la atención. Nada que ver con aquellas máscaras que en el siglo XV utilizaban los doctores para protegerse de la enfermedad de la peste. “Esas eran las máscaras más famosas. Tenían unas narices de pico. Las mías no son tan famosas, pero tienen más glamour, ¿no?”, lanza entre risas Lavín.