NO olvidará jamás la primera vez que recién llegada a Zeanuri fue a hacer las compras a la tienda del pueblo. Todos hablaban en euskara. “Ay, ahora qué voy hacer si yo no entiendo nada”, recuerda. Pero finalmente no ha resultó ser tan traumático. La alicantina Almudena Simarro lleva residiendo en el municipio arratiarra cuatro años y asegura sentirse “muy a gusto” aunque su asignatura pendiente confiesa que es aprender a hablar en euskara. “Me encantaría poder hablarlo. Estuve un tiempo en el euskaltegi y aprendí mucho, pero por cuestiones de tiempo tuve que dejarlo”, argumenta.
Según explica se ha adaptado fácilmente a la vida en un pequeño municipio rodeado de montañas a los pies del Gorbea en el que se conoce casi todo el mundo. A mi ama no le gusta mucho, dice que aquí tiene la sensación de que se ahoga, pero a mí me encanta. Siempre me ha gustado los sitios en los que llueve bastante y de eso aquí tenemos mucho”, comenta.
Asegura que la gente del pueblo es muy correcta y que como saben que ella no habla euskara se lo ponen muy fácil. “Hay cosas que sí entiendo y cuando no, les digo: erderaz mesedez y no pasa nada. La gente me anima a aprenderlo. Ya me gustaría les digo, pero no es fácil”. Pero la persona que más le exige en el tema del euskara es su hija, Aroa, de tres años, que no lleva muy bien lo de que su ama no sepa hablarlo. Alguna vez ha venido de la ikastola y me ha dicho: Ama, tú por qué no sabes euskara? Yo le suelo decir que con aita que hable en euskara y conmigo en castellano pero...”, apunta.
Almudena conoció a su marido Gaizka por Internet y los primeros años fuera de su Novelda natal los vivió en el pueblo cántabro de Castro Urdiales. “Yo trabajaba en en una empresa en Ramales de la Victoria y mi marido en Igorre. Cuando me quedé sin trabajo decidimos trasladarnos más cerca de donde trabaja él”, apunta. Y así fue. Empezaron a buscar un sitio y el destino les llevó hasta el pequeño municipio de Zeanuri. Es allí donde está escolarizada su hija y donde en enero nacerá su segundo hijo.
Con motivo del euskaraldia, Aroa, también pone a su ama a prueba. “La pequeña habla perfectamente. La verdad es que me encanta escucharla. El otro día me preguntó: Ama, tú si no sabes euskara qué eres ahobizi o belarriprest? Alguien le tiene que enseñar a hablar en euskara”, le dijo a su aita con desparpajo.
Hace unos meses Almudena fue con Aroa al museo Guggenheim y la actividad en la que participaron se desarrolló en euskara. “Salí muy contenta porque entendí bastantes cosas de las que contaban. Con las palabras que iba entendiendo conseguí montar la historia. El resto me lo dijo Aroa, que ese día hizo de traductora”.