LOS galgos son los reyes del sofá. Tanto les ha tocado dormir en el frío suelo del campo que cuando una familia les abre las puertas de su casa estos perros se acomodan y aferran con fuerza a la segunda oportunidad que les brindan. Anualmente, al finalizar la temporada de caza, son miles los galgos abandonados en campos, ahorcados en árboles o muertos en el fondo de pozos. Una realidad denunciada por asociaciones de animalistas y que en la inmensa mayoría de los casos es desoída por las instituciones.
La asociación Galgo Leku, creada hace una década con el fin de rescatar y dar en adopción a galgos, también lleva años alzando la voz en Bizkaia para dar visibilidad a esta cruda realidad. Aunque al principio solo trabajaban en Euskadi, con la incorporación de colaboradores han logrado ampliar las redes a Cantabria, Aragón, Catalunya, Madrid y Alicante.
Eunate Goirizelaia tiene a su cargo a Juanito y a Putxo; Rubén Becerro disfruta de la compañía de Blus y Brons; Joseba Reyna, cofundador de Galgo Leku, lleva más de veinte acogidas en su trayectoria y, ahora, tiene a su cargo a Pepa, una perra de pelo largo que espera a una familia que le quiera. “Llegó muerta de miedo. Escondiéndose detrás de la puerta. Tiraba de la cadena para sacarla a la calle y se resistía. Es maravilloso ver la evolución del perro, solo por eso merece la pena”, concretó Joseba. Maite Aranguren e Isis -abandonada a la puerta de una perrera- comparten una complicidad envidiable. “Es una perra muy buena, formidable. En casa ni se nota que está. Eso sí, en cuanto llega a casa olvídate de poder tener un hueco en el sofá. Le encanta”, recuerda con una sonrisa. Todos forman parte de esta asociación y todos comparten una pasión, los galgos. En la actualidad, trece persona componen esta asociación, pocas para las necesidad que surgen casi a diario. “Necesitamos más casas de acogida. Diariamente nos llaman para contarnos que un galgo ha aparecido en la carretera o en una perrera... No sabes cuántas veces nos vemos obligados a decir que no podemos. Si no tenemos familias de acogida es imposible ayudar en el rescate”, destacan Eunate y Maitane.
Cariñosos y, aunque sean unos grandes corredores, de carácter muy tranquilos, cada uno de los galgos que ha pasado por la asociación ha llegado con una mochila cargada de piedras. Aunque hayan sido unos excepcionales cazadores, su futuro termina siendo incierto. “Son perros utilizados como herramientas. Cuando ya no corren son desechados, sustituidos por otros que corran más”, apuntan.
Blus fue encontrado en la cuneta de una carretera con la pata derecha destrozada. Su dueño consideró que ya no le servía y lo abandonó a merced de su suerte. “Un coche lo atropelló”, dice Rubén. Galgo Leku asumió los gastos de la operación y le encontró una casa con un gran sofá donde da rienda suelta a sus sueños perrunos.