LA brasa del Currito no volverá a encenderse en Madrid. El restaurante que el popular cocinero santurtziarra José María González Barea abrió en 1975 sirvió ayer su última cena. Las puertas de este reconocido local con sabor vasco cerrará hoy sus puertas de forma forzosa. Desahuciado, dicen sus responsables, por el Ayuntamiento madrileño. Una subida en el alquiler, de más de 8.000 euros en dos años, promesas incumplidas y el descenso de clientes han engordado la deuda de este restaurante, que se ha explotado a través de una concesión de la institución madrileña. La familia del cocinero vivió ayer uno de los días más tristes de su carrera. “Aquí es donde hemos crecido. Los momentos más bonitos y más tristes los he vivido aquí”, recordaba Javier Muñoz, nieto de Currito, en medio de uno de sus últimos servicios con la firma de su difunto abuelo.
“Es un día muy triste para toda la familia. Será el último día que Currito encienda sus fogones”. Con estas palabras se despedía ayer el equipo del restaurante, dirigido por Marta González Soto, hija de Currito, y José María Muñoz, su marido. El Ayuntamiento de Madrid ejecutará hoy la orden de desahucio que pesa sobre el restaurante, situado en la Casa de Campo, “después de haber rechazado todas las propuestas de convenio que le hemos planteado”, desistía Muñoz. “La deuda es ya muy grande”, admitía, analizando las razones que han llevado a uno de los restaurantes con más solera de la capital del Estado a echar el cierre de esta manera, dejando a 20 familias en la calle.
Las obras de la M-30 “que impidieron la llegada de clientes con normalidad”, fue el primer síntoma. Los comedores del Currito, donde era raro ver una mesa vacía -“es tan grande que siempre atendíamos a quien llegaba”, recordaba el nieto del chef santurtziarra-, pasaron a tener huecos. Terminó la gigantesca obra “y llegó la crisis”. Los planes del Ayuntamiento de Madrid recogían crear el Paseo de la Gastronomía, convirtiendo la Casa de Campo en un espacio en el que “la gente vendría a cenar cada día a un local diferente”, resumía Muñoz. La iniciativa atrajo a la zona a “ocho o diez restaurantes nuevos”, pero “al final no hicieron nada”. Así, la Casa de Campo de Madrid ha ido “deteriorándose” poco a poco debido al desuso -las ferias se realizan ahora en Ifema-. “Hay poca iluminación, prostitución...”. Los clientes volvieron a reducirse y esos huecos en el comedor pasaron a convertirse en la anulación del servicio de cenas. A esta factura se suma el aumento del alquiler fijado por el Ayuntamiento, que pasó de los 4.800 euros mensuales de 2003 a los 13.000 euros a partir de 2005. De los restaurantes que apostaron por la zona en su día, el Currito será el quinto en cerrar.
Artistas y políticos Las sardinas asadas y el sabor a brasa que trasladó Currito desde Santurtzi a Madrid está abocado a la desaparición. En la historia quedan noches con estrellas del mundo de la cultura y la política. Incluso el rey Juan Carlos celebró su última cena como monarca en torno a una de las mesas del Currito. “Muchos políticos nos han comentado que no entienden por qué el Ayuntamiento no acepta nuestras propuestas de pago”, subrayaba después de haber realizado un ERE el pasado invierno y entrar en concurso de acreedores.
Muchos clientes del restaurante trasladaron ayer sus ánimos a la familia de Currito al enterarse del cierre. “No sabemos qué vamos a hacer a partir de mañana”, aseguraba a DEIA la familia, dolida. La noticia se vivía con la misma tristeza y preocupación desde la localidad marinera, donde permanece viva la cocina de Currito. “Mi abuela y mis tíos no han dejado de llamar durante toda la mañana para animarnos en este último día”, desvelaba. El restaurante cierra, pero no está condenado al olvido. “Esperamos que Currito en Madrid no termine en la Casa de Campo”.