DICE que no tiene ningún secreto para mantenerse en forma a los 82 años, la suficiente como para correr cinco medias maratones al año y todas las carreras populares del calendario vasco. Pero cuando le preguntamos por la dieta, desvela, sin querer, la fórmula secreta de su espléndida longevidad: "Desayuno unas galletas con una manzanilla, como un plato de cocido (verduras o legumbres) y tres piezas de fruta, y ceno una ensalada, pescado y frutos secos con otra manzanilla". Con la energía que le suministran esos alimentos, Fortunato Vencedor entrena dos días a las semana, 15 kilómetros por sesión, para poder afrontar con garantías sus citas deportivas. La próxima será el domingo en la Herri Krosa. Tiene un especial cariño hacia la prueba bilbaina porque supuso su bautismo korrikolari. "Desde la primera vez que participé, hace ahora 21 años, solo he faltado una y fue por una pequeña lesión en el tobillo", comenta orgulloso. Es el único punto negro en su historial médico. Porque Fortunato, por no tener, no ha tenido ni una gripe, y sin vacunar, que no se deja. "Parece que estoy bendecido por alguien", dice angelicalmente.

Fortunato descubrió las bondades del deporte muy joven jugando a pelota a mano en un pueblo de Burgos donde pasó la guerra. Él nació en Artea (Castillo Elejabeitia) por casualidad, ya que su padre era el maestro del pueblo. Se crió entre el valle de Arratia y Basauri, segundo destino de su padre en Bizkaia. Una vez terminada la contienda civil, Fortunato se instaló en Bilbao con su familia. Y ahí se acabó el deporte. "Me tuve que poner a trabajar a los 17 años porque no había ni para comer", recuerda. Trabajó de autónomo como tapicero de coches hasta que "la cosa se puso mal" y montó un bar con su esposa en la calle Carmelo Gil.

rodillas Las largas horas detrás de la barra hicieron mella en sus rodillas. Así que tuvo que ir al médico. Y le recetó que hiciera gimnasia y paseos. "Me extrañó que me dijera eso, pero le hice caso y noté una mejoría total en pocos días", recuerda. Ese fue el comienzo del reencuentro de Fortunato con el deporte. Tenía entonces 59 años. Al poco tiempo enviudó. Y el resto lo hizo su hijo, que le animó a participar en la Herri Krosa. "Entrené muy poco, pero la terminé bien y me di cuenta de que podría correr carreras pequeñas". Desde entonces no ha parado de participar en pruebas atléticas populares. "Este año he corrido cinco medias maratones", comenta, "y el año pasado hice la maratón de Bilbao, pero no voy a repetirla porque es una carrera muy exigente, muy dura, de infarto". Aunque a él no le preocupa mucho el corazón porque dice que "de pecho, estoy como un toro".

Una salud de toro certificada por los controles anuales a los que se somete. "Todo me suele dar bien. Solo tomo unas vitaminas para la vista, que estoy un poco justo, y una medicación cuando hago el control de la próstata", comenta. ¿Y gripes o catarros? "De eso, nada", contesta. "En más de veinte años que llevo haciendo deporte", prosigue, "no he cogido ni una media gripe, y eso que he corrido con todo lo que uno pueda imaginar que puede caer del cielo: lluvia, granizo o nieve". Lo más que ha padecido tras una prueba disputada en condiciones adversas ha sido "un poco de moquillo". La última vez que se acercó al ambulatorio para recoger una receta le quisieron poner la vacuna antigripal, pero él se negó. "Gracias a Dios, no necesito", proclama. Fortunato, que ha sido requerido en alguna ocasión para dar charlas a jubilados, no quiere aconsejar ni ser ejemplo de nadie. "Yo solo soy un anciano... que está en forma y disfruta haciendo deporte", concluye.