Tras su flamante premio Goya a la mejor actriz de reparto por su papel de tía Lourdes en la película 20.000 especies de abejas, la donostiarra Ane Gabarain (2 de junio de 1963) nos atiende por teléfono en su trayecto en tren entre Valladolid y Madrid, donde unas horas después se viste de Poncia para interpretar la función teatral ‘La Casa de Bernarda Alba’, su “obra fetiche”; un proyecto al que “no podía renunciar”, aunque le ha llevado a decir no a otros "golosos”. “Sin estridencias”, encaja el éxito con naturalidad. Asume que este galardón es un logro “importante”, pero asegura que una semana después ya nadie se acuerda y hay que “cotizar todos los días”.

¿Qué ha sido de usted desde que en la noche del sábado desapareció de la pantalla hasta este mediodía del domingo? ¿Ha dormido algo? Cuénteme esa secuencia.

Pues no hay mucho misterio. Pero sí. Una vez que te hacen entrega del premio, pues casi literalmente te secuestran para hacer entrevistas y más entrevistas. Luego hay una especie de fiesta. Y claro, terminó tan tarde la gala que, para cuando te tomas un vinito, ya son las dos de la mañana. Y para cuando te tomas dos, ya son las 5:00 horas; y de allí, al hotel y poco más. En la cama, contestando mensajes y más mensajes. Cariñosísimos y muy contenta; y a dormir un poco. Y esta mañana, me he despertado para las 10 con un hambre tremenda, he bajado a desayunar y he seguido haciendo alguna entrevista. Y ahora vamos para Madrid, que tengo función a la tarde (20.00 horas).

¿De Valladolid a Madrid para actuar esta tarde en el teatro?

Estoy haciendo La casa de Bernarda en el María Guerrero de Madrid, con Patricia López Arnáiz (Ane en la película '20.000 especies de abejas'), que vinimos juntas además después de la función.

Explíqueme eso bien, por favor. Estrenaron la obra el viernes y hasta el 31 de marzo, de martes a domingo, actúan a diario, a las 20.00 horas. Es decir, aunque esté nominada para los Goya, nadie le libró de actuar el sábado a las ocho de la tarde. ¿Es así?

Claro, claro. El sábado hicimos la función y después, cuando terminó la función, nos esperaba un coche que nos traía aquí, a Valladolid.

¿Y la función es de una hora y tres cuartos, verdad?

Sí, prácticamente 2 horas.

“Terminamos la función de teatro a las diez en Madrid, nos medio vestimos y rematamos el ‘look’ en el coche camino de los Goya”

¿Y dónde se puso guapa para acudir a los Goya si acaba la función a las diez de la noche?

Pues de mala manera. Nos vestimos allí, después de la función, corriendo y deprisa. Mejor dicho, nos medio vestimos, y luego ya en el coche, pues ya rematamos un poco el look, maquillándonos un poquito y peinándonos nosotras.

Y hoy domingo otra vez. Le queda el consuelo de que descansan los lunes, ¿no?

Sí, claro, en teatro es lo que tienes. Si estás haciendo temporada en Madrid o Barcelona, estás actuando de martes a domingo y sólo se descansa el lunes. Pero bueno, estoy feliz. Me encanta la función, está teniendo muy buena aceptación. Gusta mucho el montaje y estamos muy contentos, la verdad.

No ha tenido mucho tiempo, pero ¿ha notado que le paren más o se dirijan a usted más de lo habitual en la calle tras la gala de los Goya?

No. Lo que pasa que aquí suele haber gente un poco agolpada en torno a los hoteles. Y lógicamente, al salir, a mí también me vienen, aunque yo tampoco es que sea conocida. Quiero decir, si sale Hugo Silva detrás de mí, pues como comprenderás… Pero bueno, la gente es muy amable y sí te felicitan y te piden fotos, pero en su medida, sin estridencias.

Igual es una pregunta demasiado sesuda para el día que es, pero ¿cómo ha evolucionado la señora con la que estoy hablando de la joven que empezó en esta profesión hace más de tres décadas?

Bueno, claro, es que la señora con la que estás hablando va a hacer 61 años y yo empecé con 20 años en este oficio y he hecho de todo y más; soy una actriz un poco de base, de coraje, le doy a todo. Quiero decir que he construido mi carrera, y si no he tenido trabajo, me lo he inventado y no se me han caído los anillos de hacer teatro por los frontones, colegios, o dónde sea. Me he planteado la carrera siempre sin tonterías y eso al final también te hace desarrollar una piel dura, gruesa.

El reconocimiento le está llegando ahora a la actriz madura.

Sí, sí, también con Patria fue un subidón. Nos dio reconocimiento y prestigio, pero tampoco se come del prestigio. Pero bueno, viene bien.

Teatro, televisión y cine. Usted ha hecho de todo y lo sigue haciendo. ¿Qué le gusta más, el escenario, la pantalla grande o la pequeña?

Depende del proyecto. Por ejemplo, ahora esto que estoy haciendo en La Casa de Bernarda Alba, que es una cosa que para mí fue como un sueño, cuando me llamó Alfredo Sanzol para hacer Poncia en La Casa de Bernarda Alba, que para mí es una obra fetiche; es decir, Federico García Lorca, el Centro Dramático Nacional, un director como Sanzol… O sea, no podía renunciar. Y es verdad que he pagado un precio alto, porque he aparcado otros proyectos que seguramente me darían más dinero, pero a mí esto me llena el alma.

Con su Goya, probablemente haya puesto más lejos el horizonte de la jubilación, si es que existe la jubilación en su profesión. ¿Confía en que lleguen proyectos grandes en el futuro?

No sé. Al final también una tiene que ser fiel a sí misma. Si yo hubiera dicho no a este proyecto de teatro, habría sentido que me estaba traicionando a mí misma. O sea, he tenido que renunciar a otras cosas que también era golosas y me ha dolido dejarlas, pero la verdad es que luego estoy feliz y me compensa. Todo depende del proyecto, de la historia. De quién está detrás, quién lo dirige, de quiénes son tus compañeros de viaje. Son muchos factores.

“Lógicamente, al salir la gente te felicita y te piden fotos, pero si sale Hugo Silva detrás de mí, pues como comprenderás...”

Ya sabe que las comparaciones son odiosas, y más si se hacen dentro de casa. ¿Cómo se lleva disputar un premio como este con una compañera de reparto como Itziar Lazkano?

Se lleva fenomenal. Es que ya tenemos una edad y también le damos el valor justo a esto, que tampoco estás parando la guerra en Gaza.

Bueno, pero están enviando un mensaje muy potente con esta película, ¿no?

Sí, la verdad que sí, porque aborda una un tema social también complejo y difícil (la transexualidad) y afecta a mucha gente.

¿Se puede decir que el ecosistema vasco de la interpretación goza de muy buena salud?

Pues yo creo que sí, porque además ya hay un camino muy largo hecho. Hay grandes profesionales, pero no sólo en la en la interpretación; hay grandes directores, guionistas y, por supuesto, grandes técnicos. Por tanto, yo diría que sí, que el audiovisual vasco, ahora mismo, tiene mucho que decir y que ofrecer. Y goza de buena salud. Luego es verdad también que estamos cada vez más en manos de las plataformas que, bueno, también tienen su tiranía.

Después del reconocimiento obtenido, ¿qué significa para usted el personaje de la tía Lourdes y la película '20.000 especies de abejas'?

Es una película que me ha dado muchísimas alegrías.

¿Puede decirse que es el culmen de una carrera?

No, no. A ver, es muy importante que te den un Goya, pero es lo que te decía antes: ya está. A la semana siguiente ya no se acuerda nadie. Es que no, porque luego hay que comer y cotizar todos los días. Se pincha el globo y ya está, la vida sigue.