Adam Nourou es francés, tiene 18 años y pertenece a la tercera generación de una familia de inmigrantes llegados desde las Islas Comoras. Su papel en "Adú", por el que está nominado al Goya a mejor actor revelación, le ha hecho tomar conciencia, dice a Efe, del esfuerzo que hicieron sus abuelos.

"En mi familia no hay historias de este tipo, tan duras, pero en mi entorno sí, conozco casos de gente que han venido en cayucos o a nado", dice el joven actor durante una visita a Madrid.

Adam no es Massar, el niño de 16 años que cruza el continente africano para llegar a España junto a Adú (Moustapha Oumarou), de seis en la película de Salvador Calvo, la favorita a los próximos Goya (13 nominaciones) pero ambos personajes existieron en la vida real.

Calvo estaba rodando en Gran Canaria su anterior película, "1898. Los últimos de Filipinas" mientras su pareja colaborada con un centro de acogida de refugiados en la isla. Fue así como conoció estas historias y a sus protagonistas.

Massar era un chico de 15 ó 16 años que había huido de Somalia porque su tío, un señor de la guerra, le violaba todas las noches. Él solo atravesó el Sáhara y llegó a Libia, donde le hicieron prisionero. Escapó al cabo de dos meses y consiguió llegar a Marruecos, donde estuvo prostituyéndose para poder pagar el viaje en patera a Canarias.

Calvo recuerda que Massar visitó el rodaje de "1898. Los últimos de Filipinas" y que en otra ocasión lo llevaron al cine a ver "X-men", en colaboración con CEAR. "Un día le estaban comprando ropa cuando le vieron unas manchas en la espalda, le llevaron al hospital, y a los tres días murió de sida terminal", recuerda emocionado.

Red de tráfico de órganos

El caso del otro niño, en el que se inspira "Adú", es aún más escalofriante, aunque con mejor final. Llegó al centro de CEAR con su madre, sólo que pronto se descubrió que esa mujer no era su madre, y que pensaba entregarlo a una red de tráfico de órganos. A la mujer la detuvieron y el niño fue enviado a un orfanato en París.

Dice Nourou que si de algo le ha servido esta gran experiencia profesional es para darse cuenta del esfuerzo que personas como sus abuelos hicieron y hacen para dejar una vida mejor a sus herederos.

"No nos damos cuenta de la suerte que tenemos de vivir en Occidente, nosotros sufríamos rodando escenas de lluvia, frío, en el mar, pero al acabar volvías al hotel, mientras que esa gente se queda ahí y sigue sufriendo", subraya.

La llegada al cine de Nourou ha sido un poco azarosa. Sus padres le apuntaron a él y a sus hermanos a una agencia de 'casting' desde pequeños. "No era lo que más me gustaba, pero después de rodar 'Adú' he sabido que esto es lo que quiero", señala.

El año pasado terminó el instituto, se ha apuntado a una escuela de teatro y ya está rodando su próxima película en Francia.

Cuando anunciaron las nominaciones, el pasado 18 de enero, estaba en clase, así que al salir se puso el directo de Instagram de la Academia de Cine, avanzó hasta llegar a la categoría de revelación, y al escuchar su nombre, junto a los de Chema del Barco ("El plan"), Janick ("Historias lamentables") y Fernando Valdivielso ("No matarás"), empezó a pegar gritos de alegría en medio del pasillo.