El antropólogo forense Francisco Etxeberria (Beasain, 1957) confirma a este periódico que habrá una segunda fase de trabajo en la catalogada como la fosa más grande exhumada en la CAV, que fue localizada en el cementerio de Amorebieta. A juicio del portavoz de la sociedad de ciencias Aranzadi, no sería necesario esperar a la primavera para reanudar los trabajos comenzados a primeros de mes tras una cata el pasado mayo. “A diferencia de otros lugares, en el País Vasco tenemos la ventaja de que no tenemos ningún problema para hacer nuestro trabajo. No lo ponen ni el ayuntamiento ni el Gobierno. Más ahora con la Ley de Memoria Democrática. Por lo tanto, podríamos reanudar el trabajo cuanto antes”, agradece Etxeberria.

La alcaldesa zornotzarra, Ainhoa Salterain, por su parte, corrobora las palabras del profesional guipuzcoano. “Los expertos de la sociedad de ciencias Aranzadi han estado del 27 al 30 de diciembre en el cementerio concluyendo la primera fase y valoraremos este mismo mes de enero qué hacer allí”, apostilla la regidora del PNV que va más allá en su compromiso: “Siendo el mayor osario de Euskadi, no puede quedar ni a medias de excavar ni negarle el rigor científico”. La visita citada por Salterain, que ha contado con empleados de Aranzadi así como con miembros de Euskal Prospekzio Taldea, no ha transcendido en ningún medio de comunicación. Según ha podido saber este periódico, se llevó a cabo con el objeto de retirar 24 cuerpos que habían quedado a la vista y que finalmente fueron 26. Asimismo, se sacó a otro más que estaba aparte.

Etxeberria ratifica que hasta la fecha ya no son dos, sino cuatro los cuerpos de milicianos o gudaris que estaban enterrados con su chapa de identificación en la fosa de Amorebieta. “Están tratando de identificar esos cuatro cuerpos, pero nos hemos encontrado con dificultades para interpretar las chapas. Los números están un poco mal”, aduce. La cifra total asciende a 53 individuos. Han aparecido, además, amputaciones de brazos o piernas del hospital que hubo en el municipio vizcaino.

El proyecto se encuentra en estos momentos en el estudio antropológico de los restos trasladados de Amorebieta-Etxano a Donostia para concluir su caracterización, es decir, “si es un varón, raza, lesiones…”, pormenoriza Etxeberria. A estos cuerpos se les hará un estudio de ADN para cotejar con las muestras ya donadas por familiares que estiman que sus familiares pudieran estar inhumados en esa fosa. “Han aportado ADN algunos familiares de personas muertas en escenarios bélicos cercanos a Amorebieta-Etxano y que por lógica debieron acabar allí”, afirma el reconocido forense y hace una distinción: “En el País Vasco, a diferencia de otros lugares, se llevaban a enterrar a cementerios. Ahora bien, con el paso de los años, los elementos se han ido perdiendo por la reutilización del espacio. Así, por ejemplo, en Hernani había constancia de 200 inhumados, pero no se encontró nada. Algo parecido ocurrió en Durango”. En Amorebieta-Etxano se ha mantenido ese espacio sin tocar, como en la anterior de más inhumados, en Begoña.

La confirmada segunda fase de la exhumación prevé avanzar en el estudio. Aranzadi y Euskal Prospekzio Taldea tienen ya vía libre para intervenir en aquella zona del cementerio en la que unos sarcófagos –que Etxeberria califica de “decorativos”– dificultan el avance de esta investigación convenida entre Aranzadi y el Instituto de la Memoria, la Convivencia y los Derechos Humanos Gogora. El Ayuntamiento local mantendrá los sepulcros de piedra, al mismo tiempo que posibilita moverlos de lugar. “Vamos a continuar exhumando cuerpos en la misma zona, por debajo de la franja de tierra aún no abierta, donde están los sarcófagos”, avanza Etxeberria. La cruz de este lugar, por otra parte, se eliminará. “La cruz no vale nada. Es de madera de los años 80”, puntualiza. La brigada municipal, atareada en estos momentos con la logística del programa navideño, ya tiene dada orden de retirar los sarcófagos.

Climatología

A pesar de que el Parlamento Vasco, Gogora y otras instituciones posibilitan y garantizan este tipo de trabajos, las personas que se afanan en la fosa son voluntarias y tienen que hacer frente a un hándicap como es la climatología. “La tierra en Leginetxe es muy arcillosa y cuando llueve se convierte en una piscina y hay que achicar agua todos los días”, asegura Alberto Sampedro Isile, de Euskal Prospekzio Taldea. “Es decir, no tendremos el problema de las autoridades, pero sí el clima. Hemos estado recolocando lonas y carpas todos los días, desde el 10 hasta el 27. De hecho, se rompió una de las carpas que precisamente la hemos recogido este fin de semana para ver si la podemos reparar en la sede de Leioa”.