Cosecha del 67 –acaba de cumplir 56 años– y periodista de formación, Javier de Andrés Guerra por fin ha llegado donde siempre quiso estar. El turno le llueve, según algunas lenguas de doble filo pero probablemente bien informadas, porque el fondo de armario del PP vasco es corto y no había un candidato mejor.

Una vez que quedó claro que Alfonso Alonso no estaba dispuesto a asumir el cargo del que fue descabalgado por las bravas, y aunque algunos ojos se fijaron en otras opciones como Laura Garrido (eterna aspirante) o el joven y pujante Mikel Lezama, el dedo de Génova señaló a De Andrés como única salvación de un proyecto que lleva haciendo aguas desde tiempo inmemorial. Su principal virtud, señalan otros maledicentes, es que no puede empeorar a su antecesor. Desde luego, en el terreno comunicativo el gasteiztarra sabe manejarse con más soltura que el veterano Iturgaiz.

Otro punto a su favor es que tiene muy buena prensa, especialmente en ciertos medios de Madrid, donde lo presentan como el gran azote del nacionalismo o, para ser más concretos, del PNV, que es el enemigo a batir... o por lo menos el caladero del que rascar algunos votos.

De Feijóo y de Ayuso

Claro que, probablemente, el mérito que le ha valido todo el apoyo de Génova es su adhesión inquebrantable a Alberto Núñez Feijóo. Así como se mantuvo al margen en la época de Pablo Casado, desde la llegada del gallego al timón del PP, Javier de Andrés ha ejercido de albertista sin matices, compatibilizando tal fidelidad, además, con la fascinación que le despierta Isabel Díaz Ayuso.

La sintonía parece garantizar que, a diferencia de lo que ha ocurrido en otras épocas, la sucursal vasca no dará demasiados quebraderos de cabeza a la sacrosanta e intervencionista dirección nacional.

En lo interno, la elección como número dos de Esther Martínez revela su intención de no chocar con la ejecutiva de Bizkaia, probablemente la más difícil de gestionar.

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