POR vez primera en la historia, un ministro de un gobierno español visitaba Gernika un 26 de abril, una fecha señalada para muchos en el calendario por ser la jornada de la conmemoración del terrible bombardeo que asoló la villa en plena Guerra Civil, en el año 1937. Esa patata caliente le tocó a Félix Bolaños, titular del área de la Presidencia, Relaciones con las Cortes y Memoria Democrática. Y a Bolaños le esperaba ansioso Emilio Aperribay, junto a su hija, para intercambiar unas palabras con él. Lo pudo hacer, pero tan brevementelos dos momentos que pudieron conversar no llegaron ni a los cuatro minutos– que se quedó “con las ganas de poder hablar más detalladamente con él”. Su apretada agenda le impidió poder conversar más calmadamente y trasladarle un mensaje: Que el gobierno tenga “un gesto de reconocimiento expreso” para la villa bombardeada, que dejó en ruinas más del 80% de sus edificios, y un reguero de víctimas y heridos.

Los damnificados pudieron ayer miércoles charlar, aunque no fuera lo profusamente que ellos deseaban, con un Bolaños que apenas pasó dos horas en Gernika, las que van desde las 15.45 horas –cuando llegó a la comida de los supervivientes en el frontón Jai Alai– hasta las 17.30, cuando terminó el tradicional responso que se suele llevar a cabo en el cementerio de Zallo. Su gesto quedó a medio camino del resarcimiento que esperaban, aunque las víctimas lo calificaran como “un paso adelante más, aunque no el definitivo. Al menos, su gesto le honra”. En todo caso, “no hemos podido trasladarle el mensaje que le queríamos hacer llegar ni en el frontón ni cuando hemos estado en el cementerio. Una pena porque su equipo de colaboradores sabía de nuestras intenciones”, manifestaba su hija Mónica. En las líneas mecanografiadas que Aperribay tenía escritas para trasladárselas a Bolaños lo señalaba bien claro: “La memoria democrática exige a los gobiernos, como representantes del Estado, que asuman los hechos del pasado, aún no teniendo responsabilidad directa en los mismos”.

El balance de su encuentro con el ministro fue “positivo porque hemos visto ciertas ganas de recordar este capitulo oscuros de la historia, de honrar a las víctimas, pero por ahora se ha quedado tan solo en eso”. Es más, calificó como “una pena” lo sucedido, “si bien tenemos que decir que nos han tratado amablemente y que, en un principio, no nos han puesto ningún impedimento”, agregaba. La mirada de Emilio, en todo caso, denotaba que no había podido cumplir su objetivo, que no era otra que instar a la Moncloa a “dar pasos más firmes para que se reconozca de una vez que el bombardeo que sufrimos tuvo unos autores. Que no se resistan a pedir perdón porque no se consideran herederos del régimen de Franco”. En suma, les invitaron a que se miren en el espejo alemán y España organice –a imagen y semejanza de lo que hizo el presidente del Bundestag Roman Herzog en el ya lejano 1997 en favor de la reconciliación– un acto de desagravio hacia las víctimas. “El primer paso se dio el año pasado, ahora ya es el segundo. Y desearíamos que el año próximo viniera el presidente Sánchez y reconozca realmente que Gernika y estas personas tengan su resarcimiento, y que sea completo”, agregó.

“En todo caso, y sabiendo que aún faltan pasos por dar, tenedlo claro que trataremos de hacerlo. Si nos contactan desde Moncloa o de Presidencia siempre tendrán nuestra mano abierta”, aseveraba Mónica, junto a su aita Emilio, que aunque tras el bombardeo tuvo que abandonar su Gernika natal para siempre, suele acudir puntual a su cita cada 26 de abril. “Gernikés de pura cepa, de la calle Industria”, a Aperribay le pilló con unos pocos meses de vida el bombardeo, un ataque aéreo que reconoce “me es y me será imposible de olvidar”.