La preocupación cunde en la clase política ante la crispación desatada en el Congreso sin visos de poder ser maniatada a corto plazo después del último cruce de acusaciones entre la ministra Irene Montero y el PP, que ayer jueves acampó a las puertas del hemiciclo pidiendo la dimisión de la dirigente de Unidas Podemos, y por quien procederán a forzar su reprobación ante la dificultad de poder emprender con éxito acciones legales al estar amparada por la inmunidad. La responsable de Igualdad advirtió en paralelo de que la violencia política “va a ir a más” mientras la rutina parlamentaria se ve presa de una dialéctica agresiva, protagonizada principalmente por los extremos ideológicos, y sin que algunos diputados parezcan dispuestos a rebajar el volumen, aunque desde la Presidencia de la Cámara se estén moviendo con más contundencia para intentar cortar las salidas de tono. El partido de Alberto Núñez Feijóo reclamó a Pedro Sánchez que proceda a destituir a Montero después de que esta les acusara de promover “la cultura de la violación” con las campañas institucionales emprendidas por gobiernos como el de Madrid y Galicia, y en pleno revuelo por la polémica aplicación de la ley del solo sí es sí, mientras desde Moncloa se instó a los populares a disminuir los “decibelios” del ruido.

Representantes del PP en el Congreso y el Senado, liderados por Cuca Gamarra y Javier Maroto, se concentraron en las escalinatas de la Cámara baja portando una pancarta con el lema No a la rebaja de penas por delitos sexuales. ¡Rectificación Ya!. Lo que no se esperaban es que Vox, que no estaba invitado a la fiesta, se uniera a la iniciativa con el fin de no perderse salir en la fotografía y la correspondiente cuota mediática, aunque su portavoz, Iván Espinosa de los Monteros, arropado por la diputada Carla Toscano –la misma que soltó que el único mérito de Montero era haber “estudiado en profundidad a Pablo Iglesias–, justificó su presencia para demostrar que “nosotros sí somos solidarios”. “Algunos, la semana pasada, no lo fueron con nosotros, cuando se montó aquí un presunto y falso escándalo por decir la verdad”, espetó en un dardo a Feijóo, que se ausentó del acto. Y mientras la portavoz del PP ahondaba en la necesidad de revertir la nueva norma “para que el Código Penal no ampare a los delincuentes sexuales con penas inferiores”; su coordinador general, Elías Bendodo, cargaba contra un Gobierno “en llamas” con una ministra “incendiaria”.

La ministra de Igualdad, con gesto apesadumbrado, ayer en su escaño de la Cámara baja. EFE

La aludida, Montero, no se achantó en la jornada de resaca que también llevaba escrita su nombre y replicó la petición de dimisión afirmando que “lo importante no es lo que se haga” en contra de ella, ya que nos encontramos ante “una estrategia de la derecha y la extrema derecha para tratar de destruir la vida y de condicionar con eso los avances democráticos”. La titular de Igualdad apuntó que la violencia política contra las mujeres se ejerce “sostenida en el tiempo”, a través de “muchos altavoces” mediante los cuales se les dice que son “inútiles”, que “no valen para nada”, que “no saben hacer nada” o que “no están preparadas para la posición que desempeñan”. “Con eso tratan de escrutar tu vida y destruir tu vida personal y, por tanto, que a ninguna de las mujeres que están ocupando en ese momento esa responsabilidad les merezca la pena”, enjuició. “Contra mí que hagan lo que quieran, soy consciente de que la violencia política no va a parar. Al contrario, va a ir a más”, remató su discurso. En este sentido, la secretaria de Estado de Igualdad, Ángela Rodríguez, admitió que en el Parlamento siempre hay una parte de teatralidad pero ella entiende que PP y Vox, con sus “golpes en la mesa”, lo que hacen es normalizar que “nos comportemos todos como hooligans”. Unidas Podemos volvió a salir en defensa de Montero y, en palabras de su portavoz, Pablo Echenique, tildó de gesto “patético” la concentración del PP. De hecho, la catalogó como una “mani de ultraderecha”.

Ni “filoterrorista”, ni “fascista”

Ayer mismo, la presidenta del Congreso, Meritxell Batet, tuvo que pedir que retiraran del diario de sesiones las palabras “filoterrorista”, que volvió a proferir una diputada de Vox durante el pleno, y el término “fascista” que empleó otro representante de la izquierda para referirse a los de Santiago Abascal, lo que no gustó ni a unos ni a otros porque creen que es meter la tijera en lo que para ellos forma parte del debate. “Quiero un compromiso de colaborar y dignificar, y estar a la altura de lo que representamos y se espera de nosotros”, manifestó Batet al recordarles que si no lo hacen estarán vulnerando el artículo 16 del Reglamento de la Cámara, donde se les conmina a respetar, entre otras cosas, la disciplina y la cortesía parlamentarias. Desbrozando toda esta polémica, el portavoz del PNV en el Congreso, Aitor Esteban, reconoció que el clima está “totalmente embrutecido” desde hace tiempo, ya que “algunos tienen como estrategia lanzar provocaciones e insultos”, como Vox, y lamentó que “otros quizá entren en ese juego” debido a la proximidad de las elecciones. Por ello, tachó de “excesivas” lo aseverado por Montero respecto a la actitud del PP. “Los años han pasado y las cosas han ido a peor por parte de Vox, y a veces por parte de otros también”, censuró.

Y es que para muchos llueve sobre mojado, como indicó Joan Baldoví, de Compromís. Desde EH Bildu, Jon Iñarritu apuntó a Vox para hablar de “brutalismo parlamentario” y lo relacionó con una “estrategia planificada que busca montar el pollo” y que, a su parecer, nada tiene que ver con otras descalificaciones que se hayan podido escuchar en la Cámara. En cambio, el diputado socialista Odón Elorza es partidario de evitar expresiones que “no sean debidamente entendidas aunque tengan una explicación académica” como la de “cultura de la violación”. El portavoz de ERC, Gabriel Rufián, invitó a no poner al mismo nivel a Vox y a Podemos: “No se puede equiparar a un grupo que desde hace años dice que este Gobierno es el peor en 90 años, que es peor que el surgido de un golpe fascista, o que una ministra está aquí por ser pareja de quien es”. Lo cierto es que la crispación acampa en el Congreso.