gasteiz - Algo cansado tras una mañana en la que había enlazado el recibimiento a Arnaldo Otegi a su salida de la cárcel de Logroño con su paso por las jornadas sobre el 3 de marzo que se celebran estos días, Lluís Llach recibió ayer en el Consistorio un emocionado homenaje de la ciudad a la que cantó hace cuatro décadas. La negativa del PP -ninguno de sus representantes municipales estuvo ayer presente en el acto- y del PSE, que sí contó con la presencia de, entre otros, Peio López de Munain, a nombrar al cantante catalán como hijo adoptivo de Gasteiz transmutó el homenaje en última instancia, pero no restó un ápice de emoción.
Coordinado con los primeros compases de su canción Campanades a Morts (Campanadas a Muertos), el ahora parlamentario de Junts Pel Sí entró en el Ayuntamiento tras el aurresku de honor y salía apenas unos minutos después “emocionado, abrumado y sobrepasado” por los aplausos y el homenaje de las víctimas y las autoridades locales. En los altavoces del salón de Plenos, la voz de Llach entonaba el himno de una lucha que cuarenta años después sigue vigente. “Campanadas a Muertos lanzan un grito para la guerra de los tres hijos que han perdido las tres campanas negras”, según resumió.
Cuatro décadas después de componer su canción en un piano del viejo piso de Barcelona en el que residía el 3 de marzo de 1976, cuando los fallecidos por la masacre todavía eran tres -de ahí a que en su canción no haga referencia a los cinco muertos- Llach asumía ayer ante los medios, finalizado el acto de homenaje, que la justicia, la reparación y la impunidad siguen siendo por desgracia una deuda por saldar. “Son ya cuarenta años de no asumir el terror de Estado. Cuando no se condena se asumen responsabilidades de lo que hizo aquel Estado, algo que es y sigue siendo gravísimo. El Gobierno español ha de pedir perdón oficialmente ante todos los familiares, resarcirles y que tengan un tratamiento de víctimas. Eso es lo mínimo. Son víctimas de Estado y el Estado ha de actuar como tal”, reclamó Llach. El alcalde Gorka Urtaran , por su parte, entregó al protagonista una placa de reconocimiento “por haber sido capaz de recoger en una sola canción el sentimiento, el dolor y el espíritu que en ese momento reinaba en Gasteoz”.
Después Llach recordó la noche del 3 de marzo, su noche del 3 de marzo, como si fuera ayer mismo. “Mientras la componía se me engrandecía la rabia al ver que nadie decía ni hacía nada. Lo que no imaginaba ni sospechaba era que este olvido duraría cuarenta años, y esto es algo que un país, cuando es verdaderamente democrático, no se puede permitir. No se puede no tener memoria histórica y no reparar el daño causado. Han pasado gobiernos de todos los colores y el olvido sigue, eso no tiene palabras ni definiciones”, concluyó.