CON seis años, mientras veía la gesta de Neil Armstrong, anunció a Nùria y Xavier, sus padres, que tenía un sueño, ser astronauta. Ayer, Carles Puigdemont (Amer, Girona, 29-XII-1962) pisó la luna, al menos política, sabedor de que hoy se convertirá en president de la Generalitat, de la ansiada República Catalana, o al menos ese es el objetivo independentista y de las entidades civiles que tanto han hecho por dar con la tecla de la solución que ha pasado al final por el máximo dirigente de la Associació de Municipis per la Independència (AMI), a su vez regidor de Girona. De hecho, arrebatar en 2011 una Alcaldía histórica que el PSC ostentaba desde 1979, en toda la etapa democrática, es la principal medalla que exhibe el currículo de este hijo de pasteleros, segundo de ocho hermanos y que irrumpe como la guinda de la tarta secesionista.
Caracterizado por tener carácter de líder y licenciado en Filología Catalana, que no en Ciencias de la Comunicación pese a ser periodista, profesión que se aprende “ejerciendo el oficio más que estudiando” -admite-, seduce hablando en cualquiera de los cuatro idiomas en que se maneja -sabe inglés y francés-. Fue con 18 años, asistiendo a un mitin de Jordi Pujol, cuando le atrajo la política y pasó a cofundar las Juventudes Nacionalistas de Catalunya, después de pisar barro como corresponsal deportivo y luego en información local, y es que Puigdemont ha trabajado en el diario El Punt Avui, ayudó a gestar la Agència Catalana de Notícies (ANC) y fue director de la publicación Catalonia Today, un bagaje periodístico que le permite manejar la puesta en escena a la perfección.
Casado con Marcela, a quien conoció como integrante de un grupo universitario de teatro, y padre de dos hijas, Magalí y Maria, de ocho y cinco años de edad, quien ha trabajado a su lado le define como un dirigente “exigente y estricto”. Paralelamente, es diputado en el Parlament desde 2010, lo que llevó a la oposición a reprocharle la acumulación de cargos por compaginarlo con el Ayuntamiento, acusación que combatió recordando que Joaquim Nadal hizo lo propio. Su relación con la CUP es cordial aunque no avaló su nombramiento en el Consistorio, teniendo que gobernar en minoría con apoyos puntuales de ERC. Puigdemont asumió la presidencia de la AMI justo después de las municipales de 2015 tomando el relevo del exalcalde de Vic Josep Maria Vila d’Abadal, siendo desde entonces uno de los representantes del activismo municipal a favor del proceso soberanista más reconocido.
Su discurso nítidamente independentista ya le situaba en el ala más soberanista de CiU antes incluso de que arrancara el procés y ha ganado peso la última legislatura propulsado por el giro del partido, el cambio generacional y el apoyo electoral obtenido en su ciudad, logrando 10 de los 25 asientos. Habida cuenta de que Convergència tiene pendiente su refundación y que esta pivotará previsiblemente en el mundo local, el nuevo president se hallaba muy bien situado para asumir un papel relevante, y hasta se rumoreó que podía acabar como secretario general.
Nunca olvidará el año sabático que se tomó en 1993 para recorrer Europa y conocer la realidad de las naciones sin Estado y cómo se veía a su país desde el exterior, para publicar un año más tarde el libro Cata ... qué. Catalunya vista por la prensa internacional (Editorial La Campana). Ayer dio el campanazo. El president de la desconexión.