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Junio en el recuerdo, por Carmen Torres Ripa

Junio en el recuerdo, por Carmen Torres RipaOskar Martínez

Esta manía mía de escribir lo que pienso es una especie de enfermedad benigna que no contagia, pero puede resultar molesta. Con mi defecto a cuestas, llega junio. Y yo tengo que contar un recuerdo repetitivo que parte por la mitad el año y ese motivo me deja melancolía en el día 28. Un día como otro cualquiera para muchos de ustedes, pero a mí me vuelve a la memoria que ese día de junio asesinaron a José María Portell. No me acostumbro a pasar la página del calendario sin seguir sintiendo escalofríos. Ya no cuento los años -han pasado más de treinta- ni se me llenan los ojos de lágrimas, pero la fecha se grabó a fuego en mi vida y, cuando llega este mes, los recuerdos -aunque no los dejo, porque felizmente la vida me ha tratado bien- intentan hacerse presentes.

Tengo un marido que me quiere. Ha pasado el tiempo. Mi hijo Gabriel puso a su primogénito José Mari y ahora José Mari tiene 18 años, un pelo rubio y rizado, como el de un angelote renacentista, y la sonrisa de su abuelo. También en Aitor ha quedado esa extraña tranquilidad, hecha de inteligencia y tesón con decisiones contundentes. Ha sacado sobresaliente en selectividad. María, la mayor, es la primera que nos hizo abuelos, también es la mejor en la universidad y parece una princesa de un cuento de hadas medieval. Mónica tiene una mirada limpia y enigmática que enamora y se clava en el corazón; Virginia una cara transparente que se come todas las olas de Sopelana montada en su tabla de surf. Pablo ha heredado tu gesto y tu amor por el arte, tiene un gusto exquisito. Ignacio se ha quedado con tu obsesión por el peligro -“nunca pasa nada”- y es un saltimbanqui que no para quieto y baila como una peonza. Pablo-2 -hay dos Pablos entre tus nietos- es tan listo que ni los múltiples cambios de colegio y país han podido variar su brillante expediente académico. Su hermano Nicolás, aunque también ha vivido en Ámsterdam, le ha escrito una poesía en euskera a Susana en el día de la madre. Adriana, la pequeña -ahora tiene 4 años, uno más que Jesús cuando te fuiste- nos tiene a todos locos, especialmente a su abuelo Dani, porque, como sabes, hace muchos años que Dani ocupa tu sitio y él ha visto nacer a nuestros nietos que ahora son sus nietos. Nuestro pequeño Dani -un Dani que mide casi dos metros- llegó después de las lágrimas y llenó de alegría a sus cinco hermanos que lo disfrutaron como un juguete. Su venida rompió todos los esquemas y, con él de paje, empezaron las bodas de sus cinco hermanos. Dani-padre ha sido el padrino de las niñas.

Tienes diez nietos. Y, entre todos, hemos buscado los caminos de Machado sin sendero y hemos encontrado un horizonte luminoso y azul donde se ve el mar. Somos felices.