el Estado español es el segundo del mundo con más personas desaparecidas. Personas que fueron asesinadas en las cunetas durante la última guerra civil y el franquismo. Solo supera su marca la Camboya de la era del dictador Pol Pot. Son crímenes, además, aún sin juzgar. Ninguneados. Silenciados. Días atrás se señalaron, encontraron y exhumaron dos cuerpos, recuperados para su dignidad -la que, por otra parte, nunca perdieron- y la de sus familias. Fue en el puerto de montaña La Horca, carretera que une el valle de Losa burgalés y Valdegovía, en Araba, y gracias a una iniciativa impulsada por el vizcaino Patxi Domínguez, de Gogoan Sestao Elkartea. Los cuerpos hallados pertenecen a Ángel Antuñano Salazar y a otro varón, en este caso de apellido López -o, quizás, Lope-, del que no se conocen más datos. Ambos eran civiles en el momento en que los aliados al golpe de Estado de 1936 los asesinaron.

Aconteció, como narra Domínguez a este diario, la noche del 7 de septiembre de 1936 a altas horas de la madrugada. Transmite los datos que ha investigado: “Los sacaron de sus casa por la fuerza. A ellos dos y a un tercero. Eran vecinos de tres pueblos diferentes del Valle de Losa, en Burgos, y una vez asesinados fueron mal enterrados en el alto de La Horca, ya en Araba. Junto a Antuñano y López, más joven que él, también iba en el camión que les llevaba Secundino Angulo García quien, teniendo preparado su lugar en la fosa, logró evadirse de la ejecución saltando de aquel camión de la muerte”.

Patxi Domínguez recabó todos los datos, le echó corazón y se puso en contacto con la Sociedad de Ciencias Aranzadi. Comunicó con uno de sus técnicos, Jimi Jiménez, de Durango, a quien le puso en antecedentes de los hechos. “Jimi me pide, orienta y anima a seguir adelante con estos casos. Redacta un informe con toda la información recogida y hace una petición en mi nombre al Gobierno vasco de trámites de exhumación. Lo mismo hago con el grupo sobre la memoria histórica en el que me integro, Gogoan Sestao Elkartea, explicándoles la situación. A partir de ese momento, hemos trabajado con ellos codo a codo hasta el final”.

sin razones Jiménez confirma que no está claro por qué les matarían, si es que había razón alguna. Desde los primeros días del golpe de Estado, Araba y Burgos se posicionan con los sublevados contra la Segunda República. “Por el miedo al franquismo, muchos de estos casos se han tapado en el tiempo entre familias diciendo que no había ideología alguna por detrás, sino que eran envidias, por ejemplo, por terrenos... Y algunos sí sería el caso, pero en otros sí había una ideología de trasfondo, les podían matar solo por frecuentar el bar de la casa del pueblo del PSOE, por ejemplo”, valora Jiménez.

Domínguez ha estado detrás de la investigación desde 2007. En estos siete años ha echado el resto en dar con los cuerpos y lo ha conseguido. De hecho, en el momento en que una excavadora dio con los huesos se vino abajo de la emoción al lograr su objetivo. “Aquello fue apoteósico. El palista saltó como un rayo de la máquina, se dirigió al montón de tierra, cogió el hueso... Sí, sí, era un hueso: ni un palo ni una raíz. Era lo que más adelante registraríamos como el húmero de la fosa número uno, y me lo dio a la mano. Yo que soy de lágrima fácil me emocioné y, levantando el puño, me puse a gritar y a abrazar a todos. Los demás lo mismo, hasta a los de Aranzadi se les veía exultantes de alegría. Cansados, muy cansados dejamos la fosa protegida y regresamos cada uno a su casa: Bilbo, Gasteiz, Sestao, Elorrio, Durango...”

Y llegó el día de la exhumación, el 28 de septiembre. Descubiertas y aseguradas la fosas, se traza un plan de trabajo y se graba. Comienzan a aparecer restos. Un húmero, una clavícula... “Hasta sacar a la luz el testigo de semejante horror. Varón de unos 35 años, nos dice el forense Paco Etxeberria así, muy por encima”.

Las labores continúan marcando, midiendo, fotografiando, dibujando y recogiendo hasta el último detalle. Aparecen balas de represión y de muerte en la fosa. Otro compañero de exhumación, Xabier, desentierra una hebilla de un zapato que había señalado el detector de metales.

fuga Junto a los dos cuerpos hallados, recuerdan, en el camión también llevaban a dar paseo a Secundino Angulo García, de 33 años, labrador de Río de Losa. Escapó al parecer con la colaboración de uno de los que le llevaban, y a quien conocía de la infancia. Siendo de noche, se tira del camión huyendo hacia un lado mientras el amigo grita a los demás disparando hacia el lado opuesto. Le buscan. Regresa al pueblo a hurtadillas, donde se esconde y permanece encerrado en su propia casa. Los amigos dicen que se le había visto por Bilbao, que había huido.

Permanece en casa. “Sufre enfermedades -apunta Domínguez-, claustrofobia también. El padre va al médico reproduciendo los síntomas de su hijo para agenciarse boticas. Enferma hasta el punto de que su familia empieza a cavar la fosa en la cuadra, sacando la tierra poco a poco mezclada con la basura para no delatarse. Sobrevive y el 1 de junio de 1939 se entrega. Es detenido permaneciendo un mes en arresto. Cuando sale libre marcha a Santander”.

Este hombre escribió en su diario aquel viaje hacia la muerte y recuerda en vida a sus amigos muertos, a los que llama camaradas. “Ha sido tan enorme el hueco que habéis dejado, camaradas, no solamente en vuestras familias, sino también entre todos nosotros, que os queríamos de todo corazón por ser tan buenos y que sería de todo punto imposible que pueda remplazarse por ningún otro”.

Desde el verano de 2007, Domínguez ha logrado que los asesinatos sean de nuevo vida. Gracias a las personas con las que contactó y le señalaron el lugar. Gracias a Javi, Andoni, Odón y Toño El Guapo -a quien le explotó una granada de mano dejada por los italianos en Bóveda en 1936-. “Mi padre -dijo El Guapo- conoce el sitio, porque a los que mataron los malenterraron y dejaron una mano al aire que parece ser que los animales contribuyeron a desenterrar”. Domínguez asegura que “se me pusieron los pelos de punta”.

A día d e hoy Antuñano y López son verdad, de nuevo.