Un cronómetro en el bolsillo
Les escribo desde Madrid, apenas unos minutos antes de entrar en el plató en el que se realizará el debate a cinco. Tras ser recibidos por la dirección de Televisión Española y el correspondiente photocall, hemos entrado cada uno a nuestro camerino, donde todavía disponemos de unos minutos antes de salir a antena. Ya maquillado, doy el último repaso a las cuartillas -me arreglo mejor con ellas que con folios enteros- en las que he anotado las principales ideas, aunque ya me las sé prácticamente de memoria. Lo cierto es que, después de tantos años, todavía siento ese hormigueo en el estómago. Son nervios, lo sé; nervios por la responsabilidad con la ciudadanía que estará pendiente de la televisión y de lo que tenemos que decir.
He pasado muchas horas preparando este debate junto a mi equipo de asesores. Primero, el contenido, lo más fácil, porque tenemos un programa bien definido por y para Euskadi, y las ideas muy claras. Y luego la forma; eso ya es más complicado. He ensayado decenas de veces frente a un espejo y hasta hemos comprado un cronómetro; los tiempos están tan ajustados en estos programas que es imprescindible no enrollarse más de la cuenta.
Pese a todo, he querido seguir con mi agenda del día. Únicamente he tenido que faltar a mi cita con Basauri -es fiesta en Madrid y había menos vuelos-, pero creo que los basauritarras sabrán disculparme... Tenía una entrevista televisiva a primera hora en Telecinco, muy cerca del antiguo Depósito Franco. Al terminar me he quedado un rato charlando con el equipo, estupendas personas todas ellas. Y, como tenía tiempo hasta el siguiente acto, he querido dar un paseo hasta el museo marítimo para despejar un poco la cabeza. Ha sido una delicia ver a tanta gente por Abandoibarra paseando, corriendo, estudiantes que acudían a la universidad... El día acompañaba, con ese cielo azul y la luz del sol reflejándose en la torre Iberdrola, el paraninfo y la biblioteca. Una delicia. Después del acto, apenas me ha dado tiempo a volver a casa, recoger la maleta y poner rumbo al aeropuerto; el almuerzo, a bordo. Y, cuando hemos llegado al Congreso para terminar de preparar el debate, ¡sorpresa! El edificio cerrado. Ay, la Almudena... El policía nos ha tenido que acompañar al despacho, linterna en mano, porque ni siquiera estaban dadas las luces. En unos minutos estamos en antena. Una última confidencia: ni mi equipo de asesores ni expertos en imagen. Para elegir las corbatas, me fío de mi mujer.